viejecitaAntonioCastro 2017 002

Lo bien hecho

Madrid. 29/03/17. Teatro de la Zarzuela. Fernández Caballero: Château Margaux / La viejecita. Ruth Iniesta (Angelita Vargas / Luisa). Jesús Castejón (Ricardo Gracián / Don Manuel). Borja Quiza (Comandante / Don Francisco). Emilio Sánchez (Esteban Martín / Manuel Fariñas). Miguel Sola (Sir Jorge), entre otros. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Lluís Pasqual, dirección escénica. Miquel Ortega, dirección musical.

Que el teatro no es, tal vez lo fue, una herramienta transformadora de la sociedad, es tan triste como evidente, pensar lo contrario hoy día sería pecar de ingenuo, aunque tal y como afirmaba Marsillach, sí que puede ayudar a ello. Tampoco lo es la música (aquí no tengo tan claro que alguna vez fuera verdadero motor de revolución alguna) y, sin embargo, en ocasiones uno puede acudir al teatro sin hallar una mínima evolución personal y salir totalmente satisfecho. El doble programa dedicado a la música de Fernández Caballero es una buena muestra de ello.

En esta producción del Arriaga de Bilbao que recupera Daniel Bianco para el Teatro de la Zarzuela, se presentan dos pequeñas, coquetas y sencillas obras del genial Caballero: Château Margaux y La viejecita, en una puesta tan simple como elegante. Tres reconocidos nombres fuera y dentro del escenario tienen la culpa. El primero Miquel Ortega, batuta en alto, dirigiendo a la Orquesta de la Comunidad de Madrid sobre el escenario. En sus manos ésta, no siempre doblegable, suena más sutil de lo acostumbrado. Atenta, flexible e incluso diría prudente a la hora de guiar y acompañar, y eso teniendo en cuenta que prácticamente en ningún momento pudo indicar directamente a los cantantes, al encontrarse tras ellos. Por su parte el coro apareció más medido, más tenso en su filial femenina de lo acostumbrado, siempre eso sí en su habitual buen hacer.

La escenografía de Paco Azorín, quien también optó al puesto de intendente de la casa, no renuncia a sus señas de identidad, especialmente en el cuidado estudio radiofónico de Château Margaux, donde hubiera ayudado una mejor iluminación del propio Pasqual. Escena tan refinada en lo estético como la de La viejecita, más deslumbrante, y muy bien cohesionadas las dos, a cuenta de las limitaciones técnicas de la Zarzuela.
    Lluís Pasqual, pese a lo apuntado, regaló una dirección de esas precisas y detalladas que suele tener el gusto de regalarnos, aquí sobre su libre versión de las obras, divertida sin histrionismos. No se le puede achacar nada que no sea el gusto y cuidado que deposita en la búsqueda de lo bien hecho.

Sobre el escenario brilló la soprano Ruth Iniesta como protagonista de las dos obras. Hizo y deshizo en estos dos breves papeles como quiso. Demostró todo su saber hacer en lo actuado y deslumbró en lo cantado, especialmente en el dúo final de La viejecita, donde se mostró delicada en el decir, sobrada de medios, de canto dulce y cautivador. Sublime. La Iniesta ya es de la casa y aunque ahora la reclaman otras casas internacionales, algo me dice que no tardará mucho en volver a la calle Jovellanos.
    Junto a ella se disfrutó con un divertido plantel de secundarios, además de con el acertado hacer dramático de Borja Quiza en la segunda parte y la sensacional participación de Jesús Castejón como doble maestro de ceremonias. Lo que viene siendo un hombre de teatro que destila teatro por los cuatro costados.

Y ahora, volviendo al principio, olviden todo mi primer párrafo, pues leo que hay quienes se han asustado al ver “el toque gay” de algún personaje. Pluma, se dice pluma, y no hace falta ser gay para tenerla pero sí, seguimos necesitando teatro, mucho teatro. Teatro, aire y mundo. No hay teatro inocuo, afortunadamente, o al menos no debería serlo y el teatro bien hecho no lo es. Este ha sido del bueno, también la música, y veo que ha tenido efecto hasta seguramente en aquellos aspectos en que no lo pretendía. Enhorabuena.

Foto: Antonio Castro.