Entusiasmo limitado

Bilbao. 06/11/2024. Sociedad Filarmónica de Bilbao. Obras de M. Ravel, L. Delibes, J. Massenet, G. Bizet, G. Meyerbeer, G. Donizetti, S. Mercadante y G. Verdi. Lisette Oropesa (soprano) y Alessandro Praticó (piano).

La ABAO ha tenido a bien organizar un concierto en homenaje a los socios de la organización y que llenó hasta la bandera el precioso recinto que es la Sociedad Filarmónica de la capital vizcaína. Las más de 900 butacas estaban llenas y como no estaban numeradas daba cierta gracia ver a mucho conocido del Palacio Euskalduna correr de un lado a otro en busca de la butaca ideal. El concierto lo protagonizaba una de las estrellas actuales de la lírica, la estadounidense Lisette Oropesa que apenas hace unos días había triunfado como Manon en la obra homónima de Jules Massenet. Supongo que aprovechando la proximidad se regala este concierto a los sufridos socios de la asociación. Así, además, se recuerda el recital de 2021, realizado en lo peor de la pandemia y que se programó para sustituir la ópera escenificada y en la que ya interpretó alguna de las mismas obras que en esta se programaron.

Tras el concierto me ha quedado una sensación agridulce y ello por distintas razones que trataré de desgranar en esta reseña. Si comenzamos por la parte dulce solo procede decir que Oropesa es una soprano lírico-ligera muy interesante, dueña de una voz relativamente ancha, brillante y con cierta seguridad en la franja aguda Oropesa enseñó en más de una ocasión unos graves más que sólidos –por ejemplo, en la Vocalise, de Ravel o en la canción de George Bizet Adieu de l’hôtesse arabe-, casi impropios de una soprano ligera. Oropesa es también dueña de una técnica muy interesante y como prueba de ello pudimos disfrutar en La primavera, de Saverio Mercadante o en la primera propina, Madre de mis amores, de la zarzuela Monte Carmelo, de Federico Moreno Torroba de sendos trinos dignos del aplauso más fervoroso. No quedan a la zaga los filados del aria Robert, toi que j’aime, de Robert, le diable, de Meyerbeer. En resumen, que Lisette Oropesa es dueña de recursos canoros más que evidentes para convencernos de que estamos ante una cantante de entidad.

Pero si el sentimiento es agridulce eso quiere decir que algún aspecto nos dejo algo fríos. Y es tengo que aceptar que toda la primera parte me dejó una sensación de vacío emocional importante. Toda esta parte estaba unida en sí por bastantes obras que hacían referencia al mundo andaluz –ya se sabe que lo andaluz y lo español es exactamente lo mismo- y así, el bolero Les filles de Cadix, de Leo Delibes es posible que sea efectista pero bastante ramplón y estereotipado. Algo similar me ocurrió con el aria A Séville, belles señoras, de Don Cesar de Bazan, ópera casi ignota de Jules Massenet o la Chanson andalouse del mismo compositor; de acuerdo, escuchar música lírica del Massenet más desconocido siempre está bien pero entiendo que el interés de estas propuestas es bastante limitado.

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Si la primera parte fue franco-andaluza la segunda fue italiana y estuvo mejor servida. Por desgracia, y le ocurrió en un par de ocasiones, la voz de Lisette Oropesa pierde brillo en el sobreagudo, tornándose mate y con problemas de mantenimiento de las notas finales. Quiero entender que en la comprensible evolución de la voz de la soprano esto es absolutamente normal y lógico y en la medida en que en ella cambie su voz así habrá de ir evolucionando su repertorio. Hermosas las canciones de Mercadante y Verdi y presencia de la coloratura, con algún pequeño problema sin más trascendencia.

Al término del concierto la reacción del público fue entusiasta pero sin el fervor que he podido vivir con otros cantantes en circunstancias similares. Las propinas fueron dos fragmentos de zarzuela que no dudo en decir fueron lo más redondo de la velada. Por un lado, una romanza de Monte Carmelo, de Moreno Torroba, una de las cientos de zarzuelas olvidadas por los teatros y la segunda, la famosa romanza de María la O, de Ernesto Lecuona, con la que la soprano viajó a sus orígenes cubanos. 

Su acompañante fue el pianista italiano Alessandro Praticó, muy involucrado con la soprano aunque sus dos intervenciones solistas, no previstas en el programa de mano y que él reconoció ser improvisadas estuvieron lejos de despertar el entusiasmo del público. Estas fueron Sevilla (¡cómo no!), de Isaac Albeniz en la primera parte y Canción de la primavera, de Mendelsson-Bartholdy, que uno no sabe muy bien como encajar en el programa primigenio. En definitiva, un recital interesante pero que por distintas circunstancias no despertó en el público el entusiasmo de otros; y eso que pudimos disfrutar de una gran cantante.