Asoc LuisMariano

Los dos lados de una moneda 

Irun. 17/03/2018. Pabellón de Ficoba. Giuseppe Verdi: Aida. Rossana Cardia (Aida), Alberto Profeta (Radamés), Maria Ermolaeva (Amneris), Ruben Amoretti (Ramfis), Andrea Zese (Amonasro), Antonio Marani (rey de Egipto), Maela Vergnes (sacerdotisa) e Iker Casares (mensajero). Coro Luis Mariano, Coro Premier Ensemble, de Pamplona y Coro Eskifaia, de Hondarribia. Orquesta Luis Mariano. Dirección de escena: Alfonso de Filippis y Robert Bouvier. Dirección musical: Aldo Salvagno.

Cuando lanzamos al aire una moneda nos puede salir cara o cruz; lo realmente insólito es que se nos quede vertical, enseñando ambas caras. Comienzo con esta perogrullada porque reconozco no saber cómo enfocar esta crónica con el único objetivo de ser justo y no se me ocurre más paralelismo que el jugar con una moneda lanzada al aire y que, para nuestra sorpresa, se nos queda de pie. 

La Asociación Lírica Luis Mariano, al presentar la XV Temporada de Ópera de Irun correspondiente al año 2018 (esta asociación creo que es la única que funciona a través de años naturales) lanzó, sí, una moneda al aire consiguiendo que la misma quedara de pie, enseñando ambas caras; trataré de explicarme.

La moneda tiene forma de representación de Aida, una de las grandes óperas de la historia y tiene como sede excepcional uno de los pabellones de Ficoba, recinto ferial sito a las afueras de Irun, junto al lado de la antigua frontera. Teniendo en cuenta que las funciones se celebran habitualmente en el Teatro Amaia, con capacidad para 500 personas, el anunciar que en Ficoba se habilitarían 1.700 localidades sonaba a órdago a la grande. Además, y como suelen realizar algunas compañías privadas del mundo del espectáculo musical, se anunciaban más de 200 personas sobre el escenario lo que en el Amaia sería físicamente imposible y sonaba –otra vez- a órdago. Era, en definitiva, llenar más de tres teatros en una única función lo que nunca antes ha ocurrido en tres lustros de programación pues lo habitual son dos funciones de cada uno de los títulos operísticos.

Conviene apuntar que la función comenzó con unos excesivos 22 minutos de retraso por el discurso que el presidente Ángel Pazos nos lanzó en euskera y francés (brevemente) y en castellano de forma más prolija. La intención de tal discurso fue doble: por un lado revindicar la autoría del llenazo, lo que es legítimo; y por otro lanzar una piedra a Opus Lirica –la competencia guipuzcoana- y autocatalogarse como la temporada operística oficial de Guipúzcoa. Uno no deja de asombrarse que en la provincia más pequeña del estado convivan tres asociaciones que programan ópera y que entre ellas no haya la más mínima coordinación. 

¿Tan difícil es crear la Temporada Operística de Gipuzkoa y ofrecer los títulos en Donostia e Irun –incluso en Arrasate, la tercera plaza en cuestión- alternando el estreno de cada título entre las ciudades implicadas? ¿Conocerán estas personas, por ejemplo, la experiencia de la Temporada de Sabadell y su posterior circuito por distintas ciudades catalanas? Hoy por hoy, por desgracia, parece ser imposible el entendimiento.

Pues bien, aterricemos y vayamos al sábado 17 de marzo, cuando se consumó el lanzamiento y la moneda se nos queda de pie. Repasemos siquiera someramente la cara y la cruz de la apuesta de la asociación.

Cara

Llenazo absoluto. Casi una semana antes de la función la Asociación Lírica Luis Mariano pudo hacer ese anuncio tan deseado por cualquier entidad organizativa cual es que todas las localidades estaban vendidas. El reto estaba cumplido y 1.700 personas de Irun y alrededores manifestaban su interés por acudir a una función que adquiría visos de histórica para la ciudad. Desconozco el número de socios de la Asociación pero esta asistencia multiplica por mucho el mismo, con el plus de que –intuyo- para muchos de los presentes habrá sido la primera experiencia operística. 

La Orquesta, tantas veces sometida a las medidas inhumanas de un inexistente foso en el Amaia tenía la oportunidad de –nunca mejor dicho- sentirse a sus anchas y encontrar mayor comodidad para trazar su trabajo. Muy destacable la intervención de los metales en la famosa y peliaguda marcha triunfal del acto II. También subrayable la intervención de los percusionistas, límpidos y rotundos.

Además la Asociación pudo reunir un reparto de suficiente solvencia, donde destacaban las voces masculinas graves: un Rubén Amoretti que viniendo del Liceu demostraba en Irun tener una voz de bajo notable y un Antonio Marani (rey de Egipto) que cantó con una rotundidad y un color envidiables. El resto tenían más aristas positivas que negativas y que el reparto hizo justicia con las exigencias de Aida –que no son pocas- es una crítica más que favorable.

Por último, en la cara hay que manifestar que la Asociación Lírica Luis Mariano ha conseguido establecer relaciones profesionales con entidades tan interesantes como el Coro Eskifaia, de Hondarribia, una auténtica institución en la zona y la Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera, grupo navarro que colaboraba con coristas y participación del diseño de la escenografía.

La foto del local era espectacular. Tanta gente, con un comportamiento respetuoso, viviendo una función de ópera en Irun parecía un auténtico milagro. La moneda tenía una cara hermosa y resplandeciente. Pero…

Cruz

Ficoba tiene varias naves de puro hormigón, en una de las cuales nos reunimos para disfrutar de la lírica. Treinta y cinco filas de aficionados situados todos en un mismo nivel y altura, de suerte y manera que los que –como un servidor- estaban en las filas traseras tuvieran sencillamente imposible observar lo que ocurría en el escenario. El número de cabezas a sortear era demasiado y un servidor apenas intuyó lo que ocurría. Los personajes “desaparecían” ante nuestros ojos y solo en algunos momentos pudimos disfrutar de la –por otra parte- austera puesta en escena.

Austera digo porque al no haber telón ni posibilidades técnicas –Ficoba nos da espacio pero nada más- toda la ópera transcurre en lo esencial sobre el mismo escenario a pesar de algunos pequeños cambios decorativos.

Por otro lado los organizadores se sintieron impelidos a utilizar un sistema de amplificación de sonido solo para solistas vocales y orquesta, lo que pone en peligro el mismo ser de este género. Concurre el agravante de que cuando en el mismo espectáculo unos son amplificados y otros no, ocurre lo que ocurrió en este caso: que, por ejemplo, en los concertantes una sola voz solista parecía sonar más que veinte coristas; y si algún corista estaba al lado de un micrófono esa voz quedaba amplificada en exceso, con el consiguiente desequilibrio del grupo.

A riesgo de ser calificado de purista, el uso indiscriminado y excesivo de la amplificación del sonido atenta sobre manera sobre la misma esencia de la ópera y por lo tanto me temo que muchas personas de esas que debutaban en este arte saquen una idea equivocada del mismo. Eso sí, lo que sonó perfectamente fue toda la maquinaria del aire acondicionado, molesta en exceso.

El canto de la moneda

También por ello cualquier mención de la labor interpretativa de los cantantes está lastrada por tal uso tecnológico, que hace difícil imaginar el verdadero alcance de las voces, su proyección y calidad técnica. Rossana Cardia realizó una protagonista con detalle y su voz parecía suficiente a pesar de algunos agudos tirantes. De agradecer su intento de matizar y dar a sus principales páginas algo más que un recitado de notas.  Alberto Profeta dibujó un Radamés con mucha testiculina, más cómodo en las partes heroicas que en las íntimas y con un Celeste Aida sacado con impulso, mientras que en las partes más líricas abusaba del forte. María Ermolaeva fue una Amneris de voz desconcertante  porque sonó por momentos potente y clara mientras que otro parecía desaparecer; ¿problemas tecnológicos? 

Ruben Amoretti, el nombre más conocido del reparto, nos mostró un Ramfis imponente tanto en los sólidos agudos como en los graves. Su pequeña intervención del comienzo del acto III fue dicha con una intención y un fraseo encomiables. En mi modesta opinión fue lo mejor de la noche. E inmejorable el rey de Egipto de Antonio Marani, un lujo para una plaza tan modesta como la que nos ocupa. Finalmente Andrea Zese fue un Amonasro suficiente, quizás con cierta tendencia a dejar la voz atrás pero que dio al padre de la esclava un porte suficiente. Quizás quepa pedirle más intención a la hora de decir eso de dei faraón tu sei la schiava, frase clave para entender el devenir psicológico de la protagonista. Finalmente Maela Vergnes (sacerdotisa) e Iker Casares (mensajero) dieron buena cuenta de sus pequeñas intervenciones aunque la primera sonó en exceso y al segundo pareció notársele cierta incomodidad en la nota más aguda. Parece que sufría alguna indisposición.

Bastante notables los coros, con especial mención a las voces graves masculinas que ofrecieron momentos de gran belleza en la escena del juicio. Y la orquesta Luis Mariano sonó dispar porque mientras queda arriba dicho que metales y percusión cumplieron de forma más que adecuada la cuerda nos llegaba deformada y por momentos su sonido era irritante. Aldo Salvagno, el concertador habitual de Irun, hizo un gran trabajo para coordinar a tanto grupo distinto hasta transmitir una Aida muy creible.

Ya queda dicho que la escena fue una y única para toda la ópera, con pequeñas variaciones decorativas. Términos como “suficiente” y “práctica” se utilizan para casos así, donde nada molesta y nada dice gran cosa. Por lo menos se trató de dar forma egipcia al escenario.

En definitiva, una experiencia que reúne en sí misma luces y sombras. Me alegro por la Asociación porque sólo de éxito sin paliativos puede calificarse el llenazo absoluto. De todas formas que la dimensión de este árbol no nos impida ver un bosque real con claroscuros.