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Beethoven entre las cuerdas

Barcelona 20/11/23. Auditori. Obras de Beethoven. Olga Sitkovetsky, piano. Pinchas Zukerman, violín. Orquesta Nacional de Lyon. Orfeó Català. Miah Persson, soprano. Virginie Verrez, mezzo. Dovlet Nurgeldiyev, tenor. Gabor Bretz, bajo-barítono. Nicolaj Szeps-Znaider, dirección musical.

Con el desencanto de la cancelación a última hora de la siempre admirada pianista portuguesa María João Pires, artista emblema del ciclo Ibercamera, para esta celebración del 40 aniversario de esta temporada de conciertos se anunció en sustitución a la pianista rusa Olga Sitkovetsky. Escogida expresamente por el violinista Pinchas Zukerman, pues ha interpretado con ella muchas veces la Sonata “Primavera” de Beethoven, la prevista en el programa con Pires, la verdad es que no se puede negar la compenetración entre ambos músicos.

Olga Sitkovetsky tocó de manera impecable, siempre musical, técnicamente desenvuelta y con un sonido limpio y transparente. Cierto es que la solista no tiene el carisma de la portuguesa, comparaciones odiosas. Así con todo, se hechó a faltar la magia de la Pires, quien canceló por expresa indicación de su cardiólogo. Con todo, el violín, este sí, colorista y lleno de fraseo y expresión de Pinkas Zukerman, protagonizó la sonata con su reconocido sonido meloso y comunicativo que brilló especialmente en las filigranas de variaciones que Beethoven le brinda al violín en el Rondo final.

La sonata pasó como un respiro que dio como regalo en forma de bis, gracias a la cálida acogida del público, al primer movimiento de la sonata número 1 de Beethoven, en su tercer movimiento, un Rondo (Allegro) lleno de vitalidad y frescura.

Con un Auditori lleno a rebosar, en señal de la respuesta de un público fiel al ciclo Ibercamera, en su concierto oficial 40 aniversario, se escogió la Novena sinfonía de Beethoven como cierre festivo al concierto. Si bien la novena sinfonía beethoveniana, no es ninguna novedad en el repertorio general de todos los auditorios del mundo, también es cierto que por conocida e interpretada hasta la extenuación, escuchar una versión que aporte carisma y originalidad tampoco es el denominador común.

Por desgracia para este concierto aniversario, la lectura del reconocido violinista y desde hace un tiempo, también director musical, el danés Nikolaj Szeps-Znaider (Copenagehn, 1975), no pasó de una lectura correcta, sin una personalidad interpretativa característica que llamara la atención.

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La Orquesta Nacional de Lyon demostró un nivel notorio, con una cuerdas -seguramente su sección mejor trabajada en esta Novena- bien empastadas, de lirismo puntual; destacaron sobremanera en el mejor movimiento de la sinfonía que fue sin duda el elegíaco Adagio molto e cantabile. Aquí la comunión de la orquesta con la lectura de Szeps-Znaider, quien extrajo el sonido más dulce, las dinámicas mejor resueltas y esa profundidad expresiva que hace del movimiento un pasaje inolvidable.

En el resto de los movimientos, la lectura varió desde un Allegro inicial más bien anodino, con falta de morbidez, y sobretodo de los contrastes tan típicos de Beethoven que aquí sonaron con una homogeneidad al borde de la monotonía. 

Del segundo movimiento, ese Scherzo que supone una prueba de ritmo y dinamismo, sonó con brío pero falto del espíritu y aristas. El sonido tendió a lo meloso y azucarado, con todo, demostraron su calidad los instrumentos de maderas en sus llamativas frases solistas.

Por último, en el paradigmático movimiento final, el Presto-Allegro assai, con esa intervención cuádruple solista vocal y coral final, de escritura prácticamente imposible y a la vez impactante, se llegó a rozar tímidamente la emoción catártica que la obra pide en su conclusión.

Los solistas sufrieron las consecuencias de la exigencia sobrehumana de la escritura vocal solista. Pese a todo brilló el atractivo timbre de la soprano Miah Persson, a pesar de algun agudo puntual calado y destemplado, la notoria profesionalidad de la mezzo francesa Virginie Verrez, la corrección y frialdad del tenor germano-turco Dovlet Nurgeldiyev, y la seguridad y solvencia del bajo-barítono húngaro Gabor Bretz.

El Orfeó Català se llevó el protagonismo, frente a la lectura destemplada y falta de tensiones de Szeps-Znaider. Las secciones corales sonaron compactas, bien empastadas y tímbricamente generosas para una intervención final, además cantada de memoria, que redondeó una Novena más efectiva que memorable.