Tosca Oviedo 18 

Tosca, sei tu?

Oviedo. 15/11/2018. Ópera de Oviedo. Puccini: Tosca. Arturo Chachón-Cruz (Mario Cavaradossi), Ekaterina Metlova (Tosca), Angel Odena (Scarpia), Paolo Bataglia (Angelotti), Cristian Díaz (Sacristan), Josep Fadó (Spoletta) Gerard Farreras (Sciarrone). Orquesta Oviedo Filarmonía. Coro de la Ópera de Oviedo. Dir. Escena: Arnaud Bernard. Escenografía: Camille Dugas. Dir. musical: Pablo González.

Se dice que mientras Robespierre caminaba hacia la guillotina que le mataría llegó a maldecir la propia Revolución Francesa, diciendo de ella que “es como Saturno, capaz de devorar a sus propios hijos”. Y le sobraba razón, pues no contenta con sus hijos, la imparable marea revolucionaria terminaría por tragarse incluso sus propios ideales, regurgitándolos en forma de hombrecillo con escasa estatura e inmensa megalomanía. 

Y en esto, precisamente, se asemejan Napoleón, Mussolini y todos los grandes tiranos de la historia. En haber sido capaces de retorcer unos ideales popularmente aceptados hasta hacer de ellos un instrumento de poder tiránico. Y si cuento esto es que, precisamente, en ellos se basa la traslación histórica propuesta por el regista Arnaud Bertrad para perpetrar, con resultado bastante irregular, la puesta en escena elegida para esta Tosca de la temporada operística ovetense.

Todo en la propuesta pivota en torno a dicha traslación temporal, que muevo los acontecimientos del original situados en torno al 1800 a la Roma de 1923. O al menos, eso indica un video mapping a modo de telegrama que pudo verse durante el inicio del primer acto, pues Bertrad confiesa en el libreto de mano haberse inspirado también en otros contextos como el amurallado Berlín de la Guerra Fría o el reinado del terror impuesto por el jefe de la policía soviética Lavrenti Pávlovich allá por los años 50. Y aquí es precisamente donde la propuesta hace aguas pues, inspirándose en tal refrito de épocas, si valoramos la propuesta ubicándola en la Italia de 1923, los anacronismos y las incoherencias se suceden ad infinitum.

En el libreto original, Giacosa e Illica se tomaron la molestia de atender hasta el más mínimo detalle del drama, absteniéndose de catapultar la acción sobre el público sin ningún pretexto, sino engranándola antes con detalles menores que la iban dotando de profundidad. Así, que Cavaradossi sea ejecutado casi de inmediato no es algo casual, sino que obedece a la derrota austriaca sufrida en Marengo ante los ejércitos napoleónicos, que se lanzaban a recuperar Roma para la causa republicana tras su campaña en Egipto y, por tanto, a acabar con el reinado del terror de ese Scarpia que, en el libreto, es visto como un instrumento de la autocracia realista. Así pues ¿Cómo puede Cavaradossi, en la Tosca de Bernard, ser ejecutado con tal rapidez y presenciando además la retirada de la ciudad de los esbirros de Scarpia si la acción se ubica en 1923? En ese momento, el fascismo italiano estaba en auge y Mussolini, tras afianzar su poder en la “marcha sobre Roma” apenas un año antes, no abandonaría la ciudad hasta dos décadas después. Y siguiendo este análisis, surgen muchas otras preguntas como por qué todo el pueblo parece sometido a la opresión del régimen cuando, precisamente, fue el sentir popular -mayoritariamente nacionalista- de aquellos años lo que tristemente llevó a la historia por los cauces que todos conocemos. U otra más ¿Por qué -si estamos en 1923- el sistema de escuchas que aparece permanentemente en escena parece sacado de un cuartel de la Stasi propio de los años 80? 

Todo parece indicar que las pretensiones de Bernard no van más allá de equiparar de forma simplista los poderes absolutistas de cualquier época, sirviéndose aquí y allá de los datos ofrecidos por alguna polvorienta enciclopedia y sufriendo la ubicación física de la acción en Roma como un necesario dolor de muelas que merece la pena tolerar con tal de no romper demasiado con la esencia de la obra. 

Es cierto que no es necesario, ni mucho menos, respetar todos los detalles de la obra original. Lo que si es necesario para lograr un trabajo memorable es que, de optar por no respetarlos, se creen otros equivalentes, que doten de profundidad la nueva propuesta. Nada de eso, pues más allá de un drama expuesto con simplicidad y razonable fuerza dramática, especialmente en el segundo acto, Bernard solo es capaz de ofrecernos una secuencia de soluciones de “emergencia” que pagan las facturas de una traslación temporal vacilante. Una producción, en definitiva, que llevaría al propio Cavaradossi a preguntarse si ese retrato que está pintando en un pobre cartón piedra es el de una Tosca que merezca la pena.

 

Tosca Oviedo 18 Metlova ChaconCruz

Lo interesante de la noche llegó sin duda en el plano musical, encabezado por un genial Pablo González que dirigió a la Orquesta Oviedo Filarmonía desde el más sincero e interesado conocimiento de la partitura y un irreprochable cuidado de los cantantes. Era para González, además, una noche de ambiente un tanto festivo, pues poco antes se publicaba la noticia de que el ovetense será el próximo director titular de la Orquesta y Coro de RTVE por la cual no podemos sino alegrarnos profundamente. 

En lo vocal, Àngel Òdena brilló en su rol de Barón Scarpia, abordado desde unos medios rotundos y una presencia escénica capaz de llenar todo un teatro. Lo mejor de la noche, sin duda, poder escuchar al barítono tarraconense abordando con energía cada una de sus intervenciones, desde su estremecedor Te Deum que cerró el primer acto hasta sus momentos de fraseo premeditadamente bruto y visceral ya en el segundo. Scarpia es, a fin de cuentas, el malvado arquetípico y quizás por eso, al tratarse de un personaje tan plano, no es sencillo interpretarlo con la credibilidad que ha conseguido Òdena. Asimismo, fue igualmente estimulante escuchar a Arturo Chacón en su debut como Mario Cavaradossi, abordando el rol con un aplomo colmado de agudos seguros y bien emitidos que se vieron acompañados por una gran credibilidad escénica. Si bien es cierto que su fraseo, en los momentos más rutinarios, resulta quizás demasiado lírico para lo que estamos acostumbrados en el personaje, estamos seguros de que Cavaradossi supondrá un paso importante para la carrera del mexicano, que quizás llegue a convertir este rol en habitual.

Cerrando el sangriento triángulo amoroso, Ekaterina Metlova dio vida a los celos de ese personaje que, durante el primer acto es la encarnación de un divismo que terminará convirtiéndose en valor. Tosca es una de las grandes heroínas de Puccini, un personaje que evoluciona desde la amante celosa a la mujer fuerte que sabe sobreponerse a las circunstancias, aunque finalmente resulte engañada y víctima de ellas. Con todo, Metlova firmó una interpretación que, aún entregada, no llegó a resultar lo suficientemente poderosa como para aprovechar todo el protagonismo que le brindaba el papel. En lo vocal la soprano, a quién ya habíamos escuchado en Oviedo afrontando el difícil rol de Abigaille, resultó correcta, afrontando con solvencia el grueso de la partitura, aunque un tanto lastrada al moverse por las zonas más extremas de la tesitura, resultando en una escasa proyección en el registro más grave y ofreciendo sonidos un tanto abiertos en el más agudo. En el resto de roles, Paolo Bataglia firmó un correcto Angelotti, Cristián Díaz un Sacristán rutinario, Josep Fadó un Spoletta con carácter y Gerard Farreras un Sciarrone que a duras penas pasó de lo aceptable en el plano vocal. 

Buen trabajo, por otra parte, de los niños que aparecían en escena durante el primer acto, así como del Coro de la Ópera de Oviedo, que destiló su profesionalidad habitual demostrando una loable capacidad de adaptación a tantas obras y direcciones como se le ponen por delante. En este contexto, y atravesada ya la noche del estreno, resta esperar al próximo viernes para escuchar el segundo reparto propuesto por la temporada ovetense, que contará con la presencia de Elaine Álvarez, Enrique Ferrer y David Babayants como Tosca, Cavaradossi y Scarpia respectivamente, y cuyo trabajo también será referido en este medio.