Manojo Bilbao19

 La traicionera acústica del Euskalduna 

23/12/2019. Bilbao. Palacio Euskalduna. Pablo Sorozabal: La del manojo de rosas. Hevila Cardeña (Ascensión), Antonio Torres (Joaquín), Lorenzo Moncloa (Ricardo), Angel Walter (Espasa), Carlos Crooke (Capó) y otros. Coro Lírico de Bilbao. Orquesta Sinfónica. Dirección de escena: Lorenzo Moncloa. Dirección musical: Cesar Belda.

Hace casi exactamente dos años y tras asistir en el mismo recinto a una función de La tabernera del puerto hice hincapié en mi pertinente reseña y que se puede releer en este medio que la elección de un recinto como el Palacio Euskalduna podía resultar una trampa para aquellas compañías y/o artistas que dotadas de la mejor voluntad pero con medios modestos se enfrentan a un recinto cruel.

También hace casi dos años reflexionaba sobre el uso, cada vez más extendido, de la megafonía en este tipo de espectáculos. En 2017 se amplificaron los diálogos pero no las partes cantadas; en el que nos ocupe hoy, no se ha amplificado nada, con el resultado de que en algunos momentos la función ha sido difícil de seguir.

Para terminar con los previos quiero volver a traer a colación una palabra que muchos parecen ignorar en esto del arte musical: coordinación. Así pues, ya tenemos presentado el esqueleto de la reseña; vayamos a su desarrollo.

Que la Compañía Luis Fernández de Sevilla acepte dar una función de una zarzuela tan celebre como La del manojo de rosas en el Palacio Euskalduna es un riesgo que puede tener consecuencias evidentes, tanto artísticas como de asistencia de público. En el primero de los casos hay que decir que hubo personajes que en lo canoro desaparecieron, siendo inaudibles desde mi butaca mientras que algunos diálogos apenas eran perceptibles y muchos de los gags de la zarzuela pasaron inadvertidos por la dificultad de llegar al público.

¿Es la solución el uso de la amplificación? Tengo claro que no. Creo que la solución pasa por la elección de un recinto adecuado, de los cuales están bien dotada la capital vizcaína: el Teatro Arriaga, el Teatro Campos Elíseos, la Sala BBK, etc. Pero ir al inmenso Auditorio Euskalduna exige voces grandes, de adecuada proyección, dicción clara y precisa y compromiso del público para guardar silencio. Sobre esto último escribiré al final.

Entre las voces propuestas pocas pudieron con el local. Quizás la más estentórea fue la de Antonio Torres creando un Joaquín de canto de escasa finura pero creíble y con sonido suficiente para llenar la sala. Tampoco se quedó atrás, y mostrando más gusto a la hora de cantar, el Ricardo de Lorenzo Moncloa así como Carlos Crooke que, siendo un tenor ligero, está dotado de la suficiente proyección para que su voz fuera pertinentemente audible. Además Crooke fue, de calle, el mejor en el apartado actoral, con gracia innegable y salero para dar y tomar. Angel Walter hizo un Espasa con sus tics habituales y con labia más que suficiente pero dependiendo de su posición en el escenario sus peroratas quedaban difuminadas en el recinto, perdiéndose algunos de los golpes humorísticos. Una lástima.

En el apartado femenino las cosas fueron algo más conflictivas. Hevila Cardeña quedaba en ocasiones superada por la orquesta –a pesar de los escasos miembros de la misma- aunque en términos generales su Ascensión tuvo la garra suficiente para salir adelante. Raquel Cordero tuvo los mayores problemas hasta poder decir sin acritud alguna que apenas se le escuchó una sola nota. Una pena porque los números colectivos quedaban hipotecados por su escaso sonido y su pobre línea de canto.

Entre los muchos secundarios subrayar lo que es un ejemplo de dicción, de proyección y de saber estar: Amelia Font (doña Mariana), ejemplo vivo de la historia de la zarzuela, apenas dijo tres frases que, sin embargo, se oyeron sin dificultad alguna, siendo ejemplo de lo que es hacer muy bien las cosas. El tono general del resto de los actores fue notable.

La orquesta, de la que la exigua cuartilla informativa no informaba del nombre, sonó un punto excesiva con respecto al escenario; especialmente la percusión se oía excesiva, rompiendo el equilibrio entre las secciones y entre el grupo orquestal y el escenario. Su responsable ha sido César Belda. En cuanto al coro, de apenas diez voces, mejor corramos un tupido velo.

En cuanto a la escena, de cuya responsabilidad aparece el nombre del tenor Lorenzo Moncloa, conviene preguntarse cuándo podremos ver una nueva versión de esta zarzuela. Vale que sea legitimo defender “la tradición” pero el esquema de taller a la izquierda, floristería a la derecha y taberna en el centro lo he visto siempre en los últimos diez años. Quizás sea tiempo de pedir que alguien deconstruya La del manojo de rosas buscando una nueva plaza y una nueva disposición. Algunos lo agradeceremos.

El Euskalduna no es solo cruel para las voces; también lo es para el público porque aun acudiendo ¿mil personas? a la función el recinto presentaba una imagen desangelada, con el tercio trasero de platea y el último palco totalmente vacíos. Eso sí, entre el público asistente se pudo haber celebrado un concurso de sonidos de teléfono, comentarios a voz tronante y canturreos y tarareos varios en aras de hacer la competencia a los profesionales. Por momentos parecía el paraíso del disparate.

Hemos comentado la aparente pobre asistencia de público y en ello quizás tenga algo que ver el problema de la coordinación. ¿Cómo puede ser que en Bilbao no haya habido zarzuela desde hace meses y cuando se programan dos títulos lo sean en días consecutivos? El 21 y 22 de diciembre el Teatro Campos Elíseos ha programado El caserío, de Jesús Guridi. El dia 23 el Auditorio Euskalduna, en función única, La del manojo de rosas, de Pablo Sorozabal. ¿Por qué se obliga a mucha gente a elegir?

Nunca lo entenderé: ¿tan difícil es que una vez al año se junten Arriaga, Euskalduna, Masa Coral del Ensanche y el sursuncorda para conseguir una mínima coordinación de títulos y fechas? Al no hacerlo –o al hacerlo muy mal- provocamos disparates como el mencionado: meses sin zarzuela y dos títulos distintos en dos recintos distintos en dias consecutivos.

Para terminar, hacer un reconocimiento a todos los artistas (cantantes, actores, músicos) que de ciudad en ciudad ofrecen lo mejor de su arte. Para parte del público esta es –casi- la única posibilidad de acercarse a la lírica. Eso sí, la elección de los títulos daría para otro artículo porque, por suerte, la zarzuela es mucho más que los diez títulos de siempre y Pablo Sorozabal es mucho más que La tabernera del puerto, Katiuska y La del manojo de rosas, pero eso, mejor, lo dejamos para otra ocasión.