MasterClass BayoDaniel Escale 

Auténtica

Barcelona, Teatre Borràs, 11-4-2018. Terence McNally: Master Class. Traducción: Ignacio García May. Dirección musical y piano: Pau Baiges. Intérpretes: María Bayo (Maria Callas); Anna Alborch (Sharon); Jordi Andújar (El Utilero); Júlia Jové (Sophie); Ezequiel Salman (Tony). Dirección: Marc Montserrat-Drukker.

Hace tiempo que circula en varias ciudades el “invento” teatral de Terence McNally basado en las “Master Class” (clases magistrales) que en 1971-72, ya virtualmente retirada de la escena, dio Maria Callas, la célebre soprano de origen griego, en la Juilliard School de Nueva York (junto al Metropolitan de dicha ciudad). Ahora ha llegado a Barcelona en una versión que tiene el interés añadido de que su protagonista no ha sido encomendada a una actriz de teatro “hablado” sino a María Bayo. Una reconocida soprano profesional en activo, que encarna con mucho mayor conocimiento de causa el papel de la protagonista en una versión hábilmente  “remasterizada” –valga la expresión- por el director teatral Marc Montserrat-Drukker. A él hay que reconocerle la idea que aporta como novedad mundial sobre la obra, siempre interpretada por actrices de teatro y nunca por cantantes de ópera. Su adaptación tiene el mérito de cambiar la forma tradicional de la obra como espectáculo hablado, al incorporar las importantes participaciones musicales de la protagonista y de sus “alumnos”. Así la obra resulta más auténtica e incluso más real. Incluye numerosos e importantes fragmentos de ópera que canta la propia María Bayo en el papel protagonista, que como profesora de las “Master Classes” hace cantar también a varios “alumnos” que asisten a las sesiones de la diva. 

La presencia de una “auténtica” profesional del canto hace mucho más interesante la obra porque hace entender mucho mejor a los asistentes la complejidad del mundo de la ópera, de especial interés en una ciudad que ha tenido siempre una importante tradición lírica como es Barcelona. Recordemos que no ha faltado nunca una temporada operística desde que en 1750 se implantaron las representaciones (italianas casi siempre) en el Teatre de la Santa Creu, por iniciativa del entonces capitán general de Cataluña, el Marqués de la Mina, que había absorbido el “virus” de la ópera durante su participación en las guerras de Italia de la corona española, en pleno siglo XVIII, cuando contribuyó a la implantación de una rama de los Borbón en Nápoles.

María Bayo crea con enorme eficacia el personaje autoritario, decidido y a la vez humano de la diva, con sus tics y su inestabilidad emocional. Esta fue causada en 1971 cuando se había refugiado en una actividad docente después de la retirada que le impuso su deterioro vocal y emocional, causado por su evolución personal hacia la tremenda relación con el naviero archimillonario Aristóteles Onassis, quien tiene una breve aparición en la obra para imponer a la sensible diva un aborto y una sumisión que ella a duras penas logra soportar. Pero lo más importante de la actuación de María Bayo son sus propias actuaciones vocales en fragmentos de La sonnambula de Bellini, en Lady Macbeth de la obra verdiana y en algunos otros fragmentos operísticos a los que pasa revista la labor de educación impartida a unos cantantes en ciernes, muy hábilmente interpretados por Julia Jové en el papel de Sophie, una alumna patosa y desmadrada pero luciendo una voz notable como intérprete de la obra de Bellini, Anna Alborch interpretando  la mucho más sofisticada Sharon en sus intentos de ser una creíble Lady Macbeth, y –menos afortunado quizás- Ezequiel Salman en el rol del tenor Tony.

La obra, redondeada por el fantástico pianista Pau Baiges, que empieza presentándose con una exhibición instrumental de gran clase, funciona muy brillantemente y  no pierde en ningún momento el interés narrativo y teatral . María Bayo crece física e interpretativamente a lo largo del extenso texto que combina con sus intervenciones vocales que nos recuerdan que esta versión barcelonesa de la obra de McNally tiene un plus de autenticidad por su presencia. El vestuario,  debido a Míriam Compte, es especialmente llamativo, y el juego de luces completa los efectos de la escena y cuando acaba la obra, los protagonistas “regalan” una “habanera” de “Carmen” de Bizet cantada en una adaptación para los seis personajes que han aparecido en escena, pianista incluido.