MatheuGuinovart 

Allò que ens fa únics

30/01/15. Madrid. Fundación Juan March. De la Renaixença al Noucentisme. Obras de Mompou, Toldrà, Granados, Manén. Serra y Lamote de Grignon. Martha Mathéu, soprano. Albert Guinovart, piano.

Quin poder té la música que sempre ens identifica i ens diferencia, fent-nos únics, mentre que (de forma miraculosa a vegades) ens uneix els uns amb els altres potser de la forma més indissoluble i ferma possible entre totes les Arts.* La encomiable e incansable labor de la Fundación Juan March desde hace tantos años da siempre buena cuenta de ello, ahora con Miguel Ángel Marín al frente del departamento de música, quien nos ha llevado esta vez en sus conciertos de sábado a un viaje extraordinario de la Reinaixença al Noucentisme catalán, con parada en este pasado 30 de diciembre a través de las canciones de Manén, Serra, Grignon, Mompou o Toldrá, cerrando con una selección de Tonadillas de Enric Granados, en buena medida descolgado (por coordenadas temporales y estilísticas) del resto; pero sirviendo de espejo en el que mirarse a los anteriores y relacionándose todos ellos de un modo u otro con él. Mientras que estos analizaban y componían en muchas ocasiones en pro de un estilo determinado, en la búsqueda de una esencia unitaria, Granados digamos que siempre se asentaba en las bases del romanticismo, mirando hacia atrás mientras miraba hacia delante. “Volver no significa necesariamente volver atrás” que recogiera Montsalvatge en sus Papers autobiográfics como seña de identidad de una voluntad extendida.

El recital comenzaba con las Tres canciones, op.9 de Joan Manén, aquel joven prodigio del violín que actuase acompañado del mismísimo Richard Strauss al piano (también, curiosamente, con Granados). Canciones sencillas, de reminiscencias nacionalistas basadas en el tradicionalismo y surgidas de la Renaixença que sirvieron a soprano y pianista para poner en marcha su delicado engranaje liederístico, ya palpable desde el rallentando final de Lo frare. De similar estilo se presentan las Cinc Cançons (faltó aquí Ai Serenín!) de Ricard Lamote de Grignon, miembro del Grup dels Vuit que tanto hizo por el Noucentisme reuniendo a Toldrà, Mompou… y alumno de la Academia Marshall que Granados fundó. Sirvieron a Mathéu, también a Guinovart, para poner a prueba su expresividad y sentido de la palabra; sin duda excelente juego declamatorio y clara dicción, siempre complementado con el exquisito concepto de la acentuación y fraseo del pianista. 

La voz de la soprano Martha Mathéu alcanzó su punto más delicado y cristalino, la verdad y desnudez del compositor así lo exigen, al llegar a uno de los súmmum liederisticos catalanes por antonomasia: el Combat del Somni de Frederic Mompou, sobre versos de Josep Pla que poco tienen que envidiar al mismísimo Petrarca. Un ciclo de cinco canciones, aquí sí felizmente ofrecidos en su totalidad, que se abre y cierra con el amargo sabor de la muerte del ser querido y que Mathéu dibujó en un terrenal y afligido Damunt de tu només les flors con magnífica intervención del piano a modo de evocación plástica. Un punto de más quizá acelerada la idealización del Jo et pressentia y muy interiorizadas el resto, construyendo una versión a recordar. 

Seguramente el mayor éxito de la mañana lo supuso la selección de Cançons líriques i amoroses de Joaquim Serra, verdaderamente elocuentes  (sobre versos de Tomás Garcés) y con ecos de Toldrà, de quien Mathéu y Guinovart desgranarían, continuando el éxito, su Rosa als llavis, toda una seña de identidad del padre del lied catalán, en una cuidada y detallada interpretación. Deberíamos reconocer más, mucho más, una figura como la de Albert Guinovart: no sólo un excelente pianista sino también un incansable defensor de la música catalana, compositor y orquestador al que debemos una diligente labor ante la música de todos estos compositores. Ahí están por ejemplo su edición de la ópera Goyescas que se escucha estos días en Italia o su reciente Suite para orquesta sobre la obra homónima que Granados dedicó al piano y que ha registrado Tritò.

Cerraba el programa una pequeña selección de Tonadillas de Granados que se nos hizo muy corta y que a buen seguro el público hubiese escuchado en su totalidad, arrancando una propina particular: una composición de Alicia de Larrocha. Una cancioncita En los demás me vengué con texto de Lope de Vega a la memoria de Granados, que lleva un poco a cuestionarse por qué elegiría la catalana este texto precisamente… En cualquier caso, una muestra más de una forma de sentir la música que diferencia, identifica y une a todo el que sepa o quiera amar la vida.

* Qué poder tiene la música que siempre nos identifica y nos diferencia, haciéndonos únicos, mientras que (de forma milagrosa a veces) nos une los unos con los otros quizá de la forma más indisoluble y firme posible entre todas las Artes.