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Andrew Gourlay: "La música ha de hablar siempre por sí misma"

El director titular de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Andrew Gourlay (1982) nos recibe en su camerino del Auditorio Miguel Delibes de Valladolid tras una vibrante Novena de Mahler, siempre en clave positiva y con auténtico "punch". La energía que transmite se encauza por un pensamiento meditado y una visión siempre ponderada y coherente sobre la música. Sobre ella, sobre la figura del director de orquesta, sobre su salto del trombón a la batuta o sobre la importancia de la música contemporánea nos habla, ahora que presenta su primera grabación con la orquesta española, dedicada a la figura de Rachmaninov.

Alguien como usted, nacido en Jamaica y que ha vivido en Bahamas, Japón, Reino Unido, Filipinas... ¿Cómo lleva es esto del "amable" clima de la meseta pucelana?

(Risas) Bueno, en realidad aquí no tenemos un clima tan distinto al de Inglaterra. Cierto es que en mitad del verano sufres el calor típico de España. Recuerdo una gira por las nueve provincias de la Comunidad en la que incluso en los conciertos que alcanzaban las nueve, diez de la noche, teníamos 40 grados. Eso, para alguien que viene de Reino Unido, ¡es algo especialmente impactante! ¡Más si eres director de orquesta, que no paras de moverte! Sin embargo, cuando llega el invierno, especialmente cuando comienza enero, encuentro que el tiempo aquí es especialmente inglés. Tienes mucha niebla y unas temperaturas especialmente bajas, por lo que prácticamente me siento como en casa (Risas).

Y la audiencia de Valladolid, ¿es cálida?

Es verdaderamente abierta de mente. Primero de todo porque no en todas las partes del mundo y no en todas las orquestas encontramos que su audiencia crece día a día. Y esto es el resultado del increíble trabajo que realiza todo el equipo. Nuestros abonados han crecido un 30% desde que estoy en la orquesta y esto es un logro especialmente remarcable, yo creo. El proyecto de la orquesta es realmente impresionante y, aparte de eso, siento que el público de Valladolid tiene el deseo de acercarse a todos los tipos de música que interpretamos. No me gusta simplemente seleccionar una música detrás de otra sin demasiado sentido, amparados en la popularidad de ciertas obras, sino que me tomo mi tiempo escogiendo las músicas que considero necesarias para el desarrollo de la orquesta y veo que el público también responde a ello. 

Lo cierto es que acaba de renovar el contrato con la orquesta y me habla del incremento de abonados. ¿Cuáles son sus otras metas con la formación?

Cuando llegué a la Sinfónica de Castilla y León mi primer propósito fue poder garantizar la estabilidad de la misma pensando en el futuro; algo que no resulta una meta fácil dada la forma en que se estructuran las orquestas en España, hablando en un contexto político. Al mismo tiempo, desde luego, lo que siempre he pretendido es situar a la orquesta entre las mejores de este país, así de simple. Y creo que la calidad de esta orquesta es increíble, que se ha hecho un hueco en el mapa musical de este país y que la gente debería venir hasta aquí para escuchar la gran capacidad, la gran calidad de sus músicos. Para quienes no puedan acercarse, ahora lanzamos la primera de nuestras grabaciones bajo un sello propio, dedicada en esta ocasión a Rachmaninov.


Andrew Gourlay y la Sinfónica de Castilla y León graban Rachamaninov en el primer lanzamiento del sello de la orquesta

Como colofón al 25 aniversario de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, la formación ha grabado, bajo la batuta de su titular Andrew Gourlay, la Segunda sinfonía y La isla de los muertos de Rachmaninov, uno de los primeros compositores que interpretaron juntos y con el que el director siente una especial conexión. El lanzamiento tendrá lugar el 9 de enero.


He de decir que hacía como diez años que no escuchaba en directo a la orquesta aquí, en Valladolid y la evolución es palpable.

Es curioso observar como evoluciona una orquesta, también desde el punto de vista de quienes como usted, escuchan desde las butacas del público. Por un lado hay algo de desarrollo natural. No digo desde luego que todo lo que se ha avanzado haya sido debido a mi trabajo, porque es un trabajo duro de todas las personas que forman parte de este equipo. Todo lo que puedo decir es que no soy la típica persona que escoge el camino fácil. No me gusta eso. Tengo una gran ambición cuando veo las posibilidades de algo, de algún proyecto como el de esta orquesta y me gusta trabajar duro para sacarlo adelante.

Acaba de dirigir, antes de la entrevista, una Novena de Mahler con ella. ¿Quién es Mahler? ¿Cómo le siente usted?

Si me pregunta ahora, justo después de haber dirigido la Novena que comenta, le siento simplemente maravilloso. ¡Me siento tan orgulloso de que la orquesta pueda venir conmigo, sentir conmigo a Mahler en una lectura que ha estado tan llena de fuerza! Supongo que mucho de lo que he aprendido sobre las sinfonías de Mahler lo he hecho meintras tocaba en diferentes orquestas. No sólo interpretando sus sinfonías, sino también con las experiencias vividas, en general. Por ejemplo en la Gustav Mahler Jugendorchester, que para mí ha sido una de las experiencias más maravillosas que he tenido. Allí recuerdo que se tocó una selección de canciones de Mahler en la que yo ni siquiera participaba, pero el ambiente mahleriano que se creó alrededor de ellas, con esa música tan poderosa, las vibraciones que transmitían mis compañeros antes, durante y después de tocarlas, durante todo un mes en una gira por Sudamérica, también me hicieron aprender. Es difícil de explicar, pero de alguna manera todo aquello te absorbía... ¡Es la fuerza de Mahler!

Como usted comenta, antes de ser director de orquesta, fue trombonista en diversas orquestas, ¿de qué manera le ha ayudado esa experiencia en su trabajo como director de orquesta, en términos generales?

Es una pregunta muy interesante. ¿Sabe?, no he hablado de esto con mucha gente, pero cuando tomé la decisión de dejar de tocar el trombón, de dejarlo literalmente a un lado; cuando decidí no volver a él nunca más y alcancé un punto de no retorno, a los pocos días recibí una oferta de la Philharmonia Orchestra para realizar una serie de conciertos con ellos, como trombonista. Ya había tocado con ellos en ocasiones anteriores y obviamente es una de las mejores orquestas del mundo. Me encantaba tocar con ellos. Fue muy, muy complicado recibir su llamada y al mismo tiempo mirar mi agenda y ver que estaba completamente en blanco. Aún así, decidí decirles que no podía, que no tenía hueco en la agenda... y ellos me ofrecieron fechas alternativas. En ese momento tuve que ser honesto y contarles mi decisión. Con todo ello, lo que quiero contarle es que estaba ciertamente atemorizado porque veía que iba a perder el contacto, la experiencia de formar parte del sonido de una orquesta profesional. Cuando has tocado en la Gustav Mahler, en la Philharmonia o en The Hallé Orchestra, formaciones todas ellas con un sonido maravilloso; al empezar de algún modo de nuevo, como director de orquesta, al frente de formaciones amateurs o de conservatorios... es complicado. Me asaltaron pensamientos peligrosos para mí. Siendo completamente honesto, por un momento creí que no iba a volver a sentir de nuevo aquellas experiencias. Pero afortunadamente, al poco tiempo recibí la propuesta de ser asistente en The Hallé y gané el Concurso de dirección orquestal de Cadaqués. 

Antes de ese momento, se sentó a las órdenes o junto a batutas como las de Claudio Abbado o Mark Elder. ¿Ha absorbido su batuta, de algún modo, lo aprendido con ellos?

Totalmente. Sería naif y francamente mentiría si dijese que he podido heredar cualquiera de las cualidadades de estos nombres, pero en cierto modo he absorbido todo lo que he podido de ellos. No pretendo seguir sus pasos y su camino, su forma de hacer, pero sí que su visión, la de Claudio y la de Mark, ha sido crucial en mi vida, en mi carrera, como inspiración. Simplemente, sentarte en cualquier orquesta con uno de estos grandes nombres guiándote, mostrándote el camino de la música, es una de las mayores lecciones que puedes tener en la vida, porque ves como sienten a los compositores y al mismo tiempo crean una conexión emocional con los músicos, incluso cuando dejas de tocar. A veces se habla de las lecciones que pueden contarte los directores de orquesta, los unos a los otros, pero creo humildemente que cuando más se aprende es tocando con ellos.

¿Cuál es su principall objetivo la primera vez que está frente a una nueva partitura y la primera vez que sale al escenario con ella?

Ambos son momentos muy importantes, pero son experiencias y sensaciones completamente diferentes. El tema de las partituras es muy emocionante. Todos los directores de orquesta, la primera vez que recibimos una partitura para un concierto, incluso aunque ya la tengamos por casa - yo por ejemplo tengo miles -, para estudiarla a fondo, tenemos una sensación maravillosa... ¡ver todas esas páginas libres de marcas, esperando a que tú las hagas tuyas! Y cuando por fin sales al escenario para interpretarla, para interpretar una obra en la que has invertido incontables horas de estudio y análisis... ¡Creo que muy poca gente puede apreciar o hacerse idea de la cantidad de horas que un director de orquesta puede estar estudiando una partitura! ¡El tiempo que requiere estudiar apropiadamente la música! Por ejemplo una sinfonía que dura unos 80 minutos, la primera vez que la estudias puedes estar unos cinco minutos analizando cada compás... ¡y hay miles de compases! ¡Vivimos con esa música! El grado de emoción que sentimos al salir al escenario es enorme. Una de las experiencias más completas y satisfactorias que puedes tener en la vida.

Y con todo, el Maestro Nagano afirma que con el paso de los años nadie recuerda a los directores de orquesta... o Riccardo Frizza me decía hace unas semanas que ustedes son meros notarios. ¿No es un poco frustrante?

¡Somos los intermediarios!  (Risas). Estoy de acuerdo con lo que dice Nagano, ya que somos meros transmisores de lo que realizan los compositores, que sí son los grandes creadores. Nuestro sentido, la razón de ser de los directores de orquesta es transmitir lo que está escrito en las partituras a la orquesta y, a través de ella, llegar al público. No lo encuentro frustrante, la verdad, sino muy satisfactorio. Son largos procesos que engloban no sólo la lectura de la obra como tal, sino también muchas oportunidades de desarollar proyectos en torno a la música y al mismo tiempo descubrir nuevos desafíos sobre ella. Estar buscando siempre cómo crecer y ofrecer la música a través de caminos mejores es parte de nuestro trabajo y es muy estimulante. 

En ese sentido, es obvio que usted tiene un especial cuidado con la música contemporánea.

Siempre he sentido que la música contemporánea es una parte fundamental del día a día de la música clásica y de los que nos dedicamos a ella. Ha de serlo. Del mismo modo que las nuevas creaciones son parte fundamental, por ejemplo, del pop o la literatura. Si la gente parase de escribir libros, sería frustrante. Quiero decir, está bien leer a Dickens o Shakespeare, claro que sí, pero no todo puede ser eso. La gente necesita experimentar cosas nuevas, sensaciones que también estén acordes a su actualidad. Si, evidentemente, es algo que sucede con naturalidad en el pop, ¿por qué no debe pasar lo mismo en la clásica? Supongo que en la clásica la gente tiene unos pensamientos, unas ideas muy fuertes acerca de qué les gusta y qué no les gusta en la música, antes siquiera de escuchar nuevas cosas. Pero como siempre digo, toda la música antigua fue contemporánea en algún momento, por lo que es nuestra responsabilidad, la de quienes nos dedicamos a la clásica, el mantener viva la música con nuevas creaciones y conseguir que progrese. Es una de mis pretensiones aquí, con la Sinfónica de Castilla y León: encargamos nuevas obras y somos muy afortunados de poder estrenarlas y darles vida, como el Concierto para chelo de Andrew Norman que estrenaremos en febrero, un músico estadounidense soberbio. A nivel nacional, desde que llegué, tenemos un concurso para nuevos creadores donde la propia Orquesta escoge al ganador y la obra que quiere interpretar. Que se sienta involucrada es el mejor camino. Las dictaduras nunca funcionan bien y espero que formando parte del proceso, sean miembros activos y no pasivos en la  interpretación de nuevas obras.

A usted le hemos visto concediendo entrevistas dentro de un coche coche o dirigiendo en los Proms londinenses, que es un formato de concierto algo "diferente", también probando formas audiovisuales en los conciertos... ¿Cuál es el mejor camino para llegar a nuevas audicencias y al futuro de la clásica?

Realmente la respuesta a su pregunta es que no necesitamos o no deberíamos necesitar nuevos caminos para llegar al público. Pero es emocionante explorar nuevas avenidas: puede resultar refrescante escuchar música en nuevas formas de vez en cuando, o probar experiencias visuales. De hecho tengo muchos proyectos en la cabeza sobre ello, ideas que pueden resultar algo alocadas o tal vez complejas, pero es emocionante pensar en las posibilidades de la música en nuevos formatos, más allá de simplemente unirla a elementos visuales, por ejemplo. Con todo, encuentro un poco perturbador que pueda haber alguien que llegue a pensar, no obstante, que quizá yo sea alguien con un interés especial en hacer música en otros formatos, sólo porque quiera hacer música fuera del escenario en alguna ocasión. En cualquier caso, la música siempre ha de hablar por sí misma y al mismo tiempo pienso que es peligroso pensar que necesitamos ofrecer siempre algo extra a la música. La forma en que por ejemplo el público de Valladolid responde a las nuevas creaciones, es remarcablemente positiva. Creo, personalmente, que tenemos que ser cofidentes en la manera que tenemos de ofrecerla y no hacerlo como si fuese una obligación. La música hay que celebrarla, siempre. Toda aquella que interpretes en un concierto ha de formar parte de un todo que quieres ofrecer, contar. Necesitamos sólo una experiencia positiva con la música para que cualquiera reconsidere sus prejuicios hacia ella, por lo que lograr que cada experiencia, cada concierto, sea realmente positivo, ofrezcas la música que ofrezcas, es el camino más valioso que podemos recorrer.

Foto: Johan Persson.