Masaaki Suzuki Borggreve 

Distintas visiones de la muerte 

Bilbao. 01/06/2023. Auditorio Euskalduna. Obras de Franz Joseph Haydn, Toru Takemitsu y Wolfgang Amadeus Mozart. Jone Martínez (soprano), Roxana Constantinescu (mezzosoprano), Maximilian Schmitt (tenor), Christian Imler (bajo), Orfeón Pamplonés (dirección, Igor Ijurra) y Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Masaaki Suzuki.

Dos alicientes principales tenía el último concierto de abono de la temporada 22/23 de la Orquesta Sinfónica de Bilbao: por un lado, la coherencia de un programa bien construido, diverso en su diseño y culminado con una de las principales obras sinfónico-corales de la historia cual es la Misa de Réquiem, de W. A. Mozart; y por otro, la presencia del mítico director japonés Masaaki Suzuki, ineludible referencia del mundo de Johan Sebastian Bach en particular –Suzuki creó en 1990 el Bach Collegium Japan- y del mundo barroco y clásico en general. Una vez terminado el concierto –y, por lo tanto, la temporada- solo podemos concluir que la experiencia vivida respondió a las expectativas.

Me pareció inteligente mezclar en el programa obras de carácter tan dispar con la idea central de la muerte, desacralizando la misma; porque las obras de Haydn y Takemitsu no son, en ningún caso, ni religiosas ni místicas, y quizás ni lo pretendan. La apreciación de la Sinfonía nº 44 en mi menor Hob: 1/44, Trauer, como música fúnebre solo puede entenderse desde la subjetividad del oyente de la época del compositor y de la inveterada costumbre de los melómanos por mantener estos sobrenombres con el paso del tiempo. En esta obra, que ocupó toda la breve primera parte, Suzuki dio muestra de lo que es implicación y capacidad de exprimir al máximo a una plantilla rendida ante su labor: gusto por el detalle, por el acusado y casi barroquizante contraste musical y por la precisión, nos ofreció el japonés una brillante y dinámica lectura.

La segunda parte del concierto, bastante más larga, comenzaba con el Requiem, de Toru Takemitsu, una breve obra para orquesta de cuerda que nos traslada al mundo de la muerte desde la serenidad, la intimidad y confianza de quien se dirige no a un ser superior e inmaterial sino al interior de uno mismo, por el dolor a causa de la pérdida de un amigo. De difusa línea melódica fue un acierto programar esta obra por lo que tiene de recuerdo de un compositor referencial en el siglo XX y por ofrecer una reacción distinta del fenómeno de la desaparición física.

Finalmente, el Requiem, KV. 626, de Mozart nos trasladó al mundo de la religiosidad –concepto que siempre se ha de matizar a la hora de hablar del compositor salzburgués- con una interpretación en la que intuyo Suzuki quedó por encima de los intérpretes. El cuarteto vocal estuvo dominado por la belleza de la voz, no muy grande, de Jone Martínez, una soprano que está resultando ser una de las voces más interesantes de la actualidad; ataques limpios, gran adecuación estilística y muy buen gusto fueron alguna de sus virtudes. La voz de la mezzosoprano rumana Roxana Constantinescu quedo bastante matizada por el escaso protagonismo que le otorga el compositor aunque ayudó a consolidar el edificio vocal. Algo metálica pero acoplada al conjunto la voz del tenor alemán Maximilian Schmitt y falto de contundencia –por ejemplo en el Tuba mirum- el bajo también alemán Christian Imler. Sorprendió gratamente el Orfeón Pamplonés, dirigido por Igor Ijurra y que estuvo a la altura de una obra tan popular, especialmente en el Kyrie inicial.

El director imprimió al Requiem mozartiano un ritmo nada pausado y fue capaz de construir con sumo equilibrio y acertado contraste dinámico las partes más fulgurantes –el ya citado Kyrie o el consecutivo Dies Irae- con las más recogidas, como el célebre Lacrimosa. Otra cosa era que fueran inevitables algunos desajustes que condicionaron una interpretación, por lo demás notable, como la entrada del trombón en el Tuba mirum. En cualquier caso, la respuesta popular fue de aceptación, con reconocimiento a todos los participantes por lo que fue una velada bien construida e interpretada.

 

Ha finalizado una nueva temporada de la Orquesta Sinfónica de Bilbao y ya está presentada la próxima, la que será la última de Erik Nielsen como director titular de la entidad. Ya habrá tiempo de hacer balance pero se adivina que estos años bajo su dirección artística han sido muy beneficiosos y que no será fácil alcanzar en un futuro inmediato los logros del estadounidense.