Saraste FelixBroede 

No pero sí

Donostia, 31/08/2018. Palacio Kursaal. Obras de J. Brahms e I. Stravinsky, con Igor Levit (piano) y WDR Sinfonieorchester de Colonia. Dirección musical: Jukka-Pekka Saraste.

Ya recurrí a esta formula a la hora de titular la reseña del anterior concierto dedicado a Gustav Mahler por Ivan Fischer y su Orquesta de Budapest y aunque corro el riesgo de ser acusado, no sin falta de razón, de falta de imaginación, me sigue pareciendo una formula acertada –eso sí, alterando el orden de los factores- para describir las sensaciones que nos invadían al finalizar el penúltimo concierto de la 79 edición de la Quincena Musical.

Y es que la orquesta alemana y, especialmente, la batuta de Jukka-Pekka Saraste provocaron en quien esto rubrica sensaciones sustancialmente distintas al final de cada una de las partes. Así, la primera, ocupada por el amplio Concierto para piano y orquesta nº 1 en re menor, op. 15, de Johannes Brahms nos dejó una sensación de vacío dinámico y ausencia de inspiración que al compartirlas con compañeros de concierto y experiencia, parecía ser dominante.

No se trata de encontrar debilidades técnicas en la orquesta; aun menos criticar la falta de habilidades del ruso Igor Levit porque ello sería una necedad. Se trata más bien de señalar que al final de los más de cuarenta y cinco minutos de concierto nos ocupaba una cierto vacío porque no se consiguió pasar esa delgada línea que nos transporta de una interpretación académicamente notable a otra inspirada y, por ello, brillante. El pianista muy por encima de la orquesta, a todas luces.

La segunda parte estaba centrada en el “punto de referencia (…) de lo que es llamado música contemporánea” en palabras de Pierre Boulez recogidas en el programa de mano. Y sirviéndome de esta alegoría podemos indicar que la interpretación de La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky supuso también la apertura de la puerta hacia una mayor implicación del espectador, hacía cotas de mayor emoción.

Que La consagración de la primavera levantara semejante escándalo entre el público parisino del Teatro de los Campos Elíseos aquel histórico 29 de mayo de 1913 no puede asombrar porque esta obra tiene la facultad de provocar perplejidad y expandir sensaciones de estricta modernidad aun hoy, ciento cinco años después. Aquí radica, precisamente, el valor de la obra: que un siglo más tarde nos empuja a pentagramas de rabiosa modernidad, que la puerta que acertadamente mencionaba Pierre Boulez nos comunica directamente con las nuevas formas de entender el sonido, esas mismas que en formas y estéticas muy diversas se han desarrollado durante todo el siglo XX y aun en nuestros días. Y si en la actualidad aun pueden escucharse comentarios de perplejidad entre los espectadores ¡qué decir de aquel público que, de repente y sin previo aviso, fue impelido a descubrir a través de la orquesta sinfónica evocaciones de sonidos primitivos y elementales!

En esta obra Jukka-Pekka Saraste diseccionó cada una de las partes con meticulosidad evidente. Su gesto es desconcertante –lo fue más en la primera parte- y en poco ayuda a la “comprensión” de la obra pero cada una de las secciones de la orquesta, multiplicada, respondió de forma adecuada. Quizás puede alegarse cierta búsqueda de la espectacularidad pero lo cierto es que esta obra, una de las referencias absolutas de la Historia de la Música Clásica, la tiene per se y en el trabajo de todos y cada uno de los instrumentos en sus pequeñas células solistas y los sonidos infrecuentes que se nos aparecen y desaparecen a través de protagonistas infrecuentes –fagot, corno inglés y otros-, con especial atención a madera y metales consiguieron atrapar al oyente. Pareciera, pues, que por esta obra no pasa el tiempo.

El público respondió con aplausos moderadamente calurosos a los intérpretes de la primera parte mientras que en la segunda la reacción fue más rotunda. Por una vez no puedo mencionar el sonido de ningún teléfono móvil en el auditorio, lo que es de agradecer. En definitiva, un concierto aceptable pero sin magia.