Traviata Irun 

Una Traviata zombi

Irun. 29/10/17. Centro Cultural Amaia. G. Verdi: La traviata Guiomar Cantó (Violetta) Maela Vergnes (Flora), Manuel de Diego (Alfredo), Luis Cansino (Giorgio), Mikel Zabala (Grenvil) y otros. Orquesta Sinfónica y Coro Luis Mariano Dir. Mus.: Aldo Salvagno. Dir. Escena: François Ithurbide. 

Comenzaré con un reconocimiento público: me encanta The Walking Dead. La sigo fervorosamente y el tema de la Apocalipsis zombi me parece muy interesante. Ahora, lo de trasladar La traviata a una época zombi, ¿no está muy traída por los pelos? Sobre todo porque tras ver la función se pone uno a analizar el tema con un poco de mala leche y por poner un solo ejemplo, ¿no es raro que una zombi se encuentre indispuesta en una fiesta si ya está muerta?

La idea es original y creo que hay que reconocer a la Asociación Lírica Luis Mariano la valentía por llevarla a la práctica. En el programa de mano François Ithurbide justifica su propuesta señalando que la de La traviata es “…una sociedad que perdió su alma y no vive más que para existencia de placeres desenfrenados y ampliamente pagados: una sociedad de muertos vivientes”. Así, la presencia de los zombis adquiere carta de naturaleza; lo que ocurre es que con tal justificación medio mundo actual podría entrar en la misma categoría de zombis perpetuos.

Entrando ya en materia quiero apuntar una cuestión ya conocida pero no por ello menos importante: Irun y su ópera tienen un problema muy serio con la disposición de la orquesta. Un minifoso donde los músicos solo pueden colocarse en fila de a dos, creando una barrera incluso física entre el escenario y el público. Apenas dieciséis músicos de cuerda mientras viento y metales aparecen representados por apenas una pareja por instrumento en el mejor de los casos. Ello crea un desequilibrio importante entre cuerda y resto de la orquesta, lo que evita el empaste y la sonoridad necesarias. Así, un servidor, colocado esta vez a la derecha del público, escuchaba con excesiva notoriedad flautas, clarinetes y metales mientras la cuerda aparecía difuminada. Y ello en un teatro de pequeño tamaño, donde apenas caben quinientas personas. En estas circunstancias dar respuesta adecuada a las exigencias orquestales de Giuseppe Verdi es tarea imposible.

En lo vocal esta función resultó de lo mejor que hemos oído en esta plaza guipuzcoana. Guiomar Cantó, que sustituyó a la enferma Mercedes Gancedo, resolvió muy bien el triple escollo de la Violetta: en el primer acto pareció aturullarse con la coloratura pero terminó con un sobreagudo más que digno; en el segundo, quizás su mejor momento, dotó al personaje de carga dramática y dignidad vocal suficientes mientras que el tercero le faltó enjundia vocal, sin desmerecer su actuación. Una notable prestación la de la joven Cantó.

Manuel de Diego es ya un tenor experimentado y supo dotar a su Alfredo Germont del cuerpo necesario. Evitó el agudo final del Oh, mio rimorso pero su línea de canto y su fraseo fueron convincentes. Finalmente, Luis Cansino, un estajanovista de la ópera y trabajador honrado a carta cabal cantó en Irun como cantaría en cualquier otro teatro más grande, es decir, dándolo todo. Vocalmente su Giorgio Germont es de una pieza, con un fraseo muy verdiano y un saber estar que dota al personaje de total credibilidad. Una suerte para los espectadores que haya venido a Irun.

En los papeles menores hubo de todo aunque en términos generales el resultado fue positivo; lo mejor, el doctor Grenvil de Mikel Zabala, de voz oscura y contundente. También puede destacarse el d’Obigny de Eneko San Sebastián y la estupenda flora de Maela Vergnes; por el otro lado escaso el Gastón de Josean Vega. El Coro también mejoró actuaciones anteriores pues resultó evidente el conocimiento de la obra y el disfrute que se trajeron en su zombi caminar. Aldo Salvagno, el maestro concertador habitual tuvo la ardua tarea de siempre, es decir, hacer creíble con un cuerpo orquestal tan reducido la notable partitura del genio italiano.

La gente se divirtió mucho, sobre todo con la puesta en escena; por desgracia algunos decidieron jugar a adivinar donde estaba su vecino entre los componentes del coro y el nivel de cuchicheos y comentarios fue sencillamente inaceptable. Ello por no hablar de los papelitos de caramelos y similares.

Un éxito de producción que ha de animar a los irundarras a apostar fuerte por la próxima temporada, la 2018 (hasta donde un servidor sabe, la de Irun es la única temporada que se rige por el año natural), que será presentada el inmediato 17 de noviembre.