Erik Nielsen BOS

A falta de un punto de magia

Bilbao. 03/05/2018. Auditorio Euskalduna. Obras de Richard Wagner y Gustav Mahler. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Erik Nielsen.

No es que el a priori interesante decimoquinto programa de abono de la Orquesta Sinfónica de Bilbao tuviera una plasmación pobre pero a un servidor le parece que faltó esa pizca de magia necesaria para salir rebosante de satisfacción. Richard Wagner y Gustav Mahler son dos de los compositores que más seguidores fieles tienen y ello se palpaba en un ambiente “distinto” al comienzo del concierto. Sin embargo, al final del mismo los aplausos en ningún caso pudieron convertirse en torrente de aprobación; y ello a pesar de que los nombres de los responsables del mismo no eran cualquier caso: el director titular, avezado en estas lides, Erik Nielsen y el barítono alemán experto en Wagner Johannes Martin Kränzle. Pero…

La obertura de Die Meistersinger von Nürmberg que abrió el programa sonó sin el contraste necesario entre la solemnidad requerida a la presencia de los maestros y el juego amoroso de las parejas. Sonó demasiado “fafneriana”, si se me admite el palabro, más pesada que solemne, más lenta que activa, más mecánica que espontánea.

La primera parte, muy breve en lo musical pues apenas llegó a los treinta minutos, se completó con una selección de cinco lieder del ciclo Des Knaben Wunderhorn, de Gustav Mahler y donde pudimos apreciar, al menos, dos cosas: por un lado, que Mahler es capaz de transitar de la ligereza y la broma más evidentes a la seriedad más grave en apenas unos minutos para terminar con una excelente canción tabernaria. Además, a los que estamos acostumbrados al lied acompañado por la intimidad y el lenguaje personal del piano, Gustav Mahler nos enseña las enormes posibilidades de una orquesta de grandes dimensiones cuando es manejada por un maestro del instrumento global; un mundo de sonoridades concretas transmitidas a través de una masa enorme que, sin embargo, parece dibujar reducidas manchas sonoras que acompañan a la palabra como si de un pequeño grupo se tratara.

Todo ello nos permitió disfrutar de la segunda cuestión: la voz y, sobre todo, la intención y el saber decir del barítono Johannes Martin Kränzle, perfecto en el matiz, en el desarrollo de las distintas expresiones. De franja grave modesta, de ahí que sufriera sobre todo con Der Tamboursg’sell, fue capaz sin embargo de hacernos llegar ora la ironía ora la tristeza o melancolía que recorren los poemas; y mejor aún en los momentos alegres, donde su voz se expandió a pesar de la ligereza del material.

Toda la segunda parte se basaba en una desconocida adaptación del mismo Erik Nielsen sobre momentos musicales del acto III de Parsifal, la monumental obra última del genio de Leipzig. Los aficionados wagnerianos hemos encontrado en las temporadas de la BOS refugio adecuado vista la alergia que sufre la ABAO con las obras de este compositor. Recientemente pudimos escuchar un vibrante acto I, de Die Walküre, hoy una selección de Parsifal y ya se anuncia para el año que viene otro concierto wagneriano con escenas de Tristan und Isolde y Götterdämmerung. ¡Menos es nada!

La selección era, en realidad, la fusión de alguno de los temas más conocidos del acto, ensamblados por un gran conocedor de la obra y que nos provocó a los que amamos la obra cierto grado de desasosiego, pues nos obligaba a tratar de intuir la dirección a la que se dirigiría la orquesta cada vez que se producía un salto musical. Nielsen también incluyo la escena de Amfortas Ja, wehe, wehe!, de nuevo en la voz del citado barítono, y que rayó de nuevo a gran altura. La selección ocupo unos treinta y cinco minutos – el concierto fue muy breve, apenas una hora y pocos minutos de música- y supongo tendrá un recorrido escaso en el futuro como obra orquestal “independiente”.

La reacción popular estuvo dominada por la sobriedad por lo que dos de los compositores más fieles no provocaron el entusiasmo entre sus seguidores. Otra vez habrá de ser.