Jaroussky Palau 

La insoportable levedad del ser

Barcelona. 14/11/2016, 20:30 horas. Palau de la Música catalana. Concierto Dmitri Hvorostovsky. Philippe Jaroussky. Georg Philipp Telemann (1681-1767). Obertura de la Pasión según san Mateo, TWV 5:53. Cantata Der am Ölberg zagende Jesus, TWV 1:364. Obertura de Der für die Sünde der Welt leidende und sterbende Jesus (Brockes-Passion), TWV 5:1. Cantata Jesus liegt in letzten Zügen, TWV 1:983. Johann Sebastian Bach (1685-1750). Sinfonía de la cantata Gleich wie der Regen und Schnee vom Himmel fällt, BWV 18. Sinfonia de la cantata Der Herr denket an uns, BWV 196. Sinfonía de la cantata Ich hatte viel Bekümmernis, BWV 21. Cantata Ich habe genug, BWV 82. Philippe Jaroussky (contratenor). Freiburger Barockorchester. Petra Müllejans, concertino/directora.

Ich bin betrübt bis in den Tod. Meine Seele will verzagen (…)”  (“Me domina la tristeza, mi alma se quiere hundir” )  o “Ach! wäre doch mein Abschied hier, Mit Freuden sagt ich, Welt, zu dir:

Ich habe genug.” (“Ah, si mi despedida fuera ahora mismo, con que gozo te diría, mundo: ‘Ya tengo bastante’ ”), son dos de los textos de el aria número uno de la cantata Der am Ölberg zagende Jesus, TWV 1:364 de Telemann y del recitativo previo a la maravillosa aria número dos “Schlummer ein” de la cantata Ich hace genug, BWV 82 de Bach respectivamente. Estos fragmentos del texto cantado revelan el carácter sacro y trascendente del programa presentado por el contratenor francés Philippe Jaroussky y el conjunto instrumental de los Freiburger Barockorchester, en este concierto del ciclo Palau 100 Grandes voces que se pudo disfrutar el pasado lunes. No fue un recital más: la legión de admiradores que tiene Jaroussky en Barcelona es grande y fiel; su debut en el Palau de la Música con su último trabajo, el CD  “Bach-Telemann: Sacred cantatas” (Erato), ha supuesto también su primera incursión en el repertorio sacro barroco alemán, la primera vez que canta Bach y la primera que canta en lengua alemana. Los que habían escuchado el disco, un trabajo impecable lleno de belleza canora, marca de la casa, soberbiamente acompañado por los Freiburger, sabían de lo que el concierto podría convertirse en una fiesta de la música, como así fue. 

Philippe Jaroussky ha explicado el porqué de aunar Telemann y Bach en un mismo trabajo, vinculando a los dos grandes faros del barroco instrumental alemán -sin olvidar al nacionalizado británico Händel-. Lo cierto es que lo grato y bello de las dos cantatas de Telemann presentadas en la primera parte, no puede competir con la trascendencia y hermosura de la escritura bachiana y su cantata Ich Habe genug, con la que se completó una segunda parte estremecedora. 

Se inició el concierto con una algo anecdótica obertura de La Pasión según san Mateo de Telemann, para continuar con el efectista y dramático accompagnato Die stile Nacht umschloss den Kreis der Erden, de la cantata Der am Ölberg zagende Jesus (El temeroso Jesús en el monte de los olivos), donde se pudo apreciar un concentrado, partitura delante omnipresente en todo el concierto, Philippe. Su preocupación por la articulación del texto, su capacidad de transmisión de un genero alejado de las coloraturas operísticas con las que ha forjado su reconocida carrera, mostraron a un artista maduro, que busca en nuevos repertorios una evolución estilística revelando un cantante ambicioso que sabe lo que quiere. Así pues con las dos arias y recitativos previos, se pudo observar la complicidad y profunda musicalidad del solista con los siempre excelsos Freiburger Barockorchester, con la concertino y directora Petra Müllejans a la cabeza. Si bien con la música de Telemann el ambiente todavía no fue el de las grandes ocasiones, cierta frialdad en la audiencia así lo pareció dar a entender, hay que destacar la belleza siempre presente en la linea decanto del contratenor, su famosa facilidad con el uso de un legato y un fiato que le permiten alargar notas y pianos como se pudo ver en el aria Mein liebster Heinland (Estimado Salvador mío) de la Cantata Jesus liegt in letzten. Telemann consigue una escritura orquestal de atractiva sonoridad atmosférica con el uso de los oboes en diálogo con el solista y unas cuerdas de gran expresividad. Se coronó la interpretación con el aria final, Darauf Freuet ,donde una medida coloratura con agudos pulidos y radiantes, cerró una primera parte impecable.

Pero fue en la segunda parte del concierto, la dedicada íntegramente a Bach, donde la capacidad de trascendencia del texto, la música y la comunión del solista y los instrumentistas, fructificó en una experiencia musical sublime. La relación entre lo sacro y lo profano en la interpretación musical es de compleja y fructífera temática. La exigencia de la escritura bachiana, muy instrumental en el caso de la voz solista, eleva la dificultad del cantante que ha de plegarse a la perfección de la partitura, para buscar en el texto y el uso de su voz los momentos de belleza arrebatadora dentro del contexto sacro barroco. Pero Jaroussky es un un cantante de extrema musicalidad y sensibilidad que consigue trascender las obras y elevarlas al grado de catarsis colectiva. Así fue con la preciosa cantata Ich hace genug

Originalmente escrita para alto y luego para bajo, por lo tanto adaptada por el contratenor a la primera versión original, esta cantata de Bach contiene tres arias, las dos primeras de las cuales, con un atractivo contraste entre la escritura orquestal y la vocal. Si en Ich hace genug, el solo de oboe obbligato, ejecutado con extrema limpieza y dulzura por Ann-Kathrin Briggermann, parece robar protagonismo al solista, más bien lo comparte, como explica el interesante texto del programa de mano firmado por Wiebke Roloff. Aquí Jaroussky demostró la madurez de un instrumento muy bien proyectado, donde la tesitura se muestra diáfana y de cuerpo más amplio, con una homogeneidad de registro generosa y bien dosificada, asumiendo el rol metafórico del cuerpo que ya tiene bastante del mundo terrenal y quiere abandonar el mundo, contrastando con los dibujos dulces y eternos del oboe que parecen figurar esa alma que quiere unirse al Creador. Las notas ascendentes y descendentes de gran efectividad expresiva del oboe y las respuestas suplicantes de la voz solista, que se alternaban durante los casi ocho minutos del aria fueron un bálsamo sonoro difícil de explicar. 

Pero quedaba todavía la segunda y extensa aria: Schlummert ein, ihr maten Augen (“Cerraos cansados párpados”), de casi once minutos de duración. El grado de implicación de Jaroussky y de la orquesta fue asombroso. En esta aria, donde parece que la música se va apagando, donde el deseo de abandonar el mundo y el acompañamiento de los instrumentos, parecen ir meciendo al solista como una dulce canción de despedida, Philippe consiguió parar el tiempo con un canto de una pureza cristalina inasible. Los colores de la Freiburger, cálidos y dulces de las cuerdas, arroparon con una capa de tersura irresistible el canto hondo y expresivo del contratenor francés.

Jaroussky hizo gala del registro medio y graves, cada vez con mayor amplitud, recreándose en la última repetición de la palabras selig zu! y stile Ruh (plácido reposo) finales, uniéndose al silencio de una audiencia absorta que pareció trasladar el Palau a un más allá donde el espíritu se transforma en algo más. 

Con casi veinte años de carrera, recién premiado con el Echo Klassik 2016 al mejor artista del año, una facilidad irresistible de conectar con el público como pocos solistas consiguen, menos si cabe con un tesitura, como la de contratenor, tan equivoca como fascinante, Philippe Jaroussky volvió a reinar en Barcelona. Bien es sabido de su reconocido agnosticismo, ello no repercutió en una actuación sublime, donde el efecto catártico y onírico de su voz, trascendió una insoportable levedad del ser en un radiante canto perfecto. Dos bises, un Telemann y el preciosista Laudamos te de la Misa en si menor de Bach, clausuraron una velada donde lo inefable se transformó en hermosura.