joaquin gaztambide retrato 

A la espera de mayor reconocimiento

05/10/2018. Tudela. Teatro Gaztambide. Un pleito / El lancero, de Joaquín Gaztambide. Iñaki Esparza (barítono, Don Severo/el coronel), Olaia Lamata (soprano, Leonor/Pepa), Andrea Jiménez (mezzosoprano, Cecilia/Pepita), y otros. Ensemble Instrumental Nueva Babel. Dirección de escena: Alejandro Aranda. Dirección musical: Rinaldo Zhok.

A un servidor no le deja de causar perplejidad que en un lugar donde la actividad lírica escasea y en la que el patrimonio musical está bastante olvidado, un programa doble de este interés provoque una asistencia de público tan exigua. Y es que, con la excepción de Marina, de Emilio Arrieta, ¿dónde están el resto de sus óperas y zarzuelas? ¿Y las compuestas por Hilarión Eslava? ¿Y las del mismo Joaquín Gaztambide? Y solo por poner tres ejemplos.

Tampoco se trata de ser chauvinista pero si los navarros no se preocupan de su patrimonio lírico, ¿quién lo va a hacer? Por ello duele, y mucho, que un grupo como Nueva Babel, modesto en sus medios pero cargado de dignidad, esté haciendo un esfuerzo por recuperar obras del último de los citados y el público tudelano y navarro responda con apenas doscientas entradas vendidas, dando una impresión, una vez sentado en el patio de butacas, de enorme pobreza.

Sí, la labor de Nueva Babel no está libre de limitaciones. Por ejemplo, toda la parte orquestal está adaptada a un grupo instrumental creado ad hoc que en caso que nos ocupa estaba compuesto por cinco músicos, a saber, clarinete, piano, guitarra, piano y percusión. Además habrá quien reproche la juventud de los cantantes, con voces en proceso de formación pero…

¿Acaso no tiene enorme mérito que en apenas dos años hayamos podido escuchar –en algún caso tras décadas de silencio- cuatro zarzuelas del compositor tudelano? En septiembre de 2018 un servidor descubrió Casado y soltero (1858) en el Gayarre de la capital; exactamente hace un año y en el mismo escenario, La mensajera (1849), zarzuela grande; y en este curso hemos podido disfrutar de dos pequeñas obras del periodo central del compositor, a saber, El pleito y El lancero.

Cada una de estas zarzuelas apenas llega a los tres cuartos de hora. Un pleito (1858) narra la historia de un joven abogado sin trabajo que, enamorado de una joven vecina, asumirá un pleito de ésta sin saber que lo es contra su tío, el mismo que le mantiene una asignación vital para su supervivencia. Como se pueden imaginar, todo acabará muy bien. Son solo cinco personajes y los jóvenes lo hicieron cumpliendo con creces. El tenor David Serrano, el abogado, enseñó una voz corta pero suficiente mientras que Olaia Lamata, su clienta, servía con su voz oscura y algo débil en la franja aguda a la enamorada. Muy bien Mikel Berraondo en el papel de criado del joven y que es quien aporta algo de raciocinio en la historia, la voz mejor proyectada; y más que eficientes Iñaki Esparza (don Severo, el pleiteado) y Andrea Jiménez, la tía celosa de la joven.

El lancero (1857), única obra del compositor ambientada en su Navarra natal, sitúa la escena en la Primera Guerra Carlista, terminada pocos años antes del estreno de la zarzuela. También su duración es exigua, repitiéndose los mismos 45 minutos, y en este caso Alejandro Aranda, responsable de las dos puestas en escena, nos traslada, en un cambio muy radical, de la guerra carlista del XIX a los vestuarios actuales de un equipo de balonmano. 

En la obra original, Pepa, flamante esposa del teniente del ejército, se hace pasar por lancero ocultando su condición femenina, para estar cerca de su marido que, como es casi habitual, es posesivo y está dominado por los celos. La aparición de una compañera de estudios del mismo nombre e hija del coronel del regimiento provocará mil y un situaciones incómodas aunque todo acabará por aclararse en positivo. Esta obra, a diferencia de la anterior, cuenta con presencia de coro masculino.

Al trasladarse esta historia al mundo deportivo gran parte del vocabulario, de carácter militar, queda desubicado. Creo que no está de más que se arriesgue en este tipo de proyectos aunque en este caso no se ha acertado en demasía. Eso sí, la resolución final de los equívocos, con un equipo masculino invitando al más joven (en realidad, la mujer disfrazada) a ligar con la recién llegada Pepita, tenía enorme credibilidad.

Bien el coro aunque timoratos los tenores en las notas más comprometidas. Imanol Resano fue un teniente/entrenador aceptable mientras que su nueva esposa la encarnaba, de nuevo, Olaia Lamata, con voz más firme que en el primer título. El coronel/presidente fue un eficaz Iñaki Esparza mientras su hija era una Andrea Jiménez que también mejoró sus prestaciones. A buen nivel los papeles secundarios, a saber, Julen Jiménez (trompeta), Eneko Asiain (capitán) e Iker Bengoetxea (ayudante).

Suficiente el grupo instrumental bajo la responsabilidad de Rinaldo Zhok, su director desde el piano, aunque su colocación al mismo nivel de la escena comprometía en ocasiones la proyección de las voces, especialmente en la segunda zarzuela por la presencia reseñable de la percusión. En cualquier caso, una velada que nos permitió descubrir de dos títulos harto infrecuentes. 

Uno se cuestiona si después de tantos esfuerzos por una única función en la ciudad natal del compositor este proyecto tendrá continuidad. ¿No se pueden exhibir estas dos obritas por otras localidades de Navarra? ¿No pueden viajar a ciudades próximas, huérfanas de lírica y así puedan disfrutar de dos títulos de evidente interés, con montajes de fácil traslado? Luego, eso sí, traemos a cualquier grupo de cualquier parte del mundo para que nos ponga, las más de las veces en montajes de chichinabo, la enésima Madama Butterfly o Rigoletto mientras gente de la tierra enfrascada en proyectos más que interesantes andan quejándose por la escasa implicación de instituciones públicas y privadas.

Eso sí, cabe pedir a Nueva Babel un poco más de seriedad en algunas cuestiones. Así, parece difícil de creer que apenas tres o cuatro días antes de la función que nos ocupa se anunciara que al original El lancero se unía un segundo título, Un pleito. ¿Improvisación? Por otro lado, es difícil imaginar un programa de mano más cutre, con cuatro páginas en blanco. También hay que cuidar estos detalles.

El teatro tudelano anunciaba con aparente satisfacción ¡Gaztambide en el Gaztambide!. Una pena que los tudelanos no se hayan dado cuenta de que el nombre del teatro proviene del apellido de un compositor del siglo XIX de interés, al que se le reconoce también escuchando su obra. Por cierto, en el programa de mano se anuncia en fase de pre-producción otra zarzuela para una deseable futura función, El estreno de una artista (1852). Que la disfrutemos.