EliahuInbal ZChrapek 

Enérgica senectud

Bilbao. 16/02/2017. Auditorio Euskalduna. Sinfonía nº 7, de Gustav Mahler. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Eliahu Inbal

El mismo día que cumplía ¡81! años Eliahu Inbal se ponía al frente de la Orquesta Sinfónica de Bilbao en el décimo concierto de abono para que esta masa orquestal interpretara, por primera vez en su larga historia, la Sinfonía nº 7 en mi menor, La canción de la noche, de Gustav Mahler. Quisieron también las circunstancias que este concierto se celebrar apenas dos semanas antes del macrofestival Musika/Música que en el mismo escenario y salas adyacentes va a dedicarse en la edición de este año a Bohemia y, por lo tanto, a Gustav Mahler y otros compositores. Así pues, la BOS nos ofrecía el pórtico ideal para entrar en materia y esperar con mayor ansia, si cabe, esos próximos cuatro días llenos de actividad. 

Que Eliahu Inbal es un experto en Mahler es ya conocido; que el concierto prometía ochenta minutos de enorme densidad era algo previsible; y que salimos satisfechos de la labor de todos no es sino certificar la calidad alcanzada en la interpretación de esta, una de las sinfonías menos abordadas del compositor.

El mérito recayó en la capacidad de Inbal de desentrañar los numerosos hilos que en forma de pequeños detalles jalonan la obra sin que ello menoscabara la necesaria unidad de la misma. Inbal propone una interpretación coherente a través de ir creando distintos planos sonoros,  que el director es capaz de ensamblar con gran precisión, dando a la obra la ya mencionada unidad. Y cabe subrayar que ante sus demandas los maestros de la orquesta respondieron con pericia, superando los pequeños accidentes que, sobre todo al principio, sufrieron los metales. En esta labor destacaron las secciones de cuerda –bello sonido el de la cuerda grave- y viento, además de una percusión precisa, con un inicio majestuoso del último movimiento.

Así, según se iba construyendo la sinfonía podía apreciarse, cada vez con mayor claridad, el gusto de Inbal por matizar con una mano derecha certera y exigente mientras que con la izquierda pedía vuelo y poesía a los músicos. La respuesta de estos, contundente cuando era menester –como en los movimientos extremos de la obra- o delicada –caso del Scherzo central o, más aun, en el cuarto movimiento, la Nachmusik II-, llegando a matizar con gusto exquisito, arrancó del público una respuesta sincera de aprobación.

Ha sido un acierto la programación de esta obra. Un acierto mayor el habérsela encomendado a un conocedor del mundo mahleriano como Inbal. Y era justo que, entre los aplausos del público se arrancaran los músicos de una orquesta a la que se le notaba feliz a desearle un feliz cumpleaños, lo que fue subrayado por el público en justo agradecimiento; el mismo que no tuvo el desalmado que dejo sonar ¿veinticinco veces? su teléfono mientras tratábamos de disfrutar de Mahler. Y es que idiotas vienen todos los días.