José Luis López Antón: "Para ser buen músico te tienes que apasionar con todo lo que vayas a dirigir"
Acaba de dirigir a la Sinfónica de RTVE en la Noche de las velas de Pedraza, con la icónica Obertura 1812 de Tchaikovsky como broche y se encuentra a pocos días de ponerse al frente de la Orquesta de Córdoba o la Joven Orquesta de Extremadura, tocando en diversas localidades. El cierre de temporada para José Luis López Antón está cargado de música y con él hablamos de todo ello. De configurar programas y repertorio, de sus compromisos en México, de cancelaciones y censuras, de zarzuela o del paso del saxofón a la batuta.
¡Ha sobrevivido usted a los cañones!
¡He sobrevivido! ¡Y por segunda vez consecutiva! (Risas). La Obertura 1812 de Tchaikovsky está muy arraigada en la Noche de las velas de Pedraza. Creo que llevan haciéndola siete u ocho años ya. La cercanía de la Academia de artillería supongo, crea un puente, una sinergia institucional. Es una obra que se espera como colofón de la noche.
¿Cómo se trabaja con ella, dados estos "instrumentos" tan especiales?
Concertarlos tiene toda su complejidad... y además, la crisis también llega a los estatutos y estamentos del Ministerio del Interior, porque tienen las salvas justas para hacer un ensayo y el concierto en sí. Es algo que tiene que ser bastante costoso, por mucho que sean salvas de fogueo... son los cañones que tiene el Ejército, vamos. En realidad, me planteo si Tchaikovsky perseguía aquí con los cañones un grado de precisión absoluto... No es una banda interna de una ópera, donde todo ha de ser exacto... es algo más curioso. Ellos no me ven, están lejos y apuntando. Hay un percusionista que hace, digamos, de regidor, anticipándose... y es un brigada el que lanza la orden de fuego, porque ellos tienen su jerarquía. Es algo que queda bien, queda bonito. Se busca el efecto. Recuerdo una versión de Pappano con la Concertgebouw donde lo hacen con mosquetones y no en la parte donde indica Tchaikovsky... se trata de conseguir una experiencia como tal.
La 1812 ha sido vetada en algunos auditorios y formaciones porque se la ha vinculado con Rusia, en un momento bélico como el que estamos viviendo... y al mismo tiempo estamos sufriendo diversas censuras en la cultura por parte de algunos partidos políticos en nuestro país. ¿Cabe la censura en la cultura? ¿Puede tener su razón de ser?
Yo creo que no. Fíjese que esto estuvo sobre la mesa, sobre todo el año pasado, con la invasión rusa de rabiosa actualidad - porque el conflicto sigue -. Cercano en el tiempo, el programar la 1812 es algo que se plantearon mucho desde la Fundación Villa de Pedraza, que es quien sugiere la programación. Se decidió, finalmente, ir adelante y es algo que a mí, particularmente, me parece bien. No estoy muy, muy, muy de acuerdo con la política de la cancelación. Siempre es complicado mantener o estudiar los relatos. Ahí tenemos las cancelaciones a Netrebko, Matsuev o Gergiev, por ejemplo, distintas entre sí, con vinculaciones diferentes sobre Putin y posicionamientos diversos ante la guerra.
Yo, además, soy profesor en la Universidad Católica de Ávila y participé en un estudio académico, abordaje multidisciplinar sobre los delitos de odio. Mi parte la hice sobre música, obviamente. Sobre lo que le sucedió a Tchaikovsky con su homosexualidad, por ejemplo; la Entartete Musik, las acusaciones de formalismo a Shostakovich... y como coda, terminé hablando un poco, precisamente, de todo esto, de la política de cancelación, que también la ha habido en otras ocasiones, a lo largo de la historia. No es que sea yo la persona con mayor capacidad o poder ded decisión para poder analizar este tema al detalle, pero creo que es obvio que Tchaikovsky escribió su Obertura 1812 en otro momento de la historia, en otra coyuntura, sobre otro hecho histórico. Intentar asociarlo a lo que está ocurriendo ahora... no le encuentro demasiado sentido. El arte hay que respetarlo por encima de todo.
En cualquier caso, ¿cómo ha conformado este programa que acaba de hacer con la Orquesta de RTVE y que tiene cierta conexión con el que presentará, estos próximos días, con la Orquesta de Córdoba?
El de RTVE tenía como hilo conductor la música nacionalista, con raíces. Es algo que he ido contando entre piezas o bloques, como me han pedido. Algo esquemático, somero, para no perder la línea del concierto. Explicaba cómo Borodin estaba conectado con Rimsky Korsakov y, a través del Capricho español de este, cómo llegábamos a Granados, por ejemplo. Contando anécdotas... un poco en la línea, salvando las distancias, de lo que hacía Fernando Argenta en Los clásicos también pecan. Derribar clichés sobre la clásica. Es algo que también hago en conferencias, como por ejemplo llevo a cabo en el Ayuntamiento de Ávila o que haré con la Junta de Castilla y León, a través de las bibliotecas públicas de la comunidad. Es algo que, a parte de que a mí me guste, es una misión... o por lo menos en mi región, que es tan grande y tan yerma en tantas cosas, es algo necesario. Aún nos falta ese approach con ciertas generaciones analógicas.
Generalmente, a la hora de elegir estos programas, es tirar del hilo que le decía al comienzo de mi respuesta. Obras muy brillantes: Carnaval romano, Danzas polovtsianas, Danzas húngaras... ¡todo al aire libre! Quizá no sea el marco más idóneo para crear música, pero sí para crear ciertos aspectos sociológicos.
¿Hay que sacar la música de los auditorios?
¡Sí! Desde luego. El público que va a las Velas, por ejemplo, mucho de él va a experimentar por primera vez esa vivencia total. Es un concierto muy bien montado, con grandes compositores y con nada menos que la Orquesta de RTVE. Luego, después, podrá entrar a un auditorio a través de la música que le ha llegado. Trasvasar al Monumental, al Auditorio Nacional... todos estos vasos comunicantes, este hilo musical conectado entre sí, que le decía antes.
¿Se puede conectar toda música con cualquier otra música?
Yo creo que sí. A veces es más difícil encontrar el camino. Aquí es bastante sencillo: de Smetana a Dvorák, de Borodin a Korsakov y de Korsakov a Granados y por otro lado a Tchaikovsky, terminando con lo icónica que es la 1812. En otros programas, quizá, la conexión es más por contraste. Algo que no sea tan lineal.
¿Si algo no conecta, confróntalo?
Sí. De hecho, es bueno que haya ese contraste. Es bueno, en general en la vida, que haya contrastes. De hecho, en ese mismo programa también ha habido esa concentración a nivel energético. He cuidado que frente a lo brillante, abierto rápido... haya momentos valle, más sosegados, con mínima tensión, para tomar aire. Y finalmente alcanzar el paroxismo con la 1812. Y en Córdoba hemos hecho un programa ex profeso, que se ofrecerá en Torres y Posadas. En una primera parte se ofrece algo más clásica, contrastada con una segunda donde tocaremos zarzuelas. Es muy bonito porque conjuga muy bien. De hecho, hemiolias que aparecen en la zarzuela, aparecen también en el Capricho o en una obra como las Danzas polovtsianas. El componente rítmico también une... y el folklore es que se toca.
Habla de zarzuela... Usted dirigió el estreno, hace poco, de una nueva zarzuela: El orgullo de quererte, que en principio volverá a ofrecerse, esta vez en forma escénica, a finales de la próxima temporada, en los Teatros del Canal. ¿Estará usted de nuevo?
¡Ojalá! Creo que aún no hay nada definido. Yo coincidí con su creador, Javier Carmena, en la ópera Yo, Claudio, de Igor Escudero y que hicimos con la Sinfónica de Castilla y León. Allí hicimos ya un match artístico y personal... y este Orgullo de quererte fue muy, muy bonito.
No pude asistir, pero tengo la sensación de que puede ser una obra verdaderamente actual en el género, con una trama que puede hablar a muchas personas que no tienen por qué encontrar un reflejo de sus vidas en la zarzuela tradicional...
Efectivamente. Sé de mucha gente del colectivo LGTBI+ que compró las entradas con muchísima antelación y que nunca antes habían pisado, qué sé yo, el Teatro de la Zarzuela o el Auditorio Nacional. Salieron encantados y espero que luego pueda llevarse a cabo ese trasvase de público hacia estos teatros o auditorios.
A nivel musical, quitando el cariño que guardo hacia Javier, que es lícito y lógico, del que uno no puede desprenderse, esta obra guarda la esencia de los más grandes compositores del género. ¡Y con un toque personal! Años 20, con un foxtrot, las romanzas que pueden sonar a Torroba o Chapí, perfectamente, el Interludio que a mí me suena a Turina... ¡El célebre chotis que cantaba Enrique Viana! Tiene toda la base de una zarzuela de siempre, con una pátina de, quizá, algo de nuevo lenguaje, pero conservador... a lo Rachmaninov, digamos. Y en la trama... es que el amor es algo universal y perpetuo.
Ambientado en las fiestas del Orgullo... En realidad sigue cierta tradición porque, bueno, en las zarzuelas están las fiestas de La Paloma, San Isidro, San Antonio... y la enfermedad que en óperas se viste de sífilis, tifus... también hace aquí hace acto de presencia.
¡Exacto! Uno de los protagonistas tiene VIH y por eso uno de ellos se distancia... el miedo de una enfermedad tan dura... Y están las fiestas, sí, con un pasacalles que puede escucharse en Las vistillas, ¡claro! Es una obra que conecta muy bien con unos tiempos y generaciones más presentes.
Hizo usted la recuperación de La manta zamorana, de Fernández Caballero, ¿Le gustaría probar más zarzuelas?
Claro, me encantaría. Digamos que es un género que tengo bastante próximo. Lo he dirigido bastante, a pesar de ser joven. El camino se hace... y me encantaría hacerlo, también, con la zarzuela. Es algo con lo que me siento bastante cómodo y, por lo que se ve, los cantantes también conmigo. Dirigir desde foso es de lo más divertido y exigente que puede haber. Unir, ser el nexo de unión entre dos mundos tan diferentes como son los cantantes y la orquesta. Puede ser, en cualquier caso, un camino natural, que vaya llegando con el tiempo.
Hablando de camino... ¿Se ha de abordar el repertorio en un orden específico? ¿O se puede ir probando todo desde el principio?
En cierto modo, tiene mucha razón el hecho de que cierto repertorio tiene determinado poso o acervo musical... es algo a lo que puedes llegar con el tránsito, el propio peso de la vida, pero luego, también, la carrera te da oportunidades que has de tomar. Yo creo que, sin llegar a la inconsciencia de meterte en un trabajo que no puedas acometer, soy partidario de desmitificar la inaccesibilidad de algunos repertorios. Es cierto que, ahora mismo, ahora mismo... quizá no programaría una Quinta de Bruckner o una Séptima de Mahler, pero sí he dirigido una Primera de este último, con la Orquesta Joven de Ávila... o la Novena de Beethoven... ¡Y el mundo sigue girando! (Risas). Seguramente no vaya a ser la mejor Novena que dirija en toda mi carrera...
Pero lo suyo es que sea su mejor primera Novena de su carrera, ¿no?
¡Exacto! Es que si no, ¿cuánto vas a tener que esperar a dirigir? ¿Cuándo vas a poder comenzar? Lo absolutamente cierto es que, en el ámbito de la dirección orquestal, la única manera de crecer, de avanzar y evolucionar, es situándote en el podio de una orquesta profesional. No hay otra. La Orquesta de RTVE, la de Córdoba o la de Castilla y León, la que sea... que te obliga a dar lo mejor de ti en cada momento. Yo soy partidario de tener respeto, pero no miedo. En el término medio está la virtud aristotélica.
Por cierto, como alguien que ha crecido y ama profundamente el Valle del Tiétar... Siento mucha curiosidad por qué momento vive la Sinfónica de Ávila, con la que usted está muy conectado.
Pues por desgracia, digamos que en este momento está viviendo un momento de stand by. Se trata de una orquesta joven, por funcionamiento, pero en realidad era muy ad hoc, con gente de más edad. Teníamos al solista de la Orquesta de València, por ejemplo, porque es de Ávila y tocaba con nosotros, gente de la JONDE, de la Sinfónica de Madrid... Se unía gente joven con músicos que podían ser, digamos, sus referencias. Era como un encuentro entre amigos, al hilo de lo que pueden ser las sociedades musicales de Levante, con intercambio en las bandas... Es una formación que se gestó, un poco, por los músicos de Ávila.
Necesita, entiendo, un refuerzo, apoyo institucional.
Espero, de veras, que podamos retomar la actividad. El año pasado hicimos la Novena sinfonía de Beethoven, como colofón a su décimo aniversario. Su problema principal es que no es como una OJEX o una ORCAM, que cuentan con una bolsa de músicos amplia y establecida. Era algo más fluctuante... donde programar era un poco de caos porque no sabías con qué ibas a contar.
Usted pasó a la dirección orquestal desde el saxofón, algo que no es tan habitual... ¿Qué repertorio le llama más? ¿Algo conectado al saxo... o se desvincula de él?
Quizá por eso, coyunturas del destino, podemos estar hablando hoy, aquí, gracias a una crisis de fe que tuve desde el saxo... Yo amaba las sinfonías de Tchaikovsky y de Brahms... las escuchaba y no creía que pudiera hacer mi vida musical desde el saxofón, a pesar de que ya había ganado algunos concursos y había tocado como solista. Empezaba a embarcarme, casi en exclusiva, en repertorio del siglo XX y del XXI.. como la Rapsodia para saxofón y orquesta de Debussy, que es una maravilla... pero, necesitaba ampliar el foco. Al mismo tiempo, empecé a tocar en la Sinfónica de Castilla y León... y esos fueron los dos puntos que me hicieron darme cuenta de que necesitaba empuñar la batuta. Necesitaba más. Empecé como asistente de Andrew Gourley, quien me apoyó mucho, al igual que Andrés Salado...
¡Y contestando a su pregunta! Curiosamente me identifico mucho con la Primera Escuela de Viena. Dvorák es otro de mis compositores fetiche. Su Octava la he dirigido bastante, por ejemplo. ¡Y luego Glazunov, por ejemplo! Que es un compositor bastante infravalorado. Su Cuarta sinfonía es bellísima, el ballet de Las estaciones... Por ahí iría... fíjese que es algo ecléctico.
Por cierto, usted dirige bastante en México, con numerosas orquestas de allí. ¿Qué ha adaptado o aprendido de allí?
Pues sobre todo, precisamente, repertorio. Recuerdo hacer Las pueblerinas de Candelario Huizar, o toda la época dorada de Chávez con Moncayo y Silvestre Revueltas en la creación musical mexicana... Con Arturo Márquez estuve comiendo, que vino a uno de mis conciertos... Es una cultura verdaderamente especial, con gran valor a todos los niveles, artísticos y humanos.
Habla de que México le ha dado repertorio... Intuyo, por toda la conversación, que usted es, hoy por hoy, una batuta "abierta a". ¿Es algo indispensable para un director joven?
Sí. Absolutamente. Para ser buen músico te tienes que apasionar con todo lo que vayas a dirigir. Una referencia en ello, por ejemplo, es Pablo Heras-Casado. Te dirige con la misma pasión un Monteverdi o unos Die Soldaten, de Zimmermann. Es ese el camino que pretendo. Hice el estreno de Transfiguración, de Jesús Torres, con la Sinfónica de Navarra o un programa de la Primera Escuela de Viena... o una ópera o una zarzuela nueva de Escudero o Carmena... todo, todo, con la misma pasión. Es que es necesario.