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La sombra de Mahler

01/08/2024. Palacio Kursaal, de Donostia. Obras de C. Saint-Säens y G. Mahler. Bruce Liu (piano), y la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Dirección musical: Gustavo Gimeno.

Aunque la inauguración oficial de la LXXXIV Quincena Musical donostiarra se celebra tradicionalmente con distintos eventos –la mayoría de ellos gratuitos- que se desarrollan simultáneamente en distintos puntos de la ciudad y la provincia, para el común de los mortales la misma da inicio cuando se celebra el primer concierto en el recinto principal de la ciudad, es decir, en el Palacio Kursaal, a pocos metros de la parte vieja donostiarra. Y para esta inauguración la organización nos ha traido a Gustavo Gimeno, su Filarmónica de Luxemburgo y Gustav Mahler como platos fuertes.

Comenzaré esta reseña con un reconocimiento: el programa propuesto por Gustavo Gimeno provocó en mi persona cierto desconcierto. Quizás, en parte, porque la fusión de una sinfonía mahleriana con cualquier otra obra me parece harto complejo; quizás porque la figura de Camille Saint-Säens me choca al lado del bohemio. O quizás solamente porque las dos obras propuestas plantean estéticas muy distintas y en ese choque de concepciones musicales puede radicar mi primera perplejidad.

Lo cierto es que ambas obras apenas están separadas por seis años, que en esto de la evolución de la música no significan nada. El Concierto para piano y orquesta nº 5 en fa mayor, op. 103 del francés se estrenó en 1896 mientras que Gustav Mahler terminó su Sinfonía nº 5 en do sostenido menor en 1902. Así pues, coherencia cronológica impecable. Asumamos la propuesta por ahí y observemos qué distintos planteamientos musicales se pueden hacer desde una y otra pluma como ejemplo de las distintas corrientes que se desarrollaban en Europa a finales del siglo XIX y comienzo del siguiente.

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Gustavo Gimeno y su agrupación luxemburguesa son asiduos visitantes de la capital guipuzcoana y cuentan con seguidores que han disfrutado de anteriores experiencias. En la primera obra la batuta supo plegarse al alarde técnico de un pianista de esos que te hacen saber desde el primer momento que sin partitura y con una seguridad absoluta, puede provocar el asombro del respetable. Bruce Liu, de origen chino, nacido en París y de nacionalidad canadiense, ganador en 2021 del primer premio del XVIII Concurso Internacional de Piano Chopin, nos dejó a todos con la boca abierta: una técnica ejemplar, una sobriedad bien estudiada y sin efectismos musicales –lo que no hizo en el bis con el vals de Chopin, en el que buscó epatar al público- para dar forma a un concierto de piano singular. Porque Camille Saint-Säens, por entonces de visita en Egipto donde compuso esta obra, impregna a la misma de aires mediterráneos más que orientalizantes bastante evidentes, sobre todo en el segundo movimiento, el Andante

La mencionada sinfonía de Gustav Mahler ocupó toda la segunda parte y considero que aquí sí, Gimeno desplegó todas las virtudes de la agrupación de la que es titular hasta redondear una versión más que interesante. Apoyado en solistas de una sonoridad y efectividad notables –póngase como ejemplo trompa y trompeta-, basándose en secciones que funcionaron magníficamente y supieron responder a las exigencias de la batuta –contrabajos, por ejemplo- Gimeno mantuvo el pulso de la obra durante los setenta minutos sin que percibiéramos decaimiento alguno.

Impecable en su tenebrosidad intrínseca la Trauermarch inicial, donde destacó el trompeta solista para, sin solución de continuidad, abordar con energía el segundo movimiento, triste y violento. Tras un momento de descanso, el Scherzo, el movimiento más largo, para luego abordar el célebre Adagieto, momento que por su peculiaridad –y quizás por su fama, que todo puede ser- parece trasladarnos fuera de la sinfonía misma. Este movimiento pasa por ser uno de los ejemplos eximios del carácter plural de las estructuras sinfónicas mahlerianas tanto por su estructura –movimiento para cuerda y arpa- como por su desarrollo, de una intimidad avasalladora. Para terminar, el Rondo finale enérgico, vivo, lleno de reminiscencias del movimiento anterior planteadas no tanto como citas sino como desarrollos autónomos del mismo llenas de personalidad.

El público recibió la obra con una salva de aplausos cargados de sinceridad y alegría. Son ya muchos los años en los que la Quincena Musical y la obra de Gustav Mahler viven un idilio y un año más hemos cumplido con la “tradición”. La sombra de su obra es muy alargada y quizás el concierto para piano inicial pagó por ello aunque, por otro lado, cumplimos con la costumbre y ello solo nos provoca agradecimiento.

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Fotos: © Quincena Musical-Iñigo Ibáñez