Tarde de confidencias
Barcelona. 19/2/16. Jardí dels Tarongers. Obras de Schubert y Montsalvatge. Ana Gabriella Schweidhelm, soprano. Rubén Fernández Aguirre, piano.
A mediados de 2014 el Consell Català de la Música reabrió el Jardí dels Tarongers, la Casa Bertomeu, para recuperar la actividad musical que había impulsado allí el mecenas Josep Bertomeu a mediados del siglo XX. En este contexto tiene lugar en la casa de Pedralbes el ciclo de invierno 2016, formado por seis conciertos, el cuarto de los cuales fue el pasado viernes 19 de febrero; presentaba a la joven soprano mexicana Ana Gabriella Schwedhelm acompañada al piano por Rubén Fernández Aguirre. Una sala de conciertos en lo que había sido una casa particular nos lleva a pensar en los salones musicales del siglo XIX pero no basta con unas dimensiones pequeñas para que el ambiente sea íntimo; nada más entrar en la Sala Vila Arrufat, bastante llena veinte minutos antes de comenzar el recital, ya se percibía esa intimidad, tal vez porque el público era el habitual o porque la organización se esforzaba porque todo el mundo se sintiera a gusto. Los intérpretes también participaron de este ambiente y entre unos y otros fue una tarde de confidencias.
El recital de Schwedhelm y Fernández Aguirre fue corto, con una duración en torno a los tres cuartos de hora (la duración habitual de los conciertos de este ciclo) y se centró en Xavier Montsalvatge. Del compositor de Girona interpretaron las Canciones para niños y las Cinco canciones negras, separadas por la Cançó amorosa; previamente se interpretaron dos lieder de Franz Schubert, Im Frühling y Seligkeit. Decíamos que había sido una tarde de confidencias y las primeras las hizo el presidente del Consell, Josep Maria Busquets, que en la presentación del concierto dijo que Rubén Fernández Aguirre tocaba las canciones de Montsalvatge con entusiasmo; sin duda es así, y se contagió también a Schubert; tanto el pianista como la cantante pusieron demasiado entusiasmo y los dos lieder perdieron su ligereza y el aire de danza y se acercaron peligrosamente a la interpretación operística. Pudimos apreciar, al menos, la aterciopelada voz de Ana Gabriella Schwedhelm y su buena dicción.
Las seis Canciones para niños, compuestas poco después de las Cinco canciones negras a partir de poemas de Federico García Lorca, se cantan desgraciadamente muy poco a los recitales; fue un acierto por parte de los intérpretes programarlas. La cantante confirmó las buenas impresiones con la voz y la dicción; insisto en este punto porque las sopranos, por su tesitura, a menudo tienen problemas de inteligibilidad y con Schwedhelm no nos perdimos ninguna palabra, en este sentido su interpretación fue excelente. Las seis canciones tienen caracteres muy diferentes, y la soprano encontró siempre el punto necesario de naturalidad, cantándolas sin rastro de afectación; cabe destacar Caracola y, sobre todo, la encantadora Canción tonta.
Tras otra perla, la Cançó amorosa, llegó el ciclo más conocido de Montsalvatge, las Cinco canciones negras, de las que Schwedhelm hizo una versión casi redonda, lástima de un tropiezo. Comenzó cantando con autoridad Cuba dentro de un piano y terminó interpretando con gracia y mucho estilo Canto negro, fue una interpretación excelente; entre medias, muy matizada, también estupenda, la Canción de cuna para dormir a un negrito. El tropiezo la tuvieron cantante y pianista con Chévere, quizá por aquel entusiasmo que decíamos antes; Chévere es una canción intensa y oscura pero no es verismo, y fíjense en lo que dijo la misma soprano al acabar: "me he pasado cono Chévere". Demasiada intensidad, demasiado oscuridad y un sobreesfuerzo innecesario para la voz.
El recital terminó con una propina operística, una buena interpretación de la canción a la luna de Rusalka en su versión alemana, es decir, Lieblicher Mond. Para terminar con una última confidencia, Ana Gabriella Schwedhelm agradeció a Rubén Fernández Aguirre que le hubiera descubierto las canciones de Montsalvatge; si de aquí se puede deducir que era la primera o una de las primeras veces que las cantaba sólo podemos felicitar a maestro y alumna por su buen trabajo, la soprano las cantó con la madurez que da la experiencia. Seguiremos con interés su carrera.