Admiración mutua
27/04/2019. Oviedo, Auditorio Príncipe Felipe. Recital de Ermonela Jaho y Benjamin Bernheim. Obras de Saint-Saens, Charpentier, Gounod, Massenet, Verdi, Cilea, Berlioz, Puccini y Donizett. Ermonela Jaho, soprano. Benjamin Bernheim, tenor. Orquesta Oviedo Filarmonía. Alain Guingal, director de orquesta.
Allá por noviembre de 2014, recuerdo prepararme para escribir la crítica de Madama Butterfly programada por la Ópera de Oviedo esa misma temporada. Estaba, entonces, sentado frente al ordenador, con YouTube abierto, buscando y escuchando cuantas versiones me era posible del famoso aria “Un bel di vedremo”, que Butterfly canta al horizonte a la espera de un Pinkerton que nunca llegará para quererla. Fue entonces cuando, de casualidad, me topé por primera vez con el nombre de Ermonela Jaho, pues el algoritmo de la plataforma de videos me sugirió una versión donde la soprano albanesa aparecía cantando dicha pieza en el Teatro de Avignon apenas un año atrás, en 2013. Deben creerme si les digo que, entonces, al escuchar el vídeo, me quedé realmente sorprendido. Lo escuché en bucle durante un tiempo pensando en la increíble capacidad que tenía aquella soprano para transmitir las emociones, para hacerte partícipe de toda esa angustia que Cio Cio San debía ir acumulando a lo largo de toda su espera. Así es que, poco después, cuando en 2017 la vi encarnar ese mismo rol en el Teatro Real junto a Jorge de León, en unas representaciones que se promocionaron ampliamente, no pude sino esbozar una sonrisilla de satisfacción.
No obstante, debieron pasar dos años más hasta tener la oportunidad de escucharla en directo. Ocasión que finalmente llegó, como casi todas mis ambiciones musicales, de la mano del excelente ciclo de Conciertos del Auditorio de Oviedo, que siempre se las arregla para traer a la capital asturiana a prominentes figuras de la lírica internacional. Así las cosas, el concierto no se inició con la voz de Jaho sino, como es costumbre, con una primera intervención de la orquesta que acompañará a los cantantes durante todo el recital. La pieza elegida fue la “Bacchanale” de la ópera Samson et Dalila, interpretada por una Oviedo Filarmonía en estado de gracia bajo la batuta de Alain Guingal, quien la sostuvo con vehemencia durante todo el concierto.
Ya en su primera intervención, Jaho brilló por una factura técnica indiscutible, como demostraría su habilidad para los filados, además de una actitud sobre las tablas que derrochó seguridad y elegancia. Difícil no ser eclipsado por ella, pensé, mientras entraba en el escenario su partenaire, el tenor Benjamin Bernheim quién, sin embargo, supo brillar con luz propia iniciando el recital con una imponente lectura de “Salut! Demaure chaste et pure”, que culminó con un Do a media voz envidiablemente proyectado y timbrado.
Tras esto, llegaría el turno en el recital para el compositor Jules Massenet, cuyo repertorio se inició representado por una brillante lectura de Thaïs cuya “Méditation” fue bellísimamente interpretada por el concertino de la OFI, Andrei Mijlin, quien fue justamente aplaudido por los miembros de la orquesta. A continuación, la famosa “Pourquoi me réveiller” donde Bernheim, olvidándose ya de las medias voces, sacó a relucir todo el potencial de su instrumento que, dicho sea de paso, no es precisamente escaso. Y, por último, para terminar la primera parte del concierto, los solistas encarnaron a Manon y a Des Grieux en la brillante escena de Saint Sulpice donde él, pese a todos sus esfuerzos, es incapaz de resistir a los encantos y caprichos de ella, que acabará arrastrándole a un final ciertamente trágico.
Ya tras el descanso, Jaho brillará de nuevo con su interpretación de “Ecco, respiro appena” de Adriana Lecouvreur en la que, como durante todo el concierto, el director Alain Guingal llevó al límite su proyección vocal, abriendo el volumen de la orquesta hasta un punto que, si bien seguía siendo confortable para Bernheim, se evidenció un tanto excesivo para Jaho, a quién nos habría gustado poder escuchar con algo más de claridad, sin tanto peso orquestal. Pese a ello, nada nos impidió disfrutar de ambos cantantes durante la escena de la Bohème de Puccini con la que se cerraba el programa del recital y durante la cual se sucedieron los gestos de admiración mutua entre ambos solistas. Miradas tiernas e incluso un tanto inocentes con las que, apoyados en la barandilla del escenario, lograron convertir todo el Auditorio en esa buhardilla parisina en la que Rodolfo y Mimì se aman a primera vista.
A modo de propina, y ante un público ansioso por seguir escuchándoles, Bernheim apostó por la bien conocida “Una furtiva lacrima” y, posteriormente, Jaho hizo lo propio con “O mio babbino caro” y una brillante “Vissi d’arte”. Por último, ambos cerraron el concierto con el “Libiamo ne’lieti calici” de La Traviata que, si bien musicalmente no sumó nada a todo lo que ya habíamos escuchado anteriormente, se antojó una excelente forma de finalizar un concierto de sábado por la noche.