La mensajera Gaztambide NuevaBabel

Los milagros sí existen 

06/10/2018. Tudela. Teatro Gaztambide. La mensajera, de Joaquín Gaztambide. Joseba Ceberio (tenor, Enrique), Gerardo Bullón (barítono, Conde), Raquel Fernández (soprano, Marquesa de San Juan), Iñaki Esparza (barítono, Don Cleto), Rosa Nagore (actriz, doña Ana) y otros. Ensemble Instrumental Nueva Babel. Dirección de escena: Alejandro Aranda. Dirección musical: Rinaldo Zhok.

Ha querido la casualidad que tras treinta y cinco años de vida lírica sin escuchar una nota del navarro Joaquín Gaztambide (Tudela, 1822-Madrid, 1870) un servidor haya podido escuchar y ver dos zarzuelas de este hoy ignorado compositor en el plazo de un mes. Ya en Platea Magazine recogíamos la crónica de la función de Casado y soltero (1858) del pasado 8 de septiembre en el pamplonica Teatro Gayarre en lo que suponía el cierre –tras un breve recorrido por localidades navarras y cordobesas- de su ciclo de representaciones y ahora, en el inicio de su vida escénica, que deseamos largo y fructífero, hemos podido ver La mensajera (1849), su primera zarzuela. Hacía más de un siglo que esta zarzuela no conocía representación alguna.

¿He dicho casualidad? De casualidad, nada de nada. Esta circunstancia tan de agradecer es fruto del trabajo de un grupo que se llama Nueva Babel, surgido en 2011 y que denro de sus distintos quehaceres ha asumido un proyecto muy necesario que se llama Redescubriendo a Joaquín Gaztambide, del que forman las dos zarzuelas citadas y una tercera que ya anuncia en fase de pre-producción, a saber, El lancero (1857).

Así pues, me parece obligado agradecer públicamente a este grupo, dedicado a la divulgación del teatro musical, el esfuerzo que está realizando en la recuperación y divulgación de uno de los compositores pioneros de la zarzuela y que por mor de las circunstancias ha quedado relegado el olvido. Porque más allá de las limitaciones económicas y artísticas que supongo sufre el grupo, el intento nos está permitiendo conocer una parte sustancial del patrimonio musical navarro, lo que es de reconocer y agradecer.

La primera representación de La mensajera ha querido celebrarse, con total lógica, en su ciudad natal, la ribereña Tudela y en el teatro que ahora lleva su nombre, en el Teatro Gaztambide. El resultado final solo puede calificarse de exitoso aunque uno siente cierta pena al comprobar el tercio aproximado de butacas que estaban sin ocupar. Una lástima.

El título de la obra hace mención a la paloma mensajera que utilizan los enamorados Enrique, guardia de corps e Inés, hija de Don Gil, músico de aldea y pobre. A esta paloma le disparará el Conde de Mérida, encaprichado con la joven a pesar de estar comprometido formalmente a la Marquesa de San Juan. Don Cleto, mayordomo del rey, se mete por el medio en defensa de sus intereses y así, podremos asistir a los típicos desencuentros entre enamorados, suplantaciones de personalidad, rechazos y reencuentros, garantizando la zarzuela un final feliz colectivo. En definitiva, un argumento con texto de Luis Olona muy reflejo de los gustos de la época.

Aterrizando en la función hay que señalar que a diferencia de Casado y soltero, obra de apenas setenta minutos, La mensajera es una zarzuela grande organizada en dos actos y con una duración que se acerca a las dos horas y cuarto. Por cierto, no estaría de más que en el programa de mano se avanzara la duración calculada del espectáculo, sobre todo en los casos donde la obra es totalmente desconocida. Como ocurrió en el Gayarre la parte orquestal es una adaptación a cuarteto de viento, piano y percusión por lo que la paleta musical queda bastante reducida; no obstante puede apreciarse una riqueza musical importante en la obra de Gaztambide, con gusto por los momentos llenos de ritmo y melodías propias de la época.

La interpretación de los seis solistas instrumentales solo puede calificarse de brillante, siendo necesario reseñar el buen sonido del trompeta, Iñigo Remírez, y la adecuada dirección del responsable de adaptación y coordinación, Rinaldo Zhok. En la parte escénica también se repetía responsable, Alejandro Aranda, que propone una escenografía distinta para cada uno de los actos, utilizando el fondo a modo de pantalla para poder simular bien una aldea a las afueras de Madrid bien el palacio real de Felipe V o el vuelo de la paloma en su transmisión de mensajes de amor.

El atrezzo ha sido limitado y el vestuario tan sencillo como adecuado. La iluminación ha querido jugar un papel importante aunque hayan existido algunos desajustes que dejaban por segundos a algunos cantantes a oscuras; quiero suponer que con el rodaje de la obra estas pequeñas cuestiones técnicas quedaran resueltas.

Por lo que a lo cantantes y actores se refiere señalar que han sido dos las voces que han centrado nuestra atención: por un lado, la del barítono Gerardo Bullón (también presente en Casado y soltero) y que además de enseñar una voz redonda y brillante demostró también ser dueño de una vis cómica importante. Casualmente he podido escuchar tres veces a este barítono en apenas un mes y en todos los casos me ha parecido una voz interesante y bien proyectada. En nada cantará el pequeño papel del mandarín en el Turandot pucciniano del Teatro Real.

El otro pilar vocal ha sido la soprano navarra Sofía Esparza, su hija en la obra y dueña de la reputación a guardar. Una voz grande, con tendencia a abusar del forte pero con proyección adecuada y volumen nada despreciable. Quizás no terminó de sacar todo el jugo a la escena final de la ópera, escena escrita a lo Donizetti, pero en cualquier caso es una soprano joven que habrá de merecer nuestra atención.

En el resto de papeles hubo de todo, como es lógico. Iñaki Espaza asumía el papel de Don Cleto, mayordomo del rey e instigador de la trama, con desparpajo y canto más que suficientes. Raquel Hernandez (también presente en el título del Gayarre) volvió a dar muestras de su capacidad vocal y escénicamente estuvo más contenida. El barítono navarro Daniel Amatriain fue el Conde de Mérida y no desmereció en absoluto mientras que el joven Joseba Ceberio (el enamorado de doña Inés) tuvo que hacer frente a un papel nada fácil con una voz excesivamente ligera, liviana y que, por desgracia, apenas era apreciable ya en el agudo ya en las escenas de conjunto con enamorada y su padre. Lo supongo en momento de formación y esta experiencia será muy enriquecedora para el. Muy bien la actriz Rosa Nagore en su papel de Doña Ana, la aya entrometida, mandona y gruñona de la Marquesa de San Juan. 

La Coral de Cámara de Pamplona abordó la nada despreciable parte coral, apreciándose más acierto en las voces femeninas. Hubo algún desajuste claro en el acto II sin que llegara a mayores. Uno de sus componentes Iosu Yeregi abordó el pequeño papel de teniente con suficiencia.

El público asistente respondió con fuertes ovaciones al final de la función, casi a las once y media de la noche. Tudela ha hecho justicia con Joaquín Gaztambide en el teatro y ahora solo queda pedir que todo este esfuerzo no sea flor de un día.