Pepita Embil retrato

Pepita Embil, desde la cercanía.

En la villa guipuzcoana de Guetaria, cuna natal del insigne marino Juan Sebastián Elcano, del explorador y científico ilustrado Domingo de Bonechea, del emperador de la moda Cristóbal Balenciaga, vio sus primeras luces, un 28 de febrero de 1918, la que fue gran señora de la zarzuela,  Pepita Embil Echaniz.

Con motivo de dicha efeméride a través de la donostiarra Asociación Lírica Sasibill y del autor de estas letras, los días 28 de febrero pasado y 1 de marzo, se ha organizado un debido y sentido homenaje a tan ilustre dama, con motivo de cumplirse el centenario de su nacimiento. El contendido y desarrollo de tales eventos no son objeto de las presentes líneas, que pretenden centrarse en la figura humana de doña Pepita, ofreciendo una visión -lo más cercana posible- de su vida, desde las  vivencias tenidas con ella durante años y desde el valor de la honda huella que ha dejado en el mundo de la lirica. Un ejemplo: ahí está su maternidad de Plácido Domingo Embil, a quien ella cariñosamente llamaba 'Placidín' o en círculos muy cercanos, dado su gracejo natural, se refería al tenor como "este hijo mío que es vocalista".

Desde una temprana edad, a la vez que correteaba con sus hermanos por las empedradas e inclinadas calles de su Guetaria, pronto mostró una especial predisposición hacia la música y, especialmente por el canto. "Era lo que más me gustaba hacer en misa, pues si no había canto me aburría, y también escuchar a mi padre tocando el órgano en la iglesia". La familia, ante esta aptitud de la niña, su carácter alegre y su predisposición a cumplir con las normas de la cuidada educación recibida en el hogar familiar, decidió enviarla a estudiar a San Sebastián, ya que en la capital guipuzcoana se encontraba un tío suyo, sacerdote y primo de su madre, don Agustín Embil, a la sazón también organista, maestro de capilla y arcipreste de la Basílica de Nuestras Señora del Coro, quien la acogió en su casa y, mientras estudiaba música y canto en el Conservatorio donostiarra, complementando sus estudios en el colegio Elizarán, que se encontraba en las inmediaciones dicho templo.

Pronto la voz de la alegre y estudiosa Pepita, siempre muy responsable con sus obligaciones, adquirió unas características merecedoras de mayores cotas, dada su sólida formación musical adquirida y, a instancias de don Agustín, ingresó en el Orfeón Donostiarra, como soprano primera, bajo las directrices de don Juan Gorostidi, a la sazón director del coro.

Nuestra cainita última guerra civil, hizo que el 12 de septiembre de 1936 (un día antes de que 14 requetés el Tercio de Lacar, entrasen en San Sebastián bajando por el Alto de Miracruz), aquella guapa "neska" de hermosa voz, junto con la familia de José Aguirretxe, estupendo tenor del Orfeón Donostiarra, emprendiera viaje a Bilbao, por estar más lejano el frente creado por las tropas franquistas.

En la villa de Don Diego López de Haro pronto, dada su permanente inquietud y gracejo para ganar amistades, tuvo conocimiento de que el Lehendakari del Gobierno Vasco, José Antonio Aguirre Lecube, había encargado, a un antiguo profesor suyo, don Gabriel Olaizola (gran bajo) desplazarse a Francia y allí crear un coro y un grupo de danza integrado por exilados de la tierra, con el fin de que sirviese para mostrar el "canto y el baile vascongado" en el extranjero, lejos de la guerra. Así nació 'Eresoinka'.

"Me hicieron una foto, me dieron un pase de viaje, lo que ahora sería el pasaporte, para subir a un barco, también me dieron el carnet del Partido Nacionalista Vasco y de allí que nos fuimos hasta Bayona". Ya en Francia, 'Eresoinka' tuvo una importante actividad artística, actuando, entre otros muchos lugares, en la Sala Pleyel de París o en su afamada emisora 'Radio 37', desde donde se emitían noticias de los exilados españoles, y, principalmente, en las más importantes ciudades del sur de Francia. En una de esas actuaciones se creó una especie de comedia musical sobre temas vascos, en la que el maestro Olaizola hizo cantar a Pepita su famosa composición "Aurtxoa seaskan", también conocida como "Aurtxo Polita". Tal vez ella haya sido la primera o de las primeras voces que interpretaron tan deliciosa y famosísima nana. Existe recuerdo grafico de tal momento, en el que mientras ella canta esta pieza a un muñeco que tiene en su regazo, aparece detrás el ni más ni menos famoso Luis Mariano caracterizado como un anciano, quien también formó parte de las voces de 'Eresoinka'. 

Finalizada la fratricida guerra civil, Pepita, ya conocedora de sus posibilidades canoras y con firme decisión a iniciar una carrera lírica, principalmente en el mundo de la zarzuela, pues era el género que más le atraía por haberlo conocido y escuchado desde niña, vuelve a San Sebastián y pide consejo al maestro Gorostidi, quien le anima para que se traslade a Madrid dándole una carta de recomendación para Federico Moreno Torroba, buen amigo del director del Orfeón Donostiarra, pues el compositor había pasado casi toda la contienda bélica en la localidad navarra de Santesteban (hoy también nominada Doneztebe), a 50 kilómetros de la Bella Easo. 

Con su innata decisión se traslada, en septiembre de 1939, a  la Villa y Corte,   yendo, enseguida, a un conocido lugar donde se daban encuentros de cantantes y actores en búsqueda de trabajo tras la posguerra, el -ya inexistente- Café de Castilla que estuvo en la calle Infantas. "Aquello sí que era bohemia de la buena". Preguntó por el maestro Moreno Torroba a quien se presentó y entregó la carta de Gorostidi. Don Federico le hizo, a piano, una prueba de voz y, de inmediato, le propuso formar parte de la compañía que estaba preparando para la representación en Pamplona de su zarzuela "Sor Navarra", en el papel principal de Nieves, que había tenido su estreno absoluto en San Sebastián, el 7 de diciembre de 1938, en el Teatro Victoria Eugenia, con la participación de Plácido Domingo Ferrer en el primer personaje masculino de Luis María. Tal cual consta en el programa de mano editado al efecto. 

"Acepté y empezamos los ensayos y mira que me encuentro ante un mocetón con buena voz de barítono, aragonés, un tanto altanero y terco, mayorcito para mí pero bien 'plantao' como dice la copla ….. Lo que son las cosas, de entrada no nos caímos bien, pero, chico, de tanto decirme aquello "Lucerico, flor de mayo" que él cantaba con especial sentimiento en el dúo de la jota, pues que nos empezamos a gustar y, como quien no quiere la cosa, ya nos enamoramos enseguida y nos casamos. A los nueve meses nació Placidín. ¡No perdimos el tiempo!", y había a continuación una prudente y pícara carcajada.      

Siguen años de éxitos, con 'Black, el payaso' en el Teatro Reina Victoria de Madrid,  o con el estreno de 'Don Manolito'' en el mismo teatro, de la mano de su compositor don Pablo Sorozábal Mariezcurrena. Para entonces ya había nacido su hija Maripepa -todo un dechado de dulzura y elegancia-, cuya devoción hacia la familia ha sido siempre algo admirable, incluso en el periodo de su enfermedad, con fatal desenlace en el Hospital General de Massachussets, el 9 de junio de hace tres años.

El Maestro Moreno Torroba forma compañía lírica estable y propone al matrimonio Domingo Embil emprender una gira de varios meses por la América hispana, motivo por el cual se hace cargo de 'Placidín' y de Maripepa, con 5 y 3 años respectivamente, su tía Agustina Embil, hermana de Pepita, con quien viven en Guetaria casi dos años. De ahí le viene al famoso tenor su amor por la tierra vasca, quien, por cierto, no sabe euskera ya que "cuando Agustina y yo teníamos que hablar de nuestras cosas o sobre los niños, para que no se enterasen lo hacíamos en euskera, que ahora no comprendo mucho pues se habla de otra forma más moderna, distinta al del Euskal-Etxea' (Casa Vasca) de allí. Era una forma de tener nuestras confidencias. ¡Já, já!".

Ante el éxito obtenido y habiendo comprobado la gran afición que en tierras americanas existía por la zarzuela, Plácido sénior y Pepita deciden establecerse definitivamente en la capital de México, allá por el año 1947, y llevan a sus hijos al gran país americano para fijar, de modo estable, su familia. Poco tiempo después les seguiría Agustina Embil. Al año siguiente forman su propia compañía, recorriendo, al derredor de un cuarto de siglo, todos, los países latinos de habla española, donde ella fue reconocida como La Reina de la Zarzuela. Con gracejo comentaba: "Al final, más que cantante fui actriz y locutora, pues durante casi veinte años hice el programa 'Antología de la Zarzuela', en el Canal 2 de Televisa, propiedad de mi amigo Emilio Azcárraga. ¡Fíjate la de cosas que he hecho!; pues, además de criar a dos hijos propios, he sido madre-abuela de mi nieto Pepe, y de mis otros dos nietos Placi y Álvaro, mientas mi hijo y su esposa Marta -una mujer admirable- estaban trabajando, como cantantes, en la ópera de Israel. No sé cómo me he dado tiempo a todo. Menos mal que Agustina y Maripepa siempre ha estado a mi lado". Sentía adoración por su hijo, de quien comentaba que era "como un torero, siempre me llama después de cada faena", refiriéndose a la costumbre del tenor de hablar con su madre al terminar cada representación o gala lírica.

Tras el tremendo terremoto de México en 1985, a causa del que fallecieron  familiares muy cercanos, y después del óbito de su esposo el 8 de marzo de 1987, aún tuvo arrestos para venir España al año siguiente, donde recibió dos grandes homenajes. El primero, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, con una especial representación de 'La Chulapona' de Moreno Torroba, el 20 de octubre de 1988; y de seguido, dos días después, el segundo en San Sebastián donde se le tributó un popular reconocimiento, junto a los integrantes del famoso grupo vocal donostiarra 'Los Xey', muy amigos suyos. Acudió Plácido desde Paris, en vuelo particular, para mostrarle su admiración, respeto y amor filial, y en la mañana del 22 le cantó en la Basílica de Nuestra Señora del Coro -del llenazo parecían romperse las costuras del templo- de tantos recuerdos juveniles para ella, con el acompañamiento del Coro Easo y del maestro organista José Manuel Azcue al frente del magnífico Cavaillé-Coll, interpretando 'Panis Angelicus' de Franck, la plegaria 'Los tres amores' de Álvarez, y el 'Ave María' de Schubert, sobre cuya partitura su hijo dejó escrito "¡Mamita adorada! Qué día tan maravilloso con tu pueblo extraordinario. Que Dios te bendiga y te haga gozar (y nosotros contigo) muchas veces más aquí".

En 1990 nos puso lágrimas en las mejillas cuando cantó su entrañable "Aurtxo polita" haciendo dúo a capella con su hijo, junto con el Orfeón Donostiarra, en el Polideportivo de Anoeta. Volvió luego más veces. Durante sus estancias -breves- en San Sebastián le gustaba caminar por el paseo de la playa de La Concha, recorrer despacio la Parte Vieja, detenerse, con añoranza de otros tiempos, ante la fachada del Teatro Principal, entrar en la tienda de calzado Estrada, de la época de cuando era joven y que sigue abierta en la calle Puerto, para comprar un par de zapatillas en tonos grises a cuadros, "de castañera, para tener los pies calentitos" como decía con regusto, y subir al Monte Igueldo con el fin de darse el regalo de ver, en la lejanía, la silueta de su 'Ratón de Guetaria'.

Gran señora, genuina representante de nuestro género lirico, entrañable persona, sabedora, como pocas, de la nobleza del concepto de la amistad y del valor de la familia que le inculcaron desde niña. Descansa, junto a su marido, en el Panteón Español de Ciudad de México. Desde las Marismas Eternas de la Gloria seguro que sigue velando por todos los suyos.