VerbenaPaloma Oviedo AlfonsoSuarez 

Ni chicha, ni limoná

Oviedo. 9/3/18. Teatro Campoamor. Bretón: La verbena de la Paloma. Enrique Baquerizo (Don Hilarión). Emilio Sánchez (Don Sebastián). Javier Franco (Julián). Marina Pardo (Rita y La Cantaora). Amparo Navarro (Susana). María José Suárez (Casta). Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Orquesta Oviedo Filarmonía. Maxi Rodríguez, dirección de escena. José María Moreno, dirección musical.

Ni boticas ni buñolerías, sólo la piscina de un hotel donde el Sintrom corre a raudales. Así es “La verbena de la Paloma” para Maxi Rodríguez, el regista asturiano que prefiere huir de nostalgias y preciosismos para ubicar una de las obras más conocidas del género chico en plena periferia del Benidorm otoñal. Don Hilarión, Julián o Rita se convierten entonces en ancianos que disfrutan de uno de los legendarios programas de turismo ofrecidos por el IMSERSO. Toda una segunda juventud bañada en sangría, juegos de petanca e inevitables partidas de cartas. La idea de Rodríguez es transgresora, sin duda, e incluso prometía ser un filón de humor y sátira que, finalmente, no resultó del todo. Más allá de los elogios que merece la iniciativa de poner en pie una producción de zarzuela totalmente nueva, tras los aplausos dejamos el teatro con una sensación un tanto agridulce. El espíritu de crítica social brilla sólo a medias -tampoco lo pretende el libreto original-  y el humor, aunque fresco, sólo es efectivo en momentos puntuales.  Así, la colorida escena vacacional, que por momentos parecía sacada de uno de los negativos de Doisneau en Palm Springs, terminó por resultar un tanto monótona. Ni chicha, ni limoná, como dice en alguna ocasión el libreto.

En el foso, José María Moreno derrochó, como de costumbre, grandes dosis de energía, sellando entre saltos una dirección atenta y cuidadosa con los cantantes, a los que respetó por volumen y tiempos en todo momento. Gustó especialmente esa lectura pausada que realizó la orquesta en “¿Dónde vas con mantón de Manila?”, logrando con ella una interpretación que supo buscarse una atmósfera propia dentro del alocado frenesí escénico. La OFI, por su parte, sonó precisa y empastada; cómoda dentro de un repertorio con el que demuestra estar más que familiarizada.

Como Julián, Javier Franco supo destacar, llevándose de calle el protagonismo vocal de la noche. Gran lectura la del barítono coruñés que exhibió un canto matizado, generoso y cargado de intención. Muy acertado estuvo también Enrique Baquerizo como un cómico Don Hilarión, correcto en lo vocal e impecable en el apartado escénico. De Amparo Navarro nos habría gustado escuchar más, sin duda, que la breve parte de Susana, la cual abordó con bello timbre y sobradas tablas. Marina Pardo, por su parte, se demostró musical en su doble labor como Rita y La Cantaora, exhibiendo en ellas un trabajado fraseo que no se deja lastrar por una proyección algo escasa. Cerrando el elenco, cabe reseñar el trabajo de Emilio Sánchez como un Don Sebastián absolutamente correcto y el de María José Suárez como una acertada Casta que conoce bien la forma de arrancar algunas carcajadas al público del coliseo carbayón, de donde es habitual.

La inclusión de Rodrigo Cuevas como estrella invitada no brilló con especial fulgor y, a juicio de quien firma, se dilató demasiado, terminando por resultar monótona. Cuevas tiene su público, qué duda cabe, pero sobre todo tiene un discurso artístico muy bien definido, remix de folclore astur, provocación e irreverencia. Un auténtico popurrí que le lleva a recibir la etiqueta de “artista total”, situada bajo su nombre en el libreto de estas funciones. Todo un Wagner asturiano, vaya.

Como es costumbre, el Coro Capilla Polifónica sumó su voz a la obra, legando un trabajo de buena factura escénica, aunque de desempeño vocal algo ajustado. Sin duda hemos escuchado resultados mucho mejores de esta agrupación, que llegó a sonar un tanto destemplada en los finales de algunas frases. Se cerraba así el segundo de los cuatro títulos de la temporada del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo, obteniendo unos resultados que, si bien no han sido los esperados, bien merecen el esfuerzo del intento.