Lucia Marin Anton Goiri 1 1© Anton Goiri.

Lucía Marín: "La ópera es siempre un reflejo de lo más profundo del ser humano"

La directora jienense Lucía Marín se pone estos días al frente de la Simfònica de Illes Balears, para ofrecer en Palma de Mallorca su lectura de La traviata, una de las óperas más conocidas de todo el repertorio y una de las obras más queridas del imaginario de Giuseppe Verdi. Con ella hablamos de su partitura, pero también de Mozart, música sinfónica o sus maestros y referentes en la carrera.

Por empezar por su protagonista, desde su punto de vista ¿quién es Violetta Valery de La traviata?

Una mujer brillante y avanzada a su tiempo, libre, moderna, generosa y con alto sentido de la dignidad.

¿Qué representa su figura y cómo es, musicalmente y ya en general, La traviata?

Su figura, en realidad, es un referente de los valores de muchas mujeres del siglo XXI. Una mujer fuerte que tiene una debilidad, su enfermedad que le impedirá conseguir su mayor anhelo, el amor verdadero. Musicalmente es un rol con infinitos matices para una soprano. Es como el océano, no se puede abarcar de ahí su grandeza. Todo un desafío vital.

Traviata supone uno de los primeros melodramas musicales contemporáneos a su época. ¿De qué forma conecta, desde su punto de vista, también con nuestro presente?

Como le decía, Violetta Valery, es sin duda una mujer que encajaría en la actualidad. Todo lo que se cuenta en esta ópera: el amor, la muerte, la manipulación, la enfermedad, la dignidad, la generosidad... Todos estos argumentos conectan con nosotros y, por ello, la ópera permanece y lo hará siempre, porque es siempre un reflejo de lo más profundo del ser humano. Sin duda alguna, en este aspecto Verdi era un gran maestro.

Siempre se dice que este título del italiano requiere, en realidad, de tres sopranos diferentes. Una para cada una de sus actos. En este “crescendo dramático”, ¿acompaña, evoluciona también la orquesta?

Siempre se ha dicho que en el primer acto Violetta es una cortesana, en el segundo una mujer enamorada, y en el tercero una santa. Realmente es una mujer libre, hecha así misma, que añora la sencillez de amor verdadero y que es una mujer generosa, pues sabiendo de su final, elije la abandonar a Alfredo, para que su familia tenga el honor que ella hubiera querido para ella y no pudo conseguir.

Para mí el quid de la cuestión está aquí en la evolución del personaje de Violetta. En el segundo acto hay un punto de inflexión que hace que todo cambie,  tras la manipulación de Giorgo Germont ella cede y abandona a Alfredo y es justo aquí en "Ah! dite alla giovine", donde comienza el camino de no retorno, de abandono de esta vida preparación para la siguiente. Musicalmente la orquesta acompaña en este camino a Violetta, brillante y rica en el primer acto, sencilla y noble en la primera parte del segundo, dramática en su segunda mitad, y en tercero acompaña la frialdad de quien espera a la muerte.

Cuando se ofrece una obra lírica, ¿es necesario para la directora de orquesta crearse una concepción puramente dramática de la partitura? ¿O puede obviarse este plano?

La ópera es un arte sin parangón, donde la música a través de la palabra genera una emoción única en quien la escucha. Nada de ello se puede obviar cuando se estudia una partitura en profundidad. Sonido, palabra y emoción humana están unidos sin solución de continuidad para que el drama tenga lugar. 

Aunque esta entrevista estaba planificada con anterioridad, no puedo obviar el elefante en la habitación: el comportamiento del director de escena, Hugo de Ana, durante los ensayos de estas funciones, habiendo sido cesado por ello. ¿Qué solución dramática se ha adoptado una vez apartado? ¿En qué forma se va a ofrecer, finalmente, esta Traviata de Palma de Mallorca?

Se seguirá adelante tal y como estaba previsto, el próximo 17 de junio será el estreno de la producción en el Teatre Principal de Palma. Hugo de Ana firma la escena, la escenografía, el vestuario, la caracterización y las luces, y todo su trabajo realizado hasta la fecha de su cese va a permanecer. En la actualidad, sigue trabajando su equipo al completo, formado por su asistente de dirección y coreógrafo, maestro de luces, y la asistente de escenografía para que esta Traviata llegue a término con su máximo esplendor.

Ante este tipo de comportamientos y situaciones, afortunadamente cada vez más puntuales y más denunciadas, ¿cuál ha de ser la respuesta?

La respuesta ha de ser estudiada en cada caso pues es un asunto extremadamente delicado. Los tiempos han cambiado, afortunadamente a mejor.

No tiene la sensación, generalizando, que esta positividad, esta nueva etapa de cómo hacer las cosas, también en la música, ¿viene derivada también en cierta forma, gracias y de la mano de una mayor presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad y podios de las formaciones?

Hoy en día está claro que la mujer y su visión del mundo ha sido ignorada a lo largo de la historia. Y ciertamente se está dando un cambio de paradigma donde tanto mujeres como hombres demuestran que las cosas pueden ser de otra forma, y para ello trabajamos a diario, todavía hay mucho camino por recorrer.

¿Ha podido crecer con referentes femeninos en el podio?

En el comienzo de mi carrera, mis referentes eran grandes pianistas: Martha Argerich, Alicia de Larrocha... o cantantes como Teresa Berganza, Montserrat Caballé... Son todas mujeres de una gran personalidad artística que siempre demostraron que podían hacer música al más alto nivel. Así que con su ejemplo y con el apoyo firme de mi maestro, Enrique García Asensio, me dieron la fuerza para emprender el descubrimiento de mi propio camino, en este caso con la batuta.

Hoy en día Marin Alsop, Joann Falleta, Mirga Gražinytė-Tyla, Karina Canellakis, Simone Young, Speranza Scappucci, y Nathalie Stutzmann, nos demuestran en el panorama internacional que sí se puede.

Lucia Martin Anton Goiri 2 1© Anton Goiri.

Regresando a Traviata, no es esta, de lejos, su primera producción lírica. ¿Cómo es su trabajo en la construcción del sonido cuando se sitúa en el foso?

En primer lugar, tras el conocimiento de la orquesta de la partitura, el siguiente paso es la concertación con los cantantes, escuchar sus características y cualidades vocales y crear una comunión con ellos. A partir de ahí se puede generar una intuición dramática del personaje que genera un sonido único, de cualidades infinitas según sus emociones y la acción.  La directora o el director es a la vez generador y nexo de unión de todo lo que sucede de la relación que debe de existir entre foso y escenario.

¿Difiere mucho de las ocasiones sinfónicas, desde el podio de una orquesta?

Yo siento que no difiere, si no que las enriquece. En los conciertos sinfónicos no existe la complejidad de hacer música con un escenario que sólo ve el director y que habitualmente tiene unas dimensiones considerables donde los cantantes puede estar en cualquier sitio y cualquier posición. Pero esta puerta a la complejidad se abre cuando se hace una obra sinfónico – coral de grandes dimensiones. Para mí hacer ópera es una experiencia inigualable, donde la música, y la palabra generan la emoción humana a través de los sonidos, y eso es vivir, la ópera es vida.  

¿Sobre qué autores o autoras ha construido su personalidad en la batuta? Quiero decir, ¿encuentra imprescindibles algunos nombres por los que pasar en la dirección de orquesta? ¿Cuáles considera que han sido importantes en su carrera y por cuáles le interesa continuar?

El que me conoce sabe que desde que era una niña no he escatimado energía, esfuerzo y entusiasmo para ser la música que soy hoy. La música me hace vivir. Su estudio y conocimiento, junto con las personas que me la han ayudado a descubrirla, han sido protagonistas de mi camino. Me siento muy agradecida a todos mis profesores que creyeron en mí y me enseñaron que música es siempre mucho más de lo que parece. A partir de ahí mis referentes han sido los grandes compositores de la historia de la música, que a diario emocionan cuando estudio sus partituras.

No obstante, sin duda alguna, conocer al maestro Enrique García Asensio y a través de él la figura de Sergiu Celibidache ha sido un antes y un después en mi vida.  Si me pregunta por grandes directores de la historia, más allá de los ya nombrados, Karajan, Kleiber o Abbado son nombres indiscutibles junto con Nikolaus Harnoncourt. En la actualidad el director español Juanjo Mena es un referente y un ejemplo para mí, un músico de una dimensión artística extraordinaria.

Se ha anunciado ya, para la próxima temporada, su dirección al frente de otra obra lírica muy distinta a Traviata, como es El rapto en el serrallo. ¿Cómo siente usted a Mozart y esta obra suya, tan singular dentro de su corpus dramático?

¡Acaba de nombrar a quien es mi fondo de pantalla en el móvil! (Risas). Un genio del que sólo su pensamiento me hace sonreír. Le confieso que cuanto más pasa el tiempo, más me genial me parece. Alguna veces pienso que su música es casi imposible dirigir, de tocar, una sensación extraña donde la acción del hombre sólo puede estropear la obra de arte. Me pasa en ocasiones con otros compositores, como Schubert, pero con él es una tónica. Es una música genial que, a la vez, cuando se consigue es una experiencia inigualable llenándote de libertad y felicidad.

De alguna manera, tanto Traviata como Rapto son productos concomitantes, derivados del concepto de bel canto, procedente del Barroco, de algún modo aplicable al compositor de Salzburgo y desarrollado al límite durante el romanticismo italiano, hasta estos primeros títulos verdianos, ¿no cree? ¿Cómo lo ve usted?

Sin duda alguna Verdi es heredero de Mozart, y se ve claramente en las partituras del primero, por su bel canto, por su sinfonismo y por el concepto de la estructura. Luego, Verdi ahonda en la psicología de personaje y a través de ello del ser humano, y al drama le añade la presencia constante de la vitalidad de la pulsación, todo ello ya está en Mozart, en Las bodas de Fígaro. Verdi era amante de la vida, de la gente, y eso se refleja claramente en su música y en las herramientas que utiliza.

Conecta la construcción musical del singspiel, asimismo, también con la zarzuela, que usted también ha dirigido. ¿Cómo se erige, musicalmente, una obra “interrumpida” por diálogos? ¿Hay que crear una atmósfera una y otra vez?

La zarzuela es un género con el que siento una gran cercanía. Y tal y como dice, la dificultad de la zarzuela está justamente en eso, en que los diálogos deben de engarzar número tras número siguiendo su propia rítmica escénica, y eso no es fácil de conseguir. De ahí su gran dificultad como género. Pero es una música que siento como propia, y espero tener muchas más oportunidades de seguir haciendo títulos de en el futuro.

Hace poco, con la Orquesta de RTVE, participó en un homenaje a su maestro, García Asensio, a quien ha nombrado en varias ocasiones durante la entrevista. ¿Cuál cree que ha sido, en esencia y si tuviera que sintetizar en un solo concepto, aquello que usted ha recogido de sus enseñanzas?

Difícil de resumir en un concepto todo lo que he aprendido del maestro Enrique García Asensio en más de veinte años. Para mí, él es el gran virtuoso de la técnica de dirección en la historia de la música. Tener estos conocimientos me permite transformar la complejidad del pensamiento musical, lo que quiere el director, en realidad a través de ella.  El maestro García Asensio me enseñó el oficio del director de orquesta, con exquisita precisión y sencillez.

¿Y cuál le gustaría que fuese su legado propio en el futuro por venir?

Creo en la música como factor transformador de mundo, para ello trabajo todos los días con pasión, rigor y generosidad. Debemos abrir puertas a las generaciones venideras para que sigan construyendo una sociedad mejor, unida y solidaria. Y si algo de mi trabajo es útil para conseguirlo, bienvenido sea.