Cappella Neapolitana 

Descubriendo a Hasse

Donostia. 13/1020/2020. Auditorio Kursaal. J. A. Hasse: Marc’Antonio e Cleopatra. Leslie Visco (soprano, Cleopatra), Marta Fumagalli (mezzosoprano, Marco Antonio), Cappella Neapolitana. Dirección musical: Antonio Florio.

Johann Adolf Hasse (1699-1783) es uno de esos compositores de cuya existencia sabemos a través del conocimiento teórico pero cuya música suele permanecer ignorada por la inmensa mayoría de los programadores y no parece ser prioridad de ningún tipo de público. En estos momentos de efervescencia barroca hay figuras como Monteverdi, Vivaldi o Haendel que gozan del reconocimiento generalizado en lo que a su quehacer lírico se refiere mientras que otros, la inmensa mayoría, permanecen en un segundo plano, a la sombra de los primeros. Uno de ellos es Hasse, así que comprenderán la ilusión que me produjo el saber que Kursaal Eszena nos proponía el asistir, al menos en versión concertística, a una función de su serenata Marc’Antonio e CleopatraY es que Kursaal Eszena cuida de darnos estas agradables sorpresas de vez en cuando; en los últimos años hemos podido disfrutar de operas en versión de concierto de Monteverdi, Haendel, M. A. Charpentier, Purcell o Gluck, un repertorio a la que la capital guipuzcoana es relativamente ajeno porque ya se sabe que todo lo que sea salirse del sota-caballo-rey…

¿Es Marc’Antonio e Cleopatra, en sentido estricto, una ópera? El compositor la define como una serenata para dos voces y la acción dramática, muy condicionada por el exiguo número de personajes, es practicamente inexistente. Estamos ante la obra de un joven Hasse –se estrenó en Nápoles en 1725- recien aterrizado desde su Hamburgo natal en la Italia de primeros del XVIII y que presenta, así mismo, una economía de medios encomiable: solo dos solistas, no hay coro y la plantilla orquestal –al menos la que se presentó en el Kursaal- era de once personas, incluído el director. De todas formas creo que sí, que se puede hablar de obra lírica con pleno sentido a pesar de su forma camerística. Eso sí, la estrutura de la obra es extremadamente simple: una sucesión de recitativos y arias de cada uno de los personajes para culminar cada acto con el pertinente duo. En el acto primero los dos personajes, esperanzados de conseguir la victoria ante Julio Cesar, ven su inmediato futuro de forma optimista mientras que en segundo, tras la derrota en batalla, se preparan para una muerte honorable y en comunión.

La soprano napolitana Leslie Visco, aparentemente muy joven, encarnó a Cleopatra, el espíritu femenino de la obra y en la que predominan la pasión, el amor, lo irreflexivo y, finálmente, la dignidad de reina ante la muerte. Su voz era de escaso volumen, de agudo poco consistente y algunas limitaciones alahora de abordar la coloratura pero según avanzaba la obra fue mejorando hasta completar una función más que notable. La mezzosoprano también italiana Marta Fumagalli encarnó a Marco Antonio, el lado masculino, es decir, el arrojo, la temeridad, el valor, la fuerza y el ímpetu que culminarán junto a su reina con la asunción honorable de la muerte al final de la ópera. De bello contraste con su voz grave frente a la ligereza de la primera, completó con un volumen algo más denso que la de su compañera, una notable representación. 

Seguramente a nadie sorprenderá si afirmo que el gran valor de la velada residía en el conjunto instrumental y en la sabia dirección del experto Antonio Florio. Los enémigos de las novedades líricas se pierden auténticas maravillas que, quizás, nunca podamos volver a escuchar y que en manos y cerebro de un Músico mayúsculo se convierten en joyas a disfrutar. Y quienes asistimos al Kursaal, el mismo día en el que parecía que el fútbol tapata todo lo demás, y lo llenamos en unos dos tercios, tuvimos la fortuna de disfrutar de una noche musical de altísima calidad.

Los once músicos de la Cappella Neapolitana, al servicio de la música, demostraron que no es cuestión ni de tamaño orquestal ni de escenario. Podremos decir mil veces más que el Kursaal no es sala adecuada para este tipo de conciertos pero, por fortuna, la calidad de la música sobrepasa barreras de esta índole. Solo cabe desear que Kursaal Eszena siga por esta vía. De rigolettos, butterflys y similares ya vamos bien servidos y de vez en cuando se agradece el desempolvar para nuestros oídos obras como esta serenata de un señor del que, al menos un servidor, no recordaba haber oído en concierto público una sola nota.