Aquí y entonces
26/7/2018, Glyndebourne. Claude Debussy: Pelléas et Mélisande. Golaud: Christopher Purves; Mélisande: Christina Gansch; Geneviève: Karen Cargill; Arkel: Brindley Sherratt; Pelléas: John Chest; Yniold: Chloé Briot; entre otros. London Philharmonic Orchestra y The Glyndebourne Chorus. Director de escena, Stefan Herheim. Director Musical, Robin Ticciati.
Para comentar esta producción en particular conviene conocer algunas de las características del lugar para el que ha sido específicamente diseñada: el Festival de Glyndebourne. A diferencia de otros festivales de ópera, en los que la tradición se complementa con el espíritu cosmopolita que aportan los visitantes de todo el mundo, este es un producto con vocación local. Apenas hay turistas y los asistentes se recrean en unas tradiciones que combinan smokings con sillas de picnic y todo resulta en un ambiente a lo James Ivory que contrasta inesperadamente etiqueta e informalidad relajada. La iniciativa surgió para la clase alta por no poder acceder a los festivales europeos durante la Primera Guerra Mundial, un “tranquilos, que ya nos lo montamos nosotros solos”, que un siglo después sigue dominando la política y sociedad británicas.
La mansión original, pegada al teatro, contiene la elegante Sala del Órgano, el embrión del proyecto musical, que es además una atracción turística para los visitantes. Es precisamente esta sala la que el director Stefan Herheim ha replicado hasta sus más pequeños detalles, y se ha llevado escenario del teatro. Pelléas se recrea entonces en la magia de este mismo lugar, a través de los conflictos de una familia victoriana en algún momento del emblemático siglo XIX. En un ejercicio autorreferencial casi absoluto, la intemporalidad y universalidad de la obra original se comprimen a aquí y a entonces. Este guiño tiene cierto encanto y, aunque provoca sonrisas durante toda la representación, a la vez sacrifica demasiado. La obra se reduce, y su carácter abierto se pierde, por más que el director intente recuperarlo a través de elementos fantasmagóricos y religiosos, más propios del terror gótico que del simbolismo que la conforma. Lo local vence a lo universal, y uno tiene la sensación que de un modo un tanto miope. Seguramente hubiera hecho mejor Herheim en seguir sus primeros instintos y situar la acción en una estación espacial, lástima que Claus Guth se le adelantara en La Bohème.
Pelléas es una obra que fácilmente abandona el terreno de lo fantasioso y alucinador para entrar en el del aburrimiento. Si esto se pudo evitar en esta ocasión fue por el buen trabajo en el foso del jovencísimo director Robin Ticciati. Su lectura fue densa e intensa, resaltando al máximo los momentos dramáticos, cuidando los matices de los largos pasajes oníricos y resaltando los inesperados giros armónicos con los que siempre nos obsequia Debussy.
Vocalmente destaca la actuación de Christopher Purves como Golaud. El personaje en esta producción se dibuja tristemente unidimensional -tan solo celos y enfado permanente- pero a través de una emisión sólida y buenas dotes teatrales consiguió crear una adecuada sensación de permanente amenaza. Christina Gansch ofrece un Mélisande con muchos momentos brillantes combinados con otros reservadamente evanescentes. Dramáticamente su actuación creció y hasta encandilar en su particular escena de la locura final. Mucho menos acertado estuvo el barítono John Chest como Pelléas que se encontró fuera de lugar cada vez que abordó el registro agudo y a cuya actuación le faltó empuje y credibilidad. Los secundarios cumplieron de sobra. Destacaron la autoridad del patriarca Brindley Sherratt y la frescura punzante de Chloé Briot en su papel infantil; víctima por cierto de un abuso sexual que, como tantas otras ideas de esta producción, se antoja dramáticamente gratuito.
Foto: Richard Hubert Smith.