achucarro martinez 20221

Novedad y emoción

Madrid. 08/11/24. Teatro Monumental. Obras de Grieg y Langgaard. Joaquín Achúcarro, piano. Orquesta Sinfónica de RTVE. Thomas Dausgaard, director.

Qué buena idea ha tenido la Orquesta de RTVE juntando la novedad y el interés de descubrir un interesantísimo compositor completamente inédito en nuestro país, con la emotividad de rendir homenaje a uno de nuestros pianistas más grandes e importantes de nuestra reciente historia. Y les he quedado redondo.

Porque digámoslo sin ambages: lo de Joaquín Achúcarro a sus 92 años es pura magia. Y, perdón, odio el edadismo, y citar la edad creo que al final es, en cierto modo, contribuir a ello, pero 92 años, y tocando así, no se puede llamar de otra forma. La sala se llenó de emoción, muchísima emoción, algo tan importante y realmente tan escaso, y solo por eso, ya mereció todo muchísimo la pena. A destacar el segundo movimiento, adagio, del Concierto para piano op.16 de Edvard Grieg, mas afín a los actuales medios del pianista, donde hubo concentración y embelesamiento, y donde el director Thomas Dausgaard y orquesta contribuyeron maravillosamente con la ensoñada introducción y su posterior progresión hasta la entrada de la trompa con el precioso remate de la diferenciación modal en menor de su último solo. Achúcarro concedió dos propinas (Claro de Luna de Debussy y Nocturno de Grieg) pero parecía que por él podría hacer seguido tocando y tocando sin parar y sin importarle ni ocasionarle el mínimo esfuerzo o cansancio. Un fenómeno, y un verdadero Maestro.

En la segunda parte venía la novedad: el estreno en España de la Sinfonía n.1 de Rued Langgaard (1893-1952), compositor danés alumno de Nielsen de larga y cambiante trayectoria, y que, últimamente está mereciendo una labor de recuperación de su ingente obra. Precisamente Thomas Dausgaard, el flamante principal director invitado de la Orquesta Sinfónica de RTVE, y que hacía estreno en este programa de su cargo, es uno de sus principales valedores, como demuestran sus grabaciones de las 16 sinfonías del compositor.

El impacto al comenzar la Sinfonía es tremendo. Con una orquesta descomunal, y una intensidad y un voltaje únicos, deja con la boca abierta escuchar lo que un compositor con 17 años (si, han leído bien) puede llegar a hacer. Descaradamente volcánica, de una densidad máxima, el compositor emplea un lenguaje muy propiamente finisecular lleno de capas de infinitos estratos de variado recorrido y material. A destacar la exposición del primer tema, rellenado con una miríada de burbujeantes y asimétricas notas tocadas por los violines segundos y violonchelos, que, como si fuese un espejeante cuadro de Gustav Klimt, refleja a borbotones luces y sombras de muy variado espectro. Impresionante también el momento de atrevidas armonías de arpas y flautas, o la sorprendente y rara progresión de tres notas que comienza con las violas. Ojos como platos.

El segundo movimiento emplea un motivo que comienza con dos notas a modo de resolución, que desarrolla posteriormente, y que rompe de repente con un sorprendente y espectral momento de tremolos de la cuerda y extrañas intervenciones del oboe y trompa extraordinariamente expuesto por solistas y director. Conseguidísimo el especial diminuendo del clarinete. El tercer movimiento se inicia con un largo pedal del viento sobre el que el compositor crea una escalonada progresión y con el que Dausgaard y orquesta consiguieron otra cima de su extraordinaria interpretación.

El cuarto movimiento es quizá, para el que suscribe, el menos inspirado de la Sinfonía en lo que quizá sería algo así como su Scherzo. Y en el quinto y último se recopilan temas de anteriores movimientos, y es donde la densidad y la sobreabundancia de ideas comienzan a abrumar y a pesar un tanto en una obra que sobrepasa la hora de duración. Curioso el empleo de tubas wagnerianas, y apoteósico el añadido de la banda interna de instrumentos de metal que le agregan un plus de impacto al poderosísimo final.

Y vamos con los intérpretes, porque hay que agradecer y mucho a Dausgaard el programar esta obra y haber conseguido una interpretación tan ejemplar. Es impresionante ver como el director domina la complejísima obra y sabe organizarla de manera tan maestra. Los planos sonoros, tan difíciles de secuenciar en esta densísima Sinfonía, fueron una obsesión para el director, y clarificó y entresacó de manera siempre muy sabia. Y hay que agradecer la intensidad conseguida, que fue realmente insólita, gracias a la viva y presente acústica del Teatro Monumental, y gracias a la extraordinaria interpretación de la Orquesta Sinfónica de RTVE  que culminó una actuación que yo no recordaba desde hacía mucho tiempo. Todas las secciones brillaron al máximo a un sobresaliente nivel en una obra, no olvidemos, dificilísima y agotadora, pero es que además pusieron un entusiasmo y unas ganas que solo aparecen en contadas ocasiones, y vaya si se notó. Valiosísimo el entendimiento demostrado entre orquesta y director y que puede presagiar grandes noches en el Teatro Monumental.

En resumen: emoción, homenaje a un Maestro, intensidad, muchísimas ganas; y novedad, demostrando que puede haber vida tras los reiterados y manidos ‘Mahlers’ programados una otra vez. Gracias
.