• Foto: Lorenzo di Nozzi
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Ibuprofeno, fútbol, Mozart y pizza

Barcelona. 3/1/2016, 20:30 horas. Palau de la Música Catalana, ciclo Palau 100: Grans Veus. Obras de Mozart, Gounod, Massenet, Rascel, di Lazzaro, di Capua, Donizetti, Rossini. Juan Diego Flórez (tenor). Vincenzo Scalera, piano. Avi Avital, mandolina. Ksenija Sidorova, acordeón. Daniel Forcada, percusión.

Una visita de Juan Diego Flórez, ya sea en recital o con una ópera, siempre es un acontecimiento. Quizás por eso es un toptenor, una figura indiscutible del panorama lírico actual y si apuramos hasta un Divo, palabra que horroriza a los modernos y que en un mundo vintage debería volver a cobrar su valor decimonónico pero también icónico. El hecho de coincidir con el estreno del Otello de Rossini en el Liceu, versión de concierto es verdad, pero con un reparto plagado de nombres atractivos -Kunde, Korchack, debut de la hoy en día demandadísima soprano Jessica Pratt- dio un carácter extra de morbo a la velada: ¿quién estaría con Flórez en el Palau y quien no?. Los acólitos líricos del peruano ni lo dudaron un momento, el sold out del recital se sabía desde hacía días y el hecho de que el Otello rossiniano se repita este sábado no dejó dudas para el melómano que podía compaginar las dos grandes citas. Ambiente y expectación, el público respiraba ansias de Flórez, y eso siempre es un plus. Un programa anunciado como de Napolitanas, pero que acabó siendo un paseo vocal kitsch por varios estilos, desde Mozart, pasando por la ópera romántica francesa, Napolitanas y Rossini, dejó de nuevo al público saciado. Es más: para más de uno, este ha sido el mejor recital de Juan Diego visto en Barcelona.

Tiene suerte la ciudad Condal con Flórez, casi de visita por temporada en el Liceu desde el 2007 donde se le ha visto en Maria Stuarda, Semiramide, La Cenerentola, La fille du régiment, Linda de Chamounix, La sonnambula y Lucia di Lammermoor. Esa complicidad se notó desde el primer momento: Juan Diego salió a escena con la tranquilidad de estar en una plaza conocida y donde se le quiere, para decir antes de empezar a cantar, “Buenas noches, tengo que decirles algo: tengo una fractura en la costilla, la voz está bien, pero debido a las molestias y al dolor, hay un pequeño cambio en el programa. No cantaré D’ogni colpa la colpa maggiore de la Betulia Liberata de Mozart, por unas notas de coloratura que acentúan las molestias al cantar, pero el bonito cambio será por Il mio tesoro intanto del Don Giovanni”.

Para los amantes de Mozart y los seguidores del tenor peruano sigue siendo un deseo a voces que Juan Diego aborde y cante papeles mozartianos, óperas que no ha cantado nunca y un repertorio poco frecuente en sus recitales. Para cerrar bocas y quizás anunciando nuevos retos y roles, el recital empezó con cuatro arias del compositor de Salzburgo. Un aria de concierto Misero! O signo, o son desto?, el aria de Tamino de Die Zauberflöte, Dis Bildnis, Un aura amorosa del Così y el citado Il mio tesoro. Tras explicar el cambio de esta pieza, Flórez aclaró que la lesión se la hizo jugando al fútbol el sábado pasado; al día siguiente cantó Rigoletto en Viena sin aparentes problemas pero esta vez sí sentía molestias. 

Mozart no deja de ser belcanto y en eso Flórez es un maestro. Control de la respiración, dicción diáfana, buena articulación también con el alemán de Tamino, elegancia superba en el fraseo y por supuesto un dominio total de la tesitura, con agudos expansivos y brillantes. Por momentos se le notó algo incómodo cantando, más por la postura y seguramente buscando la menor molestia posible por la fractura. Salió y entró al esenario después de cada pieza y continuó hablando con el público constantemente: “que cosas le pasan a uno por el fútbol eh?” (…) “¿Están disfrutando?”. Lo mejor de su Mozart: un canto aristocrático ideal para Don Ottavio en un pluscuamperfecto Il mio tesoro, con un fraseo soberano y un sonido timbrado y hermoso, marca de la casa, añadiendo variaciones en la repetición.

La segunda sección en esta primera parte del recital abordaba el repertorio de la ópera romántica francesa, arias de su anterior disco L’amour, con los últimos roles que salpican su agenda por venir como Roméo en Viena y Werther en París. Se le notó aquí ya visiblemente menos nervioso, más natural y espontáneo: “Yo soy de medicina natural y no tomo medicamentos, pero antes de empezar me tomé un ibuprofeno por las molestias ¡y la verdad es que me encuentro mucho mejor!”, dijo de nuevo cómplice con el público. Es verdad que con el Faust el tempo fue lentísmo, casi demasiado, pero con un Werther muy medido y sobrado de medios, y sobretodo con un Roméo cálido y extrovertido. Fue aquí excelente, como en todo el recital, la actitud al piano de Vincenzo Scalera, excelente, mimando y siguiendo al tenor de manera exquisita.

La segunda parte del recital presentaba una selección de canciones napolitanas y repertorio de su último disco Italia. Aquí se sumaron al piano de Scalera la mandolina del reconocido solista israelí Avi Avital, el acordeón de la también emergente Ksenija Sidorova y la percusión del especialista y profesor del ESMUC Daniel Forcada. Con este nuevo acompañamiento se inició más bien otro recital, con un ambiente totalmente distinto, con un Juan Diego sin pajarita, desenfadado y más extrovertido. Comunicativo y mediterráneo, de nuevo se tomó una licencia al acabar de cantar la rítmica y contagiosa Chitarra romana para decir “Pronto abriremos un restaurante italiano”, a lo que el público respondió con aplausos y risas.

El cierre del recital fue con Rossini, compositor de cabecera del astro peruano y pieza de toque para el considerado mejor tenor rossiniano de la historia. Destacaron tanto el Bolero, con el atractivo acompañamiento de castañuelas por parte de Forcada, como sobretodo el rondó final del Barbiere, con un Cessa di piu resistere que fue compendio de lo más granado del arte de Juan Diego Flórez: articulación, precisión, homogeneidad tímbrica, naturalidad, agudos cristalinos... En fin, un éxito merecido y unánime, correspondido Flórez con fervor y cariño por su público. El entendimeinto se materializó en tres hermosos bises: Bésame mucho, La flor de la canela guitarra en mano y Pour mon âme de La Fille de Régiment, con los nueve agudos como nueve dardos clavados para rematar una faena lírica de las que hacen grande a un artista.