Belleza y hondura
Ante los que consideran que un recital de lied o de canción de concierto supone una especie de descanso, de relax, para un cantante que generalmente se dedica a la ópera o la zarzuela, yo les pondría, para desmontar esta idea, una grabación del recital que la mezzosoprano María José Montiel ofreció ayer en el Teatro Principal de Zaragoza. Montiel fue un ejemplo de entrega, de profesionalidad, de belleza. Porque no es un reto nada fácil enfrentarte, acompañada por un pianista, a un teatro que tiene toda su atención centrada en ti. En esos momentos, con la únicas armas de tu voz y tu gesto, es donde se vió la raíz, el fundamento, de la artista, la hondura de su arte. Montiel posee una voz grande, bella, plenamente de mezzo, que se mueve con facilidad por toda la tesitura de su cuerda. No falta un timbre atractivo, dorado y cálido, un fiato de vértigo, que proporcionó momentos gloriosos durante el concierto, y, sobre todo, un dominio del filado, de esas notas mantenidas casi como un susurro durante segundos interminables, que emocionaron al espectador. En cuanto al gesto este siempre fue medido, muy acorde con lo que se cantaba, siempre transmitiendo el sentimiento y la emoción del texto.
Comenzó el recital, que estuvo dedicado a la canción española de concierto en su primera parte y ya, en la segunda a canciones en portugués y francés, con tres de las bellísimas Canciones negras de Xavier Montsalvatge. Hubo aires y modos habaneros en Cuba dentro de un piano que, con letra de Rafael Alberti, el primer momento mágico con Canción de cuna para dormir un negrito, bellisimamente cantada y alegría y desparpajo en Canto negro, canción nada fácil de ejecutar y que Montiel resolvió perfectamente. Curiosamente esta composición se la dedicó Montsalvatge a Pierrette Gargallo, única hija del escultor aragonés Pablo Gargallo, que tiene un museo a unos cientos de metros del Principal. El siguiente guiño a Aragón fue la inclusión de las Tres canciones españolas del compositor turolense Antón García Abril, autor muy admirado, como comentó al público el pianista Rubén Fernández Aguirre (luego comentaremos su excelente trabajo), por Montiel y él mismo. Tampoco se olvidó Aguirre de recordar a García Lorca, autor de los poemas en los que se basan estas canciones, del que se cumplen este año 80 años de su fusilamiento. Las tres canciones (Zorongo, Nana, niño, nana, Baladilla de los tres ríos) se inscriben en el García Abril más académico, que más se ajusta a los aires andaluces y gitanos de los poemas, y que sólo se permite algún toque rompedor en los acordes del piano. Cerraba la primera parte dos canciones de Turina. En la primera, María José Montiel agradeció al público su asistencia y su emoción por su debut en Zaragoza y quiso dedicar la canción Saeta en forma de Salve a la Virgen Macarena a la gran Pilar Lorengar, recordando la talla internacional de esta inmensa cantante a la que, señaló, nunca se le ha hecho suficiente reconocimiento en España, ni en Aragón. La otra canción de Turina fue Farruca, a la que Montiel dio un perfecto aire andaluz lleno de intención y encanto.
La segunda parte nos introdujo en las dulces sonoridades del portugués. Primero fueron dos canciones del compositor brasileño Jayme Ovalle, que Montiel conoce perfectamente, ya que forman parte de su disco Modinha con el que fue finalista en los Grammy. Precisamente fue la bella canción de amor que da nombre al disco, Modinha, la primera interpretada. Pudimos comprobar la soltura y comodidad con las que Montiel canta en portugués, la suavidad de sus giros, el encanto de su pronunciación.En la conocidísima Azulao (hasta el gran Gerard Souzay la tiene grabada) tuvimos más de lo mismo, elegancia, hondura. Ernesto Halffter pasó largas temporadas en Portugal (estaba casado con la pianista portuguesa Alice Câmara) y tenía una especial querencia por la música y los poemas en esa lengua. De allí nacieron varias obras de las que en el recital pudimos escuchar la hermosa Cançao do Berço, canción de cuna tradicional portuguesa compuesta alrededor de 1930 y la intimista, preciosa, Ai, che linda moça, que supuso otro de los momentos álgidos del programa ya que Montiel cantó esta composición a modo de fado de una manera magistral, con una emoción plenamente transmitida al público. Connais-tu le pays es un aria muy cantada en concierto por mezzos, pertenece a la ópera Mignon de A. Thomas y nuestra protagonista la desgranó con gusto y demostrando también una facilidad para modular en francés. La interpretación de la archiconocida À Chloris de Reinaldo Hahn, volvió a enamorar al público. Se cerraba el concierto con otra aria básica para mezzo: Mon coeur s’ouvre à ta voix de Samson et Dalila de C. Saint-Saëns. Fue una de las mejores interpretaciones de la noche, donde Montiel demostró lo gran cantante que es mezclando perfectamente los toques de sensualidad, elegancia y maldad subyacente que tiene el aria. El final, ese “Samson, je t’aime” con el que se cierra cuando se canta en concierto fue simplemente maravilloso, susurrado, no gritado que hemos oído tantas veces. Tres propinas de campanillas completaron el recital: la habanera de Carmen (impresionante Montiel en este papel que acaba de cantar en el San Carlos de Nápoles con Metha en el foso), Clavelitos de Valverde y el tango El día que me quieras. ¡Brava!
Rubén Fernández Aguirre es un avezado pianista que ya hemos podido disfrutar en otros conciertos en Zaragoza. Una vez más demostró ser un perfecto acompañante que olvidó protagonismo para realzar el trabajo de su compañera. Siempre atentísimo, sutil, dio una lección de cómo se puede hacer un trabajo extraordinario sin alboroto. Destacaría su excelente ejecución de las piezas de García Abril, del fragmento de Mignon y del tango que cerró las propinas.
Es admirable la tozudez con la que la Asociación Aragonesa de Ópera Miguel Fleta sigue luchando por traer espectáculos de calidad a Zaragoza. Contra viento y marea y sin casi apoyos (lacerante la actitud de instituciones y grandes empresas, como Ibercaja, que se dicen protectoras de la cultura) hace posible que podamos ver cantantes y músicos que de otra manera difícilmente podríamos disfrutar aquí. Y otro handicap es la respuesta del público zaragozano. Que en una ciudad de casi 700.000 habitantes un teatro como el Principal se llenara solamente a la mitad para escuchar un concierto benéfico de la flamante Premio Nacional de Música 2015 es bastante indicativo del nivel cultural de la ciudad. Gracias por todo esto a María José Montiel y Rubén Fernández Aguirre que, desinteresadamente, nos han ofrecido uno de los mejores conciertos que se recuerdan por estos lares.