FlautaMagicaVitoria 

El milagro anual

Vitoria-Gasteiz. 11/03/2016. Teatro Principal. Mozart: Die Zauberflöte. Ana Schweldhem (Pamina), Marc Sala (Tamino), Elías Benito (Papageno), Mikel Zabala (Sarastro), Abenaguara Graffigna (Reina de la Noche), Iker Casares (Monostatos), Iosu Yeregi (orador), June Telletxea (Papagena), Haizea Muñoz (primera dama). Coro Nurat y Coro Infantil Lunturi Orquesta de Cámara de Gasteiz. Dirección de escena: Mikel Gomez de Segura. Dirección Musical: Iker Sánchez. 

Vitoria-Gasteiz es una ciudad de nula tradición lírica. Por no disponer, no dispone ni de un teatro adecuado para ello. El Teatro Principal, con 980 localidades, apenas permite a veinticinco músicos en el “foso” por lo que cualquier intento de responder a las demandas de una ópera al uso es tarea imposible; por si esto fuera poco, las posibilidades escénicas del recinto miran más al siglo XIX que al XXI.

Durante años y con el objetivo de programar algún título que otro la ciudad ha acogido distintas compañías de giras interminables que han ofrecido el repertorio habitual, en ocasiones de forma indigna. Aún recuerdo la Ópera de Eslovaquia, que perpetró una Traviata inolvidable por el dolor de cabeza que nos provocó. El año pasado, sin embargo, apareció un nuevo agente operístico: el grupo ARKÉ, que presentó una versión de El caserío, de Jesús Guridi novedosa por rupturista. Este año han dado un paso adelante y se han atrevido, ni más ni menos que con Mozart y su Die Zauberflöte. Palabras mayores.

En el foso una cuerda de doce miembros para un total de treinta músicos; en el escenario, cantantes jóvenes, algunos muy jóvenes, que han asumido roles de gran importancia. Toda esta perorata previa no busca sino colocar al crítico ante las circunstancias del evento pues creo que uno no debe escribir sin tener en cuenta todos estos factores hasta ahora señalados. Si analizáramos esta función en “plan CSI” quizás no sobrevivía nadie; mi intención, empero, es animar a que el proyecto multidisciplinar de ARKÉ tenga continuidad en la ciudad porque Vitoria-Gasteiz lo necesita.

La escena fue, por supuesto, única: un escenario cubierto d arena, un a estructura trasera que al abrirse y errarse creaba “espacios” nuevos, muy reducidos dado el tamaño del mismo. Las voces más interesantes fueron las de Marc Sala (Tamino) y Ana Schwedhelm (Pamina). Cierto que él comenzo timorato mientras que ella sufrió en su aria Ach, ich fühl’s es ist verschwunden! pero dieron sustancia a sus personajes y estilísticamente fueron los más acertados. En el caso de Elías Benito, y a pesar de su éxito como cómico, le faltó sustancia vocal, sobre todo en el Papageno más “liederístico”. 

Mikel Zabala tiene una voz demasiado blanquecina para Sarastro aunque dio las notas mientras que Abenaguara Graffigna sudó en la primera aria, para hacerlo mucho mejor en la segunda. Iker Casares dibujó un Monostatos más que adecuado. La Papagena de June Telletxea pecó de liviana por exceso. Muy bien las tres damas, sobre todo la primera, de Haizea Muñoz. Los tres duendes fueron interpretados por un coro infantil de quince voces que salió airoso, lo que no cabe decir del coro principal, desempastado en exceso.

Todo este milagro estaba dirigido por Iker Sánchez, que tuvo un buen toro que lidiar. Lo hizo muy bien y el resultado final, con la alegría de público e intérpretes, fue notoria. Insisto: en esta ciudad, muerta para la lírica, estos proyectos son vitales para acercar este arte a personas que así, descubren la grandeza de la ópera aunque sea en formato reducido. Lo que sobra es ilusión.