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Pablo García-López: "El compromiso de los artistas tiene que ser siempre, primero, con la música"

El tenor cordobés Pablo García López ha abierto esta atípica temporada cantando Poulenc en la Ópera de Oviedo y, hace unos días, Beethoven en el Baluarte de Pamplona. Presenta además su nuevo disco: Rutas, dedicado a la canción española, por la que siente auténtica pasión, junto al pianista Aurelio Viribay. Lo presentará el próximo 5 de noviembre, en versión orquestal, junto a la Orquesta de Córdoba. Hablamos de ello en una extensa conversación, que recorre otros compromisos y el arte del joven cantante.

¿Cómo ha vivido estos últimos tiempos de confinamiento y coronavirus?

Me dio un shock bastante grande. No lo veía venir, aunque como casi todo el mundo, imagino. Acababa de llegar a Madrid desde Córdoba, de recuperarme de lo que ahora sé, fue el coronavirus. Íbamos a realizar Policías y ladrones en el Teatro de la Zarzuela, que ya tuvo que suspenderse la temporada anterior y al cuarto día de ensayos, nos dijeron que se cerraba el Teatro. El golpe anímico fue duro. Amo trabajar y me asusté, pero he aprovechado todo este tiempo para poner todo en su sitio. Me ha servido para ordenarme por dentro. También me ha servido, tengo que decirlo, para darme cuenta una vez más de cómo el músico, en España, no puede brillar, no puede estar a la altura de sus colegas de otros países por el concepto que se tiene de él ya de base. ¡Ya simplemente por el estamento que tenemos en la Seguridad Social! Ni siquiera regula nuestros contratos de forma homogénea… cada teatro puede contratarnos de una manera diferente al resto.

Es increíble cómo no somos capaces de poner al artista en su valor.

Es que con esta crisis va a haber una franja de artistas que, directamente, se van a perder. Por su edad o por el lugar donde trabajaban, donde no tenían ninguna prestación legal. Para que podamos sobrevivir todos, nuestros derechos y estatutos laborales deberían estar mejor regulados. Desde el que hace un concierto en un pueblo pequeño, hasta el que tiene un concierto semanal en el Auditorio Nacional. El Ministerio de Cultura debería tomar cartas en el asunto de una vez por todas.

En el plano personal y artístico me ha inspirado mucho leer a artistas como Aarón Zapico y Emilio Moreno en redes sociales. Cómo han reivindicado al artista español en estos tiempos. El mercado de nuestro país tiene que empezar a abrirse más y tiene que empezar a dar mayores oportunidades a los artistas de aquí, que hay muchos y muy buenos. Por otra parte, he tenido mucho tiempo para hablar con muchos compañeros, algunos de ellos con los que hacía mucho tiempo que no hablaba, y eso es algo que, anímicamente, me ha venido muy bien.

Nos hemos vuelto a encontrar.

¡Y el hablar sin sentido del tiempo! Esa experiencia me ha encantado. También ha resultado catártico para mí el poder sentarme a pensar en todo lo que he hecho en este tiempo. Llevo cantando profesionalmente desde los 18 años. ¿Estoy satisfecho con todo lo que he hecho? ¿Me queda algo por hacer? Reflexionar me ha venido muy bien.

¿Ha sacado algo en claro?

¡Pues mire, sí! Gracias a todas esas preguntas es cuando ha surgido la grabación del disco que presento ahora. Mi terapia en estos tiempos de confinamiento ha sido cantar Lied en casa, todos los días. Sentí entonces la necesidad de dejar mi impronta, en este momento vital mío, sobre la canción española. Quería además reivindicar la voz de tenor en la canción. Ha sido una necesidad vital. Empecé a mover todos los hilos que tenía a mi alcance para poder sacarlo adelante. Y lo he hecho por mí, porque ya le digo, lo sentía como una necesidad.

¿Y qué hay en el disco que tanto lo necesitaba?

Pues hay una manera de expresarme, creo, tan personal, que necesitaba compartirla. De cómo me llega esta música de Toldrà, Esplá, o la de algunos compositores cordobeses que he recuperado… de cómo me llegan los textos, que son maravillosos. Para mí, cantar canción es algo incluso espiritual, al máximo de sus exponentes. Son canciones llenas de imágenes y recuerdos.

¿Necesitaba volver a ellos?

Exacto. Quería poder volver siempre a esos recuerdos, a esas habitaciones, a esos paisajes… ¡volver a mi infancia! ¡Volver a la música que estaba dentro de mí y me llevó a estudiar canto! Con el disco lo he conseguido. Sentir el mar desde casa como lo siento a través de estas canciones de Esplá. ¡O esa pasión contenida en las canciones de Toldrà! ¡Esa sencillez llena de tanto! Recuerdo las grabaciones tanto de Teresa Berganza, como de María Bayo, distintas entre sí, pero que me han inspirado tanto…

¿Ha vuelto a saber ya no el por qué hace las cosas como las hace, sino por qué las siente de una determinada manera? En el vivir del día a día, me refiero…

Fijese, sí. Mire que he hablado del disco veces y veces, pero acabo de darme cuenta de que es eso. Va más allá de las palabras… es una cuestión de las vivencias y sentimientos que me han traído hasta aquí. Volver a mi esencia, reconectarme conmigo mismo.

No me siento frente a muchos cantantes jóvenes que hablen con tanta pasión sobre la canción española, la verdad…

Mire, por ejemplo he leído mucho a Ian Bostridge, que tiene un libro estupendo sobre el Viaje de invierno de Schubert. Es maravilloso ver cómo habla de Schubert, cómo le cuida al hablar de él, su Lied… Gracias a él, a su amor por Schubert y su nueva visión sobre el compositor, Schubert evoluciona. ¿Por qué no evoluciona la canción española? Teresa, María, Víctoria de los Ángeles… hicieron unas versiones maravillosas, pero si a esos compositores que ellas cantaban, no seguimos interpretándolos hoy en día, mejor o peor, haciendo versiones distintas… esas canciones van a morir. Estamos en una época donde parece que a los intérpretes sólo nos interesa el virtuosismo y los grandes rasgos. ¿Dónde ha quedado la belleza de lo pequeño? ¿Dónde ha quedado la profundidad?

Le acompaña en este disco uno de los grandes pianistas de Lied de nuestro país: Aurelio Viribay.

¡He aprendido mucho con Aurelio! Es una persona muy humilde que ha enseñado mucho a mucha gente. No le gusta estar en primera plana, pero ha hecho y hace mucho por la canción española y es un pianista sensacional. Aurelio era la persona que tenía que hacer conmigo este disco. Por muchas cuestiones. Es un regalo que esté en él. Oyendo sólo su piano, uno se da cuenta de que se sitúa ante alguien grande.

 

 

Puede resultar curioso cómo, siendo tenor, a menudo habla de influencias con nombre de mujer, como Teresa Berganza, María Bayo, o Anne Sofie von Otter.

Efectivamente, mis referentes tienden más, quizá, hacia las voces de mujer. Sobre todo porque no distingo entre masculino y femenino, sino que lo que me gusta son los intérpretes que sirven a la música… ¡y no aquellos que se sirven de la música para su ego personal! Personas como Von Otter, Bayo, Berganza… me gustan mucho por su musicalidad, por su manera tan pura de servir a la música. Han dejado para la posteridad grandes lecturas que han abierto caminos y han orientado a las nuevas generaciones. Obviamente, también hay voces de tenor que me fascinan, como Peter Schreier o Ian Bostridge. En realidad, le pongo más interés a la cualidad musical y a la parte intelectual del intérprete que al don vocal que tenga el artista. Por supuesto que me tiene que gustar la voz, pero me siento atraído por voces que a priori no tiene por ser tan bellas, pero que musical o intelectualmente presentan lecturas inmejorables. ¡Y también tengo referentes actuales, como José Antonio López! Me gusta mucho su manera de ver la música.

Aprovecho su mención de Teresa y María, quienes grabaron mucha zarzuela (aunque no han cantado tanta sobre los escenarios), para preguntarle cómo resultó llevar Doña Francisquita a Lausanne.

Creo que fue muy bien, al menos esa ha sido mi sensación. Yo tampoco es que haya hecho mucha zarzuela, aunque más últimamente. Doña Francisquita en Toulouse y cuando debuté, hace muchos años en Córdoba. Ahora la he retomado en Laussane y he cantado Txomín de El Caserío, en el Teatro de la Zarzuela. ¡Un género totalmente nuevo para mí!

Siempre que llevamos la música española fuera, o la canción español,a que personalmente la he cantado mucho en el extranjero, desde Oslo a China pasando por Alemania, se recibe de forma muy especial, con gran entusiasmo; como se recibió Doña Francisquita en Laussane. No tenemos nada que envidiar a los géneros propios de otros países como Francia o Alemania. En Lausanne, además, ya había cantado en solitario y canté en La traviata con Olga Peretyatko e Ismael Jordi y tengo muy buen feeling con el teatro.

Sin entrar a valorar la puesta en escena de esta Francisquita de Lluís Pasqual que acaba de recibir ahora un Premio Max, ¿Cree que para el público es más fácil recibir la zarzuela cuando no se la conoce? ¿Pesan muchos prejuicios sobre el género?

Sí, puede ser que haya muchos prejuicios. Creo firmemente que la tradición, en ocasiones, puede volverse en nuestra contra y sobre cualquier ámbito. Es cierto que esta puesta en escena en concreto no es fácil para un cantante, con ese primer acto como si fuese un ensayo a la italiana, pero cuando la vi completa por primera vez, en el tercer acto me emocioné muchísimo. Me pareció tan actual y tan evocadora al mismo tiempo… y con ese halo de melancolía… la dureza de lo que es abrirse camino siendo artista… Alabo la gestión de aquellos directores artísticos que se aventuran y hacen que los artistas se arriesguen. Cuando por fin consigamos hacer Policías y ladrones, de Tomás Marco, lo mismo a la gente no le gusta, por el lenguaje musical que emplea… o tal vez por la puesta en escena, pero el compromiso de los artistas tiene que ser siempre, primero, con la música. Me gusta estar en zonas de no confort para mí. Es mi deber. En el futuro es cuando se valorarán, supongo, las acciones arriesgadas que tomamos hoy en día.

Como artista y cantante joven, ¿hacia dónde debe mirar la zarzuela?

Yo creo que todo puede combinarse, como se está haciendo ahora. Hay obras que necesitan, o que pueden necesitar una revisión… ¡además con tantos buenos directores de escena que hay! Y luego recuperar obras olvidadas, mostrarlas con todo su esplendor.

Ha mencionado varias veces Policías y ladrones, que ha debido cancelarse ya dos veces en la Zarzuela. La primera por el intento de fusión con el Teatro Real y la segunda por el coronavirus. ¿Qué veremos, cuando llegue a subirse a escena?

Por un lado, una dirección de escena de Carme Portacelli, con un tema muy actual, sobre la corrupción que hay en nuestro país. Tomás Marco ha construido un lenguaje musical que me ha sorprendido, que mira mucho hacia el siglo XXI y creo que hace cosas que van a sorprender al público. Con cosas distintas, muchos colores. La parte vocal es muy compleja y muy difícil, con una afinación complicada. Yo hago el papel del hijo de un político muy famoso… que para más pistas tiene un grupo de música… y ahí lo dejo (risas).

¿En la obra se habla sólo de corrupción política, o también de esa corrupción, degradación ética, moral, que parece vivir la sociedad hoy en día?

Totalmente. Se trata de eso mismo. La obra habla de una corrupción política en primer plano, pero enseguida surge la corrupción ética y moral, de cómo los jóvenes tienen que irse de nuestro país para poder vivir, por cómo está ideado aquí el sistema… Quizá haya algún apunte a ese momento histórico que se vivió en el teatro esos días, cuando se quiso que se fusionara con el Teatro Real. Aquellos momentos dan para escribir un libro, porque fue todo muy curioso… como se fue desarrollando el día a día y cómo fueron evolucionando los hechos y las actitudes de algunas personas. Curioso, como poco. Sacar este proyecto adelante es de ley.

¿Cómo fue el trabajo con Carme Portacelli? También ha trabajado usted recientemente con Miguel del Arco… dos grandes de la escena contemporánea española.

Carme está siempre encima de la acción. En lo que sucede. Su visión es, además, muy fresca. Y con Miguel del Arco tuve la suerte de trabajar en Fuenteovejuna, en Oviedo. Le adoro. El trabajo fue difícil también, pero él es un hombre realmente comprometido con la escena. Lo cierto es que disfruto mucho haciendo música contemporánea: el estreno de Café Kafka en España, de Francisco Coll, obras de Miquel Ortega, Jesús Torres, Lorenzo Palomo…

Tengo la impresión de que cada día perdemos más el miedo a la música contemporánea, aunque no así a cierta estética, visión de décadas atrás, donde puede enmarcarse precisamente Tomás Marco…

Estoy completamente de acuerdo. No digo que esto tenga que ser así para todo el mundo, claro, pero cuando era estudiante, me recuerdo acercándome a la obra de Boulez con cierto miedo… pero hoy en día, por ejemplo, escuchar a Barbara Hannigan, con esos discos que son una maravilla, es un disfrute para cualquier persona. Con todo, escuchar a Boulez, a Marco, a quien sea, siempre va a sumar… Incluso cuando vamos a un teatro y no nos gusta lo que escuchamos, debemos preguntarnos el por qué y de ahí, aprender. Yo prefiero que una obra remueva al público por dentro, que no una muy bonita de la que no vayan a recordar nada al día siguiente.

¿Dónde se siente cómodo? ¿Dónde se ve próximamente?

Pues mire… no lo sé muy bien (risas). No, es broma. Lo que es cierto es que no me considero un cantante muy belcantista, aunque por ejemplo haya cantado L’elisir d’amore en Oviedo y Córdoba. Ese Romanticismo belcantista no termina de llamarme... y sin embargo, me encantaría cantar Edgardo de Lucia di Lammermoor. ¡Contradicciones de la vida! (más risas). Desde luego, lo que me encanta es el repertorio de Mozart, Haydn, Gluck… tal vez Pescadores de perlas, Dialogues des Carmelites, las Mamelles de Tirésias que acabo de cantar en Oviedo... Cantaré en breve Jaquino en Pamplona… También amo todo el Barroco, que hay que reivindicarlo mucho más… ahora acabo de hacer un espectáculo ideado por Aarón Zapico llamado “Isla Locura”, que ha sido una auténtica maravilla. Hemos unido textos de la época de Cervantes y Shakespeare con música coetánea de estos autores (Purcell, Arañes, Morley), acompañado por Forma Antiqva en la antigua fábrica de armas de Oviedo, un espacio para crear lo que te apetezca y que rompe la cuarta pared con el público. ¡Este tipo de proyectos me fascinan! Y por supuesto, con todo el repertorio, digamos, alemán, me siento muy cómodo. No descarto que me vaya abriendo a otras vías… y por ejemplo sí me gustaría retomar Falstaff.

Quién sabe si una vez llegado ese Edgardo de Lucia, no le seguirán Rita, Linda di Chamounix

Cierto. Es que los cantantes podemos decir una cosa, o querer un camino y que nuestra voz decida otro… nuestra vida es así. Todo depende de las circunstancias y las condiciones.

Foto: Javier Salas.