TerriblePerez

Seducción a la española

Oviedo. 6/04/2016. Teatro Campoamor. Tomás López Torregrosa y Joaquín Valverde: El terrible Pérez. Eduardo Santamaría, Pilar Jurado, David Menéndez, Ruth Iniesta, Francisco J. Sánchez. Orquesta Oviedo Filarmonía. Dir. musical: Nacho de Paz. Dir. escena: Paco Mir.

Dittersdof, Wanhal, Kozeluch… Todos ellos, autores afamados en su época, protagonizan ahora el olvido colectivo. Algo parecido ha sucedido con López Torregrosa y Joaquín Valverde –los compositores de esta obra-, cuyos nombres ya sólo gozan de una fracción, más bien pequeña, de la popularidad que tuvieron en su momento. Ni cines ni televisiones existían, por aquel entonces, en una Madrid que velaba en sus noches por ir a los teatros, soñando de día con parecerse un poco más a ese París que tanto admiraba.  —Madame Thérèse, si no le importa —matiza Teresita. Ella es la protagonista de esta zarzuela; una que, como tantas otras, retrata las costumbres de su época con la maestría del pintor más inspirado. Así pues, a El Terrible Pérez le ha bastado un único acto, dividido en dos cuadros, para demostrar que su programación resulta una excelente idea. Lo mismo sucedería con muchas otras obras de características similares, injustamente condenadas a un olvido del que merecen ser rescatadas. A fin de cuentas, y al margen de su indudable valor artístico, cada zarzuela ignorada o perdida se lleva consigo una parte de nuestra historia que no aparece en los libros. Siempre atenta a su forma de pensar, de hablar o de comportarse, la sociedad española encontró en la zarzuela a un cronista excepcional al que, sin embargo, le cuesta valorar como se merece. Es por ello que la inclusión de obras como esta en las temporadas, que en ocasiones se limitan a un repertorio un tanto reducido, supone un excelente acicate para el género y, por tanto, una sana costumbre que todos los teatros deberían adoptar.

Volviendo a la obra que nos ocupa, cabe destacar el paralelismo que muchos establecen entre su protagonista: el Señor Pérez, y el legendario Don Juan, que Tirso de Molina inmortalizaría en su obra El burlador de Sevilla y convidado de piedra. En lo personal, y puestos a buscar relaciones, el personaje de Pérez no puede evitar recordarme un poco al de Sir John Falstaff (de la famosa ópera verdiana): ambos protagonistas, igualmente entrados en años, escriben cartas a mujeres casadas con el fin de seducirlas. Pérez escribe a Teresita, mientras que Meg y Alice reciben la correspondencia del viejo John. Como no podía ser de otro modo, ninguna de las misivas consigue el efecto deseado, lo que obliga a sus respectivos remitentes a esconderse para no terminar siendo víctimas de los celos maritales: Pérez se viste de maniquí mientras que al enorme Falstaff no le queda más remedio que embutirse dentro de un baúl. Finalmente los dos seductores son escarmentados con una broma pesada en la que el resto de protagonistas se disfrazan con el fin de asustarles: de criaturas fantásticas en la ópera verdiana y de maridos enfurecidos en El terrible Pérez. Encarnar a este seductor tan español fue tarea de Eduardo Santamaría, quien supo aprovechar todas las notas cómicas del personaje. Sobresaliente en lo escénico, y ciertamente acertado en lo musical, podemos decir que su interpretación se situó entre lo más alto del elenco. El papel de Teresita, la casada que hace perder la cabeza a Pérez, estuvo extraordinariamente cubierto por Ruth Iniesta, reciente Premio Campoamor a la cantante revelación. La soprano zaragozana posee, sin duda, sobradas cualidades para este papel, que se le quedó algo pequeño, especialmente en lo vocal, y nos impidió disfrutar plenamente del despliegue de medios al que nos tiene acostumbrados. David Menéndez abordó la parte de Fidel, el marido de Teresita, con el excelente resultado que siempre se le supone. Quizás, al igual que en el caso de Ruth Iniesta, sus capacidades vocales excedieron lo demandado por la partitura. Algo más parco de medios resultó el Concordio de Francisco J. Sanchez quien, sin embargo, mostró una desenvoltura escénica envidiable. Cerrando el grupo de personajes protagónicos se situó Pilar Jurado, encargada de dar vida a la señorita Cocotero, una parte exigente en tesitura y que fue resuelta de forma un tanto desigual por Jurado, quien lució un tercio agudo un tanto comprometido en cuanto a colocación. 

Desde el foso, la Oviedo Filarmonía interpretó las contagiosas páginas de “El Terrible Pérez” bajo la batuta de Nacho de Paz, quien obtuvo de la agrupación ovetense un sonido uniforme y trabajado, logrando además un juego de dinámicas convincente y que en ningún momento se mostró incómodo para los cantantes.  

En obras como la que nos ocupa, que presentan multitud de partes habladas, la atención de público se centra inevitablemente sobre los personajes y aquello que les rodea: la escenografía, convirtiéndose ésta en un elemento fundamental. Para esta producción se confió en la visión de Paco Mir, quien nos presentó una genial sastrería en el primer cuadro y un funcional, aunque algo arquetípico, cabaré en el segundo. Nos encontramos, por tanto, ante una escena efectiva, que consiguió exponer perfectamente el mensaje de la obra sin desvirtuarlo en ningún momento; algo no tan frecuente como nos gustaría.

Atravesado ya el ecuador de la Temporada de Zarzuela de Oviedo, sólo resta estar pendiente a las dos últimas obras programadas: La Marchenera y ¡Cómo está Madriz!. Para ver la primera de ellas aún habrá que esperar hasta el 30 de Mayo pero, afortunadamente, las Jornadas Iberni alcanzan en estos meses su máximo de interés con conciertos como el que ofrecerá la Filarmónica de la Scala de Milán el próximo sábado y que también contará con reseña en Platea Magazine.