Pujante juventud
23/08/2023. Amsterdam, Het Concertgebouw. Obras de Tchaikovsky, Bruch, Mitselaar, y Mussorgsky. Concertgebouworkest Young. Andrés Orozco-Estrada, director.
Otro año mas, la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam ha organizado un encuentro de jóvenes músicos provenientes de veintidós países para participar en clases magistrales, sesiones de música de cámara, y una gira de conciertos que arranca en la histórica sala holandesa. La presencia española en dicha selección es de nuevo numerosísima, algo que nos tiene que llenar de satisfacción, además de constatar que, actualmente, los músicos de nuestro país ya juegan claramente en primera división, y con todo el derecho. El rango de edad va desde los tiernos catorce años, a los diecisiete, pero, a pesar de ello, los músicos de la Joven Orquesta del Concertgebouw, han demostrado una madurez impresionante, y una capacidad técnica fuera de toda duda. Hay que aplaudir de la forma más calurosa a todos y cada uno de sus integrantes, porque el resultado conseguido es realmente sobresaliente. Bravi. Seguramente para alcanzar esa precisión, ha ayudado el animoso director Andrés Orozco-Estrada, de buen y claro gesto, y seguro al marcar. Tendente a amplios movimientos y a una visión más impetuosa que reflexiva, el director colombiano consigue aunar voluntades, y llevar los tutti todos a una con muy notable eficiencia.
Todo ello empezó a notarse en el Romeo y Julieta de Tchaikovsky, con un comienzo donde Orozco-Estrada se preocupó de marcar los reguladores, y aunque los momentos mas contemplativos pasaron mas de largo, los típicos arrebatos tchaikovskianos, quedaron expuestos plenos de vigor y calurosa temperatura, y donde la cuerda empezó a exhibir una limpieza sobresaliente, tocando todos los vertiginosos unísonos con una precisión ejemplar. Magníficos los contratiempos de la percusión, y estupendas las maderas y los metales.
El Concierto para violín n.1 de Bruch es un clásico entre los violinistas, y una pieza perfecta para el lucimiento de Maria Dueñas. Su henchido romanticismo, su intensa vena melódica, y su estructura un tanto rapsódica, casan a las mil maravillas con las virtudes de la violinista granadina, que ya desde su entrada con el Sol cuerda al aire comenzó a regular el fraseo con una muy vehemente naturalidad. Precioso el modo de acabar las dos primeras intervenciones en un sedoso piano con regulador. Técnicamente intachable, el arco de la joven violinista siempre es generoso en un constante dar y dar; y el sonido bellísimo y de una uniformidad ejemplar. Destacable la forma de aprovechar las distintas cuerdas para jugar con el color. El vibrato es intenso, muy expresivo, y siempre constante, dando una impronta de juvenil extroversión y que, quizá, en el futuro se decantará por una mas madura variedad.
Mágica la manera de comenzar el segundo movimiento, contenida, con aire lejano; justo después del mejor momento dejado por Orozco-Estrada en toda la obra en forma de inconsútil pianisimo. Vibrante y con ese color alla hongaresa que lleva implicito el tercer movimiento, Maria Dueñas pasó como si nada por las exigentes décimas, y continuó repartiendo energía y estupendo buen hacer acabando con un éxito en toda regla. La propina fue de lo mas granadina: Recuerdos de la Alhambra de Tarrega en el arreglo para violín de R. Ricci. Orozco-Estrada acompañó con precisión y muy buena exactitud rítmica, y consiguió vigorosos y vibrantes tutti, pero de manera menos sutil, no supo plegarse del todo a la riqueza musical de la joven violinista y a su fino deambular. La orquesta volvió a sorprender por su gran nivel; su precisión, su afinación y su limpieza.
La segunda parte comenzó con el estreno de la obra The muscle that raises the wing de la también joven compositora holandesa Carlijn Metselaar, y que la autora nos describe como “música que trata sobre la sensación física de los músculos al batir las alas”. Obra muy breve, pero construida con buen oficio y conocimiento. Interesante el juego con un mismo intervalo llevado de distintas formas.
El concierto concluyó con los Cuadros para una Exposición de Mussorgsky/Ravel, y donde la orquesta volvió a responder de forma absolutamente sobresaliente. Orozco-Estrada marcó muy bien los abruptos cortes sonoros en 'Gnomos', y balanceó el ondulante vaivén rítmico de forma muy conseguida en el 'Viejo Castillo', aunque a este le faltó un mas neblinoso sabor lejano; buen diminuendo final del saxo. Muy adecuado el clima de infantil algarabía en Tullerias donde la madera y especialmente las flautas se lucieron. Estupenda la tuba en 'Bydlo', pero estrecha dinámicamente la progresión marcada por Orozco-Estrada. Fulgurante y muy rápido el 'Baile de los polluelos' en su cascarón lo que provocó algún levísimo desajuste.
Magnifico el clima conseguido por la cuerda con un sonido compacto y lleno en el cuadro quizá mejor realizado de toda la noche, el de los dos judíos, contrastando muy bien la opulencia, con la plañidera y pobre replica de la trompeta con sordina, y donde el instrumentista pintó a la perfección la situación con un sonido delgado y punzante realmente apropiado. Muy acertado el clima creado en 'El mercado de Limoges'; y falto de respiración y de autenticos pianos 'Catacumbas', algo frecuentemente en el “debe” del buen director colombiano. Muy bien el salvaje clima conseguido en 'La cabaña sobre patas de gallina' con unos muy destacados violines, y donde, con un animoso tempo tras una no del todo paladeada transición, Orozco-Estrada llegó a La gran puerta de Kiev, sin la esperada solemnidad. El gesto amplio ayudó a llenar sonido, aunque faltó misterio en los primeros peldaños de la progresión. Muy brillante final, e impresión de sensacional trabajo de toda la orquesta.