trovatore berlin MatthiasBaus

Carnaval siniestro

03/11/2018. Berlín, Staatsoper Unter den Linden. G. Verdi, Il Trovatore. Philipp Stölzl, director escénico. Leonora, Liudmyla Monastyrska; Ines, Corinna Scheurle; Conde de Luna, Vladislav Sulimsky; Ferrando, Grigory Shkarupa; Azucena, Violeta Urmana; Manrico, Stefano La Colla; Ruiz, Linard Vrielink. Staatsopernchor y Staatskapelle Berlin Eun Sun Kim, directora musical.

Cuando se habla de El Trovador suele mencionarse la escasa credibilidad de su libreto, poseedor de unos giros argumentales que producen pasmo y en ocasiones hasta un poco de bochorno. Es un cliché ya se ha convertido en parte de su historia y que, lejos de ser un problema, debería ser una carta de libertad, un acicate para que los directores de escena resuelvan creativamente lo dramáticamente imposible. En muchas ocasiones se confía en que lo genuinamente heroico tape todo lo demás. En la reposición que ahora hace la Staatsoper de Berlín se apuesta con notable éxito por un camino bien diferente.

Philipp Stölzl, un habitual de los mejores escenarios de Alemania, ideó esta producción hace ya un lustro para la Festwochen de Viena en coproducción con la Staatsoper de Berlín, desde entonces se ha turnado como parte del repertorio escénico de ambas. Tomando un préstamo de los espacios expositivos, sitúa la acción en un “cubo blanco” en posición de perspectiva isométrica, un soporte que vuelve a servir para contener una expresión artística por momentos desbocada. En este caso, además, se carga de una fascinante versatilidad gracias a la técnica del mapping –esas proyecciones que calcan el elemento arquitectónico sobre las que se proyectan y crean trampantojos de movimiento en los volúmenes macizos.

En este espacio se despliegan unos personajes caracterizados con tino, como una mezcla de fantasía historicista y carnaval grotesco. Crean imágenes sugerentes, siniestras e irracionales, como si el Joker hubiera repintado la obra de Velázquez, usando como modelo a la pandilla del muñeco diabólico; algo que resultó no irle nada mal a esta historia demencial de venganzas extremas. 

En el aspecto vocal contamos con la garantía del programa de unos de los mejores centros operísticos de Alemania. Empecemos por la gran sorpresa de la noche, la extraordinaria actuación del Stefano La Colla como Manrico. Borda su papel para tenor spinto, presumiendo de fuerza, caudal y empuje en las notas altas para las partes más dramáticas, complementado de una emotiva sensibilidad para los momentos más líricos. Se paseó entre ambas facetas sin problema en su tercer acto: legato e italianidad en la cavatina “Ah! si, ben mio…” y fiero arrojo en la pira. Un cantante del que queremos escuchar más muy pronto y que, a juzgar por sus compromisos en Múnich, Berlín, Nápoles y Venecia, parece tener asegurada una brillante carrera inmediata.

A la Leonora de Liudmyla Monastyrska se le presuponía la calidad vocal y no decepcionó en absoluto, con una lección magistral y emotiva de canto verdiano. El color sigue hermoso y brillante, sobre él desplegó una emisión preciosista en ornamentos y exquisita en las dinámicas –absolutamente conmovedores esos pianissimi flotantes que aún resuenan en la memoria. Urmana, ahora de lleno en papeles de mezzo, construye una Azucena técnicamente notable pero, como le ocurre con frecuencia, dramáticamente endeble. Aborda sin problemas la tesitura completa del papel, incluso las partes más bajas, pero a su caracterización le falta fuego y tragedia. No le ayuda un timbre demasiado claro, reminiscente de su etapa de soprano. Vladislav Sulimsky interpretó un Conde de Luna rotundo, engolado y pomposo, perfecto para su papel de malvado si no le exigimos demasiados modismos belcantistas. 

Y en foso, faltó música, algo inaudito al escuchar a la Staatskapelle. La directora coreana Eun Sun Kim proporcionó un buen acompañamiento y, por momentos, hermosos pasajes líricos. Pero se echó de menos esa oscuridad furiosa que esta obra necesita, tanto como la leña el fuego.