De Oviedo a Jaipur
Oviedo. 15/06/2017. Teatro Campoamor. Guillermo Martínez: Maharajá. Beatriz Díaz, David Menéndez, María José-Suárez, Juan Noval-Moro, Francisco Sánchez, Martina Bueno, Antón Caamaño, Roca Suárez. Orquesta Oviedo Filarmónia. Dirección musical: Marzio Conti. Dirección de escena: Maxi Rodríguez.
Unos cuantos años nos separan ya de aquella “Fuenteovejuna” musicalizada y estrenada en el madrileño Teatro de la Zarzuela a comienzos de los 80; muchos menos, de la polémica “¡Cómo está Madriz!” escrita por Miguel del Arco y tan sólo unos días de este “Maharajá”, la apuesta asturiana por un género que “parece dormido, pero no duerme"
Así las cosas, para cualquier aficionado a la zarzuela resulta muy extraño sentarse en una butaca sin conocer de antemano la obra que se va a representar. Casi tanto como leer la biografía de su compositor y encontrar en ella una única fecha, la de nacimiento. Ningún arte puede mantenerse en exclusiva de creaciones pasadas. De la misma forma que hay nuevo cine después de Hitchcock o Kubrick, debería haber nueva zarzuela después de Chapí o Sorozábal. Sin ánimo de caer en lo ingenuo, lo cierto es que el estreno de obras como este “Maharajá” supone un soplo de aire fresco, cargado de libertades creativas construidas de forma legítima sin la necesidad de masacrar cualquier otro título ya existente.
Estructurada en un único acto, “Maharajá” es una zarzuela adscrita al llamado “género chico”. Noventa minutos de escena –la mayoría con Oviedo como telón de fondo- en los que hay tiempo para presentar y resolver multitud de conflictos entre personajes. El choque cultural entre las tradiciones asturianas y las hindúes actúa como motor de la acción, dando lugar a diversas situaciones cómicas, más o menos ingeniosas, sobre las que se sustenta la obra. Ésta comienza en la ciudad de Jaipur donde, tras una ágil obertura, se nos presenta a los dos personajes protagónicos: Vanesa y Mishka. Ella es una asturiana a punto de regresar a su tierra tras un año sabático visitando India; él un hindú que rehúsa dejar su país pese al amor que siente por ella. Conscientes de la realidad, ambos terminan por separarse tras el dúo “No sueltes mi mano”, uno de los momentos más líricos de la partitura. Ya en Asturias, Vanesa se irá reencontrando con familiares y amigos mientras añora en silencio a Mishka quien, finalmente, viajará hasta la capital asturiana para reencontrarse con ella y desposarla según el rito hindú. Mientras esto sucede Ana, inseparable amiga de Vanesa, vive su drama personal hartándose de la tranquila vida que se desarrolla en Asturias y que tanto le gusta a Orlando, su pareja. Como no podía ser de otra forma, los múltiples enredos argumentales terminan por deshacerse felizmente en un tutti final previo a la caída del telón.
Tras los aplausos, quedará en la memoria el recuerdo de una obra diferente y actual. De humor algo fácil por momentos, pero sinceramente divertida en otros. Lastrada, eso sí, por un uso abusivo de clichés como la dificultad de los ancianos para manejar los teléfonos móviles o la cerrazón de los asturianos en sus tradiciones. Musicalmente, el trabajo de Guillermo Martínez se demuestra divertido y ocurrente –aunque no memorable-, incluyendo en su composición desde melodías populares como la “canción del elefante”, mezcladas con bases rítmicas de batería, hasta guiños a la zarzuela tradicional y algún que otro pasaje para gaita. A todo ello respondió con profesionalidad la Oviedo Filarmonía, que sonó como debía hacerlo bajo la dirección de su titular: Marzio Conti, quien está a punto de retirarse de su cargo tras seis años al frente de la formación.
Como no podía ser de otro modo, una zarzuela genuinamente asturiana requería también intérpretes de “la tierrina”. En este sentido, es siempre un placer contar con el barítono David Menéndez, habitual del Teatro Campoamor y una apuesta segura para el papel de Mishka, que supo estrujar al máximo con su impecable interpretación vocal y actoral. Para el de Vanesha –o Vanisha, como la llama Mishka- se confió en la allerana Beatriz Díaz, de quien aún recuerdo una emotiva Liù hace ya algunos años sobre las tablas de este mismo teatro. Díaz posee una voz trabajada, quizás con demasiado metal en el agudo, pero capaz de salir airosa de personajes vocalmente mucho más complejos que él que nos ocupa, siendo por tanto una excelente compañera para el Mishka de Menéndez.
Avanzando en el reparto, encontramos muy acertada la Ana de María José Suárez, actoralmente irreprochable y capaz de sellar, en compañía del Orlando de Francisco Sánchez, los momentos más graciosos de la obra. En relación a éste último cabe quizás exigirle una proyección más generosa para un sonido que, por lo demás, se demostró sobradamente atractivo. Cerrando el elenco de cantantes, Juan Noval-Moro arrancó algo destemplado interpretando el rol de Velino, ganando en solvencia a medida que avanzaba la obra. Cabe mencionar, por último, el excelente trabajo del actor Roca Suárez en el papel de Amador, que derrochó tablas desde su salida a escena.
Se cerraba así una interesante temporada de zarzuela para capital asturiana. Brillante en títulos como “Las Golondrinas” o “Doña Francisquita”, solvente con “Don Gil de Alcalá” y curiosa, cuanto menos, con este “Maharajá” cargado de una renovación estilística que, sin duda, ha logrado llamar la atención de muchos ovetenses.
Foto: Irma Collín / La Nueva España.