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Desconexión total

Madrid. 01/12/2016. Teatro Monumental. Orquesta de RTVE. Obras de Haydn y Mahler. David Mata, violín. Javier Albarés, violonchelo. Salvador Barberá, oboe. Dominique Deguines, fagot. Miguel Ángel Gómez Martínez, dirección.

Desde la presentación de la temporada que nos ocupa, la ruptura con las formas del anterior director titular de la Orquesta de RTVE, el uruguayo Carlos Kalmar, es y de algún modo así entendían que debía ser sus responsables, prácticamente total. Pero parece haber algo en las formas de la entidad, desde hace ya tiempo, que no termina de encajar con sus músicos y su música. Bien es sabido que el Arte puede diferir mucho de sus gestores. 

Cuando Platea adelantó con semanas de antelación el nombre del nuevo director titular de la formación, Miguel Ángel Gómez Martínez, numerosas fuentes ligadas a la misma nos hicieron saber su desacuerdo con su elección y con las formas en que esta se llevó a cabo.

La diferenciación siempre es clave y necesaria. La separación con la era Kalmar pasaba pues por eliminar o difuminar algunos de sus puntos esenciales y a la vez algo polémicos en los que se basó su paso por el Monumental. El principal, aligerar la programación de contemporánea y siglo XX. Del mismo modo la especial relación con la música hispanoamericana.

    Entre la nueva temporada, centrada en el clasicismo y el abc del corpus más conocido del que no se duda Gómez Martínez puede ofrecer un buen trabajo, llamaba la atención este Mahler. Parecía un órdago ahí en medio, a buena cuenta del especial trato y cariño que recibió el compositor en la batuta de Kalmar, quien parecía iba hacia una integral de sus sinfonías. Con todo, Miguel Ángel Gómez Martínez elige el Mahler que mejor podría haber servido, su Primera sinfonía, pero es que la desconexión con el de Kaliste ha sido tan grande que ha terminado siendo todo un despropósito. Seguramente este haya sido el peor Mahler que mis oídos han escuchado y con ello debería estar todo dicho. Nada recordaba a Mahler. Nada. Unos tempi caprichosos que rozaban lo letárgico en ocasiones, por blandos, por su carencia de tensión, contrastados con unos finales aligerados y una percusión hacia el estruendo, además de unos metales muy destemplados. El trabajo de planos y texturas entre secciones parecía poco elaborado y la retórica y la sátira del austriaco simplemente no aparecieron. No hubo el tiempo ni el espacio necesario en el Langsam, no hubo balanceo ni espiral de contrastes en la que sumergirnos en el segundo movimiento. Qué difícil es medir el final del mismo y qué mal se llevó aquí. Ni tiempo. Ni poso. Ni sarcasmo. Ni elevación alguna. Nada turbio en el mal construido canon del tercer movimiento. No es que este sea un Mahler más “italiano” como hemos podido incluso escuchar a Luisotti, es que aquí no había ningún trasfondo y la lectura desde el podio era completamente plana. ¿Dónde quedaba la hermenéutica mahleriana? ¿Dónde quedaba Mahler? Mahler quedó muy grande y muy lejos del Monumental. Y es preocupante. Mucho.

Para colmo se emparejó a Mahler con Haydn en una sinfonía, la Concertante 105. Desconexión total, insisto. Aquí, mostrándose mejores formas que en la segunda parte, desde luego y gracias al trabajo de los solistas, especialmente Salvador Barberá al oboe y Dominique Deguines al fagot, pudo disfrutarse algo más, pero el sinsabor posterior es tan grande... Recuerdo ahora, hace no muchos años, un concierto con Shostakovich en el programa (dirigía Víctor Pablo Pérez) donde, sentado con Ramón Puchades, por entonces intendente de la Orquesta Nacional, alguien le espetó, con toda la razón, que la RTVE tenía mejor color y sonido que la Nacional. Era aquella orquesta que enamoraba. Y no era esta.

Un aparte: Si el otro día hablaba de carretillas dejadas en medio de la sala del Monumental durante el concierto, no menos vergonzoso es la imagen que proyecta el que, habiendo uniformado al personal de sala, haya quien se asome a la puerta por donde entran y salen los maestros al escenario, en vaqueros y botella en mano, a ver cómo va la cosa. Peor aún que comiencen los aplausos desde dentro, que queda realmente feo. Si queremos clá, como hacen la mayoría de teatros y auditorios, mejor que esté entre el público, porque oír como comienza desde dentro no queda bien, en absoluto.
Por otro lado, me llama poderosamente la atención que, recuperado el programa de mano, no se incluya la información sobre qué profesores forman la orquesta, quiénes son solistas, quiénes plantilla y quiénes refuerzos. No ví caras habituales y vi otras nuevas que no forman parte de la orquesta. Una orquesta pública, señores, pública, por lo que esta información no es que sea necesaria, es que debería ser obligatoria, máxime cuando se cuenta con una información en web tan dejada por sus responsables.

Foto: RTVE.