hand bridge cambiale zamora

Una propuesta más convencional

Zamora. Teatro Principal. 29/07/2018. A Hand of Bridge, de Samuel Barber y La cambiale di matrimonio, de Gioacchino Rossini. Ines Ballesteros (soprano, Geraldine y Fanny), Cesar Gutierrez (tenor, Hill y Edoardo), David Cervera (bajo, David y Norton), Anna Tonna (mezzosoprano, Sally y Clarina), Fabio Barrutia (barítono, Tobias) y José Miguel Baena (barítono, Slook). Orquesta Filarmónica de España. Dir. Escénica: Diego Carvajal. Dir. Musical: Javier Corcuera.

Tras la experiencia vanguardista del sábado con Die Lutherin el III Festival de Ópera de Cámara LittleOpera de Zamora se cerró el domingo a la noche con la puesta en escena de un programa doble muy interesante compuesto por A Hand of Bridge y La cambiale di matrimonio. A Hand of Bridge (Una mano de bridge), del compositor estadounidense Samuel Barber fue escrita para el Festival de los Dos Mundos, de Spoletto donde fue estrenada en 1959. Barber, junto a su compañero Giancarlo Menotti –autor del libretto-  eran los responsables del Festival y ahí encontró acomodo esta ópera que apenas supera los diez minutos; por otro lado, La cambiale di matrimonio (El contrato de matrimonio), de Gioacchino Rossini, la primera del compositor, fue estrenada en 1810  y en ella, a pesar de todo, la característica escritura del de Pesaro aparece ya con nitidez.

A Hand of Bridge, a pesar de su aparente simplicidad, es una obra muy interesante. Dos matrimonios están jugando al bridge como lo hacen usualmente, casi por inercia y vencidos por el tedio; cada uno de ellos, a pesar de que físicamente se encuentra alrededor de la mesa, mentalmente se encuentra muy lejos. Así, mientras Geraldine medita sobre el desamor de su marido y sus sospechas de infidelidad, Bill solo piensa en su amante, David aborrece su trabajo, su jefe y sus compañeros y Sally solo tiene en la cabeza el sombrero que se quiere comprar. Ópera para pequeña orquesta, piano y batería, Javier Corcuera la llevó con buen ritmo y los apenas diez minutos se hicieron escasos. Por desgracia, hubo un problema muy serio con la traducción simultánea y con excepción de los últimos dos minutos fue imposible el seguimiento del soliloquio de cada protagonista, lo que condicionó en exceso el desarrollo de la breve obra. 

Buena interpretación de los cuatro solistas, destacando la labor de la soprano Ines Ballesteros aunque no desmereció ninguno de los componentes del cuarteto. Una pequeña joya que nos enseñó el lenguaje neoclásico de Barber, compositor muy interesante y digno de recuperación ya que no conviene olvidar que su ópera maestra, Vanessa, está hoy prácticamente olvidada en Europa.

Sin descanso se abordó la segunda obra, La cambiale di matrimonio, primera de las óperas de Rossini que el genio compuso a sus dieciocho años. Aunque no estamos ante una obra maestra, como es lógico, el estilo Rossini ya está presente. El argumento utiliza el recurrente tema del choque cultural, en este caso el que se produce entre un americano, Slook, y los europeos, británicos más en concreto, que le reciben. Por medio, un contrato establecido por correo por el que Tobias entregará al americano (presentado como un hombre sin modales, espontáneo en exceso y de formas abruptas para los refinados británicos) una mujer para el pertinente matrimonio. Como puede suponerse, el americano recibirá la propuesta de que la candidata al matrimonio sea la misma hija del noble, Fanny.

Y como también podrán imaginar esta Fanny está enamorada en secreto con Edoardo. Se organizará el lío pertinente y tras diversos avatares al padre codicioso no le quedará otra que aceptar lo inevitable, la boda de su hija con el enamorado Edoardo. Es decir, Rossini en estado puro.

Las voces fueron bastante desiguales; sustancialmente mejores las dos femeninas, destacando la joven soprano madrileña Ines Ballesteros, pizpireta Fanny, capaz de enamorar a Edoardo y, al mismo tiempo, ser maliciosa con el americano al que quiere y debe rechazar. De agudo fácil, destacó en los momentos de conjunto. Por otro lado, la mezzosoprano estadounidense Anna Tonna enseñó la voz más grande de la noche, bien proyectada aunque en el ópera de Rossini tuvo menos oportunidades de enseñarla. Su amplia voz brilló más en la primera obra, la de Barber. 

En el lado masculino las cosas fueron más tenues. Quizás la mejor voz fue la del bajo valenciano David Cervera, algo entubada pero con color adecuado. Con Barber dio réplica adecuada a sus compañeros mientras que su particela en Rossini era de menor consistencia por lo que tuvo menos oportunidad de brillar. El tenor colombiano Cesar Gutierrez tiene una voz mate y como Rossini decidió que en esta ópera no había sitio para un aria de coloratura para el tenor no podemos evaluar de forma adecuada su labor, aunque nos pareció que su acceso a la zona aguda es problemático y la voz dista de ser ágil. 

Más controvertida fue la actuación de los dos barítonos que asumieron los papeles más bufos. Fabio Barrutia, barítono madrileño, tiene una voz muy grande y una vis cómica evidente aunque la decisión de no medir el caudal de su voz y matizar más provocaba que su intervención no terminara de culminar de forma brillante. Por otro lado, José Miguel Baena en el papel del loco americano enseñó un centro interesante pero sin graves y con una zona de paso realmente conflictiva. 

Javier Corcuera tuvo bajo su batuta a la orquesta por él fundada en 2013, la Orquesta Filarmónica de España. El director supo responder a las exigencias rítmicas de Rossini aunque cabe pedirle a la cuerda mayor consistencia y presencia. 

La puesta en escena era muy elemental, fundamentalmente porque el Teatro Principal zamorano es de una simplicidad técnica evidente. Dos espacios separados por unas mamparas sitas en el centro del escenario con dos actores asumiendo el papel de sirvientes de la casa que ayudaban a cambiar de sitio el simple atrezzo. Convencional vestuario e iluminación. 

Por cierto, hermoso el pequeño teatro, escondido en el centro de la ciudad y que no fui capaz de descubrir en primera visita a la estrecha calle donde se encuentra. Su capacidad la puedo calcular alrededor de las trescientas personas y el grado de ocupación era muy importante, rondando el 90% de la misma. La traducción simultánea funcionó de forma adecuada.

Al término de la ópera la respuesta popular fue muy efusiva, con el público puesto en pie, aplaudiendo y braveando a todos los participantes, especialmente a la soprano y a los dos barítonos, a los que se agradeció su capacidad de arrancarnos una sonrisa.

Con esta función se cierra la III LittleOpera 2018 y como anunció la directora del equipo organizador, Conchi Moyano, en charla previa a la función ya se está trabajando en la IV, que esperamos podamos vivirla de nuevo en directo y vuelva a tener el éxito de público que ha tenido esta.

Por cierto, y a modo de aportación en positivo, a un servidor le sorprendió la escasa propaganda del Festival en la ciudad; apenas unos pocos carteles pero nada que hiciera remarcable la celebración del Festival. A poco que se siga trabajando este festival puede convertirse en referencia dado lo peculiar de su propuesta y convertir a Zamora en un lugar más de encuentro de los amantes de la ópera, que podrán así disfrutar de la ciudad, del arte románico y de su gastronomía.