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Veronika Eberle: "Es un gran logro de nuestro tiempo que las mujeres podamos hacer lo que amamos"

Con una voz tranquila y serena, Veronika Eberle se muestra como una violinista en un espléndido momento de madurez profesional. Sorprende la humildad con la que reconoce su talento al servicio de la música, siendo consciente de la responsabilidad del intérprete y de lo que representan, más allá de la partitura, las obras que interpreta. Quiere contar historias con su violín.

Insiste durante nuestra conversación en lo ilusionada que está con su próximo proyecto con la Orquesta Sinfónica de Tenerife, de la que será artista residente: “estoy deseando que llegue el momento, no veo la hora de estar allí”. Y es que su inminente maternidad le forzó a cancelar algunos de los conciertos previstos…

¿Cómo se sienten esos cambios corporales a la hora de tocar?

Me resulta increíble ver cómo la naturaleza toma los mandos en una vida en la que queremos tener todo bajo control. La semana pasada, durante mi última actuación que fue con la Filarmónica de Munich y el Concierto nº1 de Bartók, tuve una sensación muy especial al sentir cómo, en algunos momentos, parecía que con la música, mientras yo tocaba, el bebé se movía… fue algo realmente mágico.

Usted fue una niña que escogió el violín, a pesar de haber un piano en su casa…

Sí, tenía seis años cuando cogí un violín. Mis padres son médicos y grandes aficionados a la música, pero ninguno profesional. Cuando vi que una amiga tocaba el violín, me enamoré desde el primer momento de ese pedazo de madera capaz de transmitir las emociones del ser humano tan profundamente, así que en seguida pensé que quería aprender a tocar ese instrumento. En un primer momento me convencieron para que fuera a una clase de piano y lo detesté.

También es verdad que tuve mucha suerte con un profesor maravilloso que desde el principio me contagió la pasión, era muy listo y pronto se dio cuenta de que tenía que convencer a mis padres para continuar mis estudios en Múnich.

¿Qué hay más allá de la perfección técnica?

Contar una historia, expresar emociones… por ejemplo, una obra como el Concierto para violín de Berg, uno de los grandes del siglo XXI, tiene una historia detrás que impresiona y traspasa la técnica dodecafonista con la que está escrito. Está hecho desde el alma, se nota que procede del corazón y no sólo de la mente, algo que hoy en día hacen muchos compositores yendo así más allá de lo experimental.

Pero para el espectador que no conoce la historia del Concierto para violín de Berg la escucha puede resultar, de todos modos, un desafío…

Es posible, pero tiene que dejar de lado sus prejuicios y simplemente escuchar… porque se dará cuenta del increíble ser humano que describe la música de este concierto, donde hay mucha, mucha luz y una gran tristeza. Pasa algo parecido con Las cuatro estaciones de Vivaldi: en el fondo nos relatan una historia que es la que nos atrapa.

¿Y es esa la manera en la que usted selecciona las obras de su repertorio? Porque en él encontramos estilos muy diversos.

Bueno, es en base a lo que la música me sugiera o me diga. Tengo en ese sentido una mente muy abierta y no quiero ceñirme a un solo período. Me parece muy importante que cuando por primera vez escuchas o lees una obra, experimentes una reacción inmediata ante ella, y creo que eso es lo más importante para escoger el repertorio. Puede ser algo radicalmente moderno pero muy expresivo. Por ejemplo, el compositor japonés Toshio Hosokawa escribió un concierto para mí y es indiferente que su lenguaje sea clásico, barroco o cualquier otro. Lo importante es que tengas conexión con la obra y conocer la historia tras ella, de este modo la interpretación será honesta, auténtica.

 

 

Entre las intervenciones durante su residencia en Tenerife habrá un programa muy curioso en el que, además del concierto de Haydn, dirigirá obras de Dvorák y Janácek.

Me encantan este tipo de proyectos porque al dirigir te sientes muy cerca del ensemble, sin intermediarios, por decirlo de algún modo. En cuanto al programa, personalmente me resulta muy interesante descubrir otros repertorios vinculados a una obra: cuando preparo un concierto intento indagar qué otras piezas de la época envolvían su ambiente para entender mejor el lenguaje de la obra que voy a interpretar y del compositor. No se trata sólo de un concierto para violín, forma parte de un conjunto: sus sinfonías, su música de cámara…y es importante para mí descubrir también ese repertorio. 

Cuando se conoce todo esto, durante el concierto se crea un ambiente muy natural. Entre los músicos se reacciona de un manera muy espontánea, como teniendo un diálogo de verdad en ese preciso momento.

Entonces Haydn… ¿cómo lo relaciona con Dvorák y Janácek?

Para mí Haydn es muy bohemio, era un compositor con mucho sentido del humor y muy abierto a las novedades, al que le gustaba experimentar. Buscó inspiración en músicas del Este, así que en este sentido hay mucha conexión con el resto del programa. Desde el punto de vista histórico es muy interesante, no era tan ortodoxo como se pensaba. Realmente adoro a Haydn y adoro el programa de este concierto, porque encontraremos pequeñas maravillas, perlas del repertorio que no se interpretan a menudo.

Otra de las obras que traerá será el Concierto para violín de Schumann, al que, hablando de historias, le envuelve una muy sorprendente.

Schumann es uno de mis grandes héroes, a quien admiro desde hace mucho tiempo y este concierto estuvo enterrado en una biblioteca durante casi cien años… Brahms y Clara Schumann no estaban convencidos de esta obra, así que intentaron esconderlo, por así decirlo. Años más tarde fue encontrado en una época en la que estaban intentando “sustituir” el Concierto para violín de Mendelssohn, un autor que estaba prohibido al ser de origen judío. El estreno fue a cargo de Kulenkampff en Berlín, en una versión arreglada por Hindemith bastante desastrosa…algo que indica lo mucho que se tardó en comprender realmente la obra de Schumann. El concierto está escrito con un lenguaje más pianístico que violinístico, así que su interpretación resulta realmente arriesgada. Con el arreglo de Hindemith quisieron mostrar un estilo exhibicionista próximo a Paganini, de tal manera que destruyó el carácter del concierto con un resultado de “Paganini alla Schumann” (risas). Después Menuhin le dio un nuevo nacimiento con su versión y, a partir de ahí, otros músicos y solistas se interesaron en la obra.

¿Y cuál es su relación personal con este concierto?

Lo he tocado durante varios años, lo admiro y lo tengo muy trabajado, así que cuando hablamos de mi residencia en Tenerife, pensé que este concierto tenía que estar presente.

Estamos disfrutando de una generación de grandes mujeres violinistas, ¿a qué cree que es debido?

Buena pregunta. Me trae a la memoria cuando a Ana Chumachenko le preguntaron algo parecido delante de mí, ya que tenía bastantes alumnas. Recuerdo que ella contestó que allí sólo había una pequeña representación de violinistas, pero que también había hombres…después, y de una manera muy dulce, comentó que las mujeres le parecían más organizadas y dedicadas a las obligaciones del instrumento, así que podían alcanzar más rápidamente la técnica necesaria. Yo, personalmente, no sabría muy bien qué decir, hay un montón de violinistas que admiro como Tetzlaff o Vengerov, con carreras muy potentes. Quizá las mujeres ahora tengamos más facilidades que antes para desarrollar nuestras capacidades y habilidades…pienso en Stefi Geyer, una extraordinaria violinista húngara de más o menos la época de Bartók y que fue seguramente la primera violinista que pudo hacer una carrera internacional, algo que en aquel tiempo tendría que ser especialmente duro para una mujer, que además de atender al éxito de su carrera tenía que combinarlo con el cuidado de su familia. Así que creo que es un gran logro de nuestro tiempo que para las mujeres nos sea posible hacer lo que amamos y poder mostrarlo al público.

¿Qué mejoras en la música desearía para el futuro?

Creo que lo importante es no estar quietos, seguir fluyendo y siempre descubriendo. Lo más peligroso tanto en música como en cualquier arte es hacerse de piedra y no evolucionar. Yo creo en la creatividad y en el buen gusto del ser humano, así que la música clásica nunca morirá

Foto: Felix Broede.