Forza Munich W.Hosl 

Exorcismos vocales

Munich. 19/07/17. Bayerische Staatsoper.  Müncher Opernfestspiele. Anja Harteros (Leonora), Jonas Kaufmann (Don Alvaro), Simone Piazzola (Don Carlo di Vargas), Vitalij Kowaljow (Padre Guardiano), Nadia Krasteva (Preziosilla), Ambrogio Maestri (Fra Melitone), Heike Grötzinger (Curra). Dir. de escena: Martin Kusej. Dir. musical: Asher Fisch.

La forza del destino de Verdi tiene el estigma y la fama de ser su ópera gafe, por varios motivos desde su estreno en San Petersburgo en 1862, a causa de diversos sucesos ocurridos durante su representación. Sirva como funesto ejemplo la muerte del barítono estadounidense Leonard Warren en 1960, en plena actuación en el Met, quien se desplomó en el escenario después de haber cantado el recitativo y aria del tercer acto que comienza con este texto:  “Morir! Tremenda cosa! ... Urna fatale del mio destino”…

La presencia en este título de una de las parejas más atractivas y compenetradas del actual star system lírico, la conformada por la soprano Anja Harteros y el tenor Jonas Kaufmann, sin duda la pareja de oro de la Ópera de Munich y una de las que mas cancelaciones solistas ofrecen por separado en su dilatado historial, hacían temer lo peor. Pero la suerte no emborronó con su presencia y ambos cantaron en plenitud de facultades, retomando esta infausta producción firmada por Martin Kusej, que ya habían estrenado conjuntamente en diciembre del 2013, comercializada además ya en DVD.

La mala suerte en esta ocasión, si se sigue con ese hilo conducor, fue la batuta sin nervio, impersonal y poco menos que de acompañante de Asher Fisch, quien desde la celebérrima obertura, dirigió sin gancho, desaprovechando el maravilloso sonido de la excelsa Bayerische Staatsorchester. Se le puede reconocer oficio en su acompañamiento a los cantantes, fraseo y saber dejarlos respirar, pero… que poco incisivo con una partitura compleja y en cierto modo llena de trampas, ese personaje imposible de Preziosilla, el leitmotiv que impregna la obra y que pide carisma y trascendencia musical en escenas clave como el final del primer dúo del primer acto, o las arias de Don Álvaro y Leonora. 

Una lástima que se sumó a lo ingrato de cantar en medio de una producción feísta, en la peor tradición del Reghietheater germánico. La firma del siempre inquieto Martin Kusej, vistió de un gris monocromático la escena, con sus simbologías religiosas, crucifijos, totalitarismo militar, familias enfrentadas, luchas sociales y un indigesto batiburrillo de ideas, mafias y outsiders que ni ayudan a entrar en una historia de por sí poco agradecida con un libreto largo y enrevesado, ni consiguen mantener la sintonía deseada entre foso y escena, que se queda en un continuo coitus interruptus…A destacar, por novedoso y original, la escenografía, con punto de vista zenital, en el primer cuadro del acto tercero, donde a pesar de tener a Kaufmann cantando su gran aria “O tu che in seno agli angeli", el espectador se queda pendiente de los movimientos de una pareja que intenta como puede mantener el equilibrio para conseguir el efecto óptico de observar la escena desde el cielo…consiguiendo el efecto contrario y encima distrayendo del canto noble y maduro del tenor.

Asi las cosas, el canto de dos solistas en estado de gracia, un barítono de gran actuación y entrega y personajes secundarios del peso de lujo de todo un Ambrogio Maestri como Fra Melitone, salvaron una función del tedio más absoluto. Como si de un exorcismo vocal radiante en el caso de Kaufamnn, algo menos en el de una Harteros que fue de menos a más y un Simone Piazzola a la altura de un personaje ingrato y difícil, el milagro de la hermosa música de Verdi se pudo recrear en las prestaciones vocales de un reparto brillante.

Anja Harteros posee un instrumento esmaltado, redondo, generoso y sin problemas de tesitura que enamora al instante, y sin embargo, su primera aria sonó fría y distante, “Me pellegrina ed orfana”, como si la voz todavía necesitara calentarse. Mejoró con la del acto segundo: “Vergine degli Angeli” a pesar de un coro algo desajustado, y reinó como la diva reconocida que es con un pletórica “Pace, pace” de muchos quilates. Su timbre argentino, radiante zona aguda, pulposo centro y seguro registro grave, la convierten en una voz ideal de soprano lírica pura que sabe mostrar carisma y colores de spinto sin serlo. Además es una estupenda actriz a la que nadie le podrá criticar que no estuviera implicada en medio de esta legañosa producción: su química en escena con Kaufmann es ideal, sobreponiéndose en su primer dúo, en medio de un pueril juego de cortinas que impone Kusej, con un empaste vocal hermoso y gratificante con el tenor. Una presencia radiante que hace desearla verla más a menudo, y marcar como visita obligada el próximo Festival de Bayreuth 2018, donde debutará como Elsa en la colina sagrada, bajo la batuta de Christina Thielemann y al lado del debut de Roberto Alagna como Lohengrin.

El que seguramente es el Lohengrin ideal de hoy en día, con permiso del lírico Beczala debutante en 2016, Jonas Kaufmann, demostró a los escépticos como ha mejorado en sus incursiones en el repertorio italiano, del que siempre fue menos ideal dada su vocalidad abaritonada y oscura. Es cierto que su emisión o gusta o no; en el repertorio francés se antoja mucho más idónea así como en el germánico, teniendo como referencia un Lohengrin que es para muchos su cúspide como solista wagneriano. Pero sus filados, la recreación atmosférica que consigue con su "La vita è inferno all’infelice”, su nobleza interpretativa, la seguridad insultante de un registro agudo generoso y sin mácula, sus dinámicas vocales, sus piani y su legato, amén su adecuación física en escena, lo convierten en un Don Álvaro de un atractivo irresistible.

Simone Piazzola (Verona, 1985), recoge con sapiencia la honrosa escuela italiana de los barítonos verdianos, con la seguridad de un registro homogéneo, un cuidado fraseo y una articulación propia de un cantante que cuida el texto y su claridad. Si bien el timbre es algo genérico, sabe acentuar con personalidad en los momentos clave, medir sus fuerzas con inteligencia y asegurar su presencia vocal con una proyección más que suficiente. Coronó una meritoria “Urna Fatale" que encendió al público muniqués con una cerrada ovación que se repitió al final de la ópera, a la altura de dos entrellas como son Harteros y Kaufmann, lo que no es poco.

Un lujo fue escuchar y ver al gran Ambrogio Maestri como Fra Melitone, un personaje bufo en medio de una tragedia extraña y romántica al que le supo dar la contrapartida con comicidad y recursos sobrados. Su riqueza a la hora de mostrar un fraseo atractivo y cómplice además de una vocalidad generosa y cálida aseguraron su éxito con el beneplácito de un público entregado. Siempre correcto y de instrumento resolutivo Il Marchese di Calatrava del bajo-barítono Vitalij Kowaljow, quien supo destacar sus medios con un personaje ingrato y breve, más si cabe con un poco creíble dramatúrgicamente ¡¿Padre Guardiano?!. Por último destacar la inteligencia de medios de Nadia Krasteva, una especialista en el imposible rol de Presiozilla, quien asume con arrojo su aria “Al suon del tamburo” con un registro de graves generosos y un efectivo agudo.

Resto del reparto adecuado y coro con prestaciones de solistas pero en conjunto una labor algo emborronada por falta de precisión y sobretodo recreación de un sonido homogéneo y brillante como siempre exige Verdi.