Saioa Hernández: "Los cantantes debemos escucharnos como lo hace el público"
La madrileña Saioa Hernández estuvo a punto de hacer la carrera militar, a punto de pasar su vida en un convento y a punto de entregarse como jugadora del equipo nacional de balonmano, pero por el camino de todo ello surgió algo más poderoso que nos ha atrapado a todos: su voz. También al maestro Riccardo Chailly, quien cuenta con ella para abrir la temporada de La Scala con el rol de Odabella en el Attila de Verdi. Será la primera soprano española de la historia en protagonizar la que es, sin duda, la cita operística de cada año. Sobre todo ello hablamos con la cantante, sobre lo que está por venir y sobre todo lo que ha hecho que sea quien es.
Viene ahora de interpretar Imogene de Il Pirata y abrirá la temporada de La Scala con la Odabella de Attila… ¡Menudos personajes!
Lo cierto es que los roles que canto no son precisamente fáciles ninguno. ¡Pero es que son los que me gustan! (Risas) Como todo los personajes verdianos y como todo el bel canto, Odabella, que empecé a preparármela el pasado mes de junio en Milán, está llena de sfumature, picados, agilidades, un recitativo con el que arranca realmente potente y un aria completamente lírica, delicadísima, totalmente contraria a la cabaletta anterior. Cuando lo pones todo en conjunto, en comparación con otros papeles que interpreto, en realidad no es que cante mucho ya que no es la protagonista, pero es ciertamente complicado. Me recuerda un poco a Norma y su Casta Diva; sales al escenario y ya tienes que darlo todo, ni siquiera tienes una escena de introducción… y según terminas de cantar, sales. En el segundo acto ocurre lo mismo. Y con todo, me encanta, ¡creo que es perfecta para mi vocalidad!
¿Impone cantar en La Scala?
Sí, claro. Hay respeto. Obviamente uno siempre va a hacerlo lo mejor que puede y siempre con mucho respeto. Están, además, las expectativas de cómo lo pueda recibir el público y las diferencias entre el estreno y el resto de las funciones. La apertura es un evento social distinto y el público de La Scala siempre es especial. ¡Y además se retransmite en directo, lo que añade presión!
¿Bendita tecnología?
(Risas). Ahora tienes que contar siempre con que no sólo llegas al público que está en la sala sino también, prácticamente, a todo el mundo. Y aunque digas, bueno, el público de la apertura no es el habitual… ¡resulta que el habitual va a estar viéndote desde el cine o desde su casa! En realidad tengo una gran ilusión, ¡todo lo que hago lo vivo con mucha ilusión!
Por sumar más presión aún… decir que será la primera soprano española de la historia que abra temporada en La Scala.
¡Pero eso es un orgullo! En realidad ha habido grandes sopranos españolas que han cantado en La Scala, pero lo curioso es que seré la primera en abrirla. El ofrecimiento llegó en un momento en el que estaba inmersa en dos producciones a la vez y en el que no es que estuviera precisamente muy bien de salud, por lo que cuando me lo comunicaron tampoco es que me lo creyese demasiado. Luego, una analiza lo que ha hecho anteriormente, cosa que nunca había hecho hasta entonces, y me di cuenta de que he debutado 25 roles en diez años de carrera. Supongo que he llegado aquí por el camino recorrido y por lo que he ido haciendo.
¡Esta temporada debuta cinco!
¡Y son muchos, créame! (Risas) Ahora mismo estoy preparando tres de ellos, estudiándolos musicalmente. Odabella que ya está, pero estoy con Andrea Chénier y La forza del destino. He de hacerlo ahora porque desde finales de octubre encadenaré funciones y ensayos y apenas tendré tiempo libre. En La Scala es una gozada el tiempo que tenemos para preparar la producción: ensayamos desde el 23 de octubre. Es una apertura en la que todos los ojos y oídos estarán puestos sobre nosotros. Lo ideal, por lo general, ha de ser siempre mínimo 20 días, un mes, pero por desgracia es algo que no siempre se da.
Que alguien como Montserrat Caballé diga de una que es “La diva de nuestro siglo”, ¿es realmente un regalo?
Es un regalo lo mires como lo mires. Sus palabras me van a acompañar toda la vida y no puedo estarle más agradecida. Mire, desde otra perspectiva, voy a confesar una cosa: soy una friki de Operación Triunfo. Soy una fiel seguidora del formato desde su primera edición. En casa nos vemos las clases enteras de canto y de protocolo. Viendo una de ellas (y teniendo en cuenta que esto es algo que uno analiza aunque no vea OT), te das cuenta que muchas veces nos es muy difícil aceptar los halagos. Al principio de mi carrera, cuando me decían algo positivo, contestaba con una frase hecha y sin saber muy bien cómo reaccionar, confrontando siempre lo bueno que te dicen con inmediatamente algo que tú crees que has hecho mal. Con el tiempo aprendes a simplemente agradecer lo que te dicen con una sonrisa. Y si es muy largo lo que te dicen, ¡pues muy largo el gracias y muy larga la sonrisa! (Risas).
Entiendo que lo complicado es mantener el equilibrio en la opinión propia que uno tiene de sí mismo…
Claro. Hay que tener la cabeza siempre fría. Saber cuáles son tus límites y cuáles son tus virtudes. No despegar nunca los pies del suelo, pero tampoco estar echándose siempre encima todo. No sólo debemos escucharnos como cantantes o como profesionales, tenemos que escucharnos también como público. Si no hacemos eso, es imposible disfrutar. Te vuelves loco. Y si un día Caballé te dice esas palabras tan bonitas, pues también te las tienes que creer, desde luego agradecerlas infinitamente y acto seguido salir a cantar la última escena de Il Pirata temblando, delante de ella, que es el momento en que lo dijo. (Risas)
¿Cómo se ve a usted misma?
¡Yo me veo estupenda! (Risas). Creo que estoy en mi mejor momento, por supuesto siempre con cosas que pulir o mejorar, pero con la liberación de haber asumido ya que mi voz es la que es, sin pretender hacer nada con ella que sé que no puedo hacer. Eso es un paso importantísimo que todos los cantantes debemos dar, un punto de inflexión que todos antes o después debemos alcanzar. Creo que poco a poco, sin obsesionarme, he logrado tener una imagen definida de mí misma. Me gusta mucho, necesito que todos los papeles que canto sean los adecuados para mi voz. ¡Eso es lo que necesito! Por eso me gustan tanto los ensayos y necesito tantos, me gusta que mi voz y el papel sean uno; que mi voz sea lo que tiene que ser. Conociéndome y por el tipo de vocalidad que tengo, me cuesta mucho pasar de un rol a otro. No hablo tanto de psicológicamente, ya que claro que vas sacando adelante los detalles del personaje; hablo de la parte vocal, en la que me sumerjo tanto, me adapto tanto a lo que estoy cantando en cada momento que me cuesta mucho salir de ahí. No sé si es mi forma de trabajo o es algo ya natural en mí, pero me ha pasado siempre. ¡Y vengo de cantar Barroco, la Reina de la Noche, Lucia di Lammermoor o la Olympia de Les Contes de Hoffmann! Pero cada momento es cada momento y en cualquier caso siempre lo he dado todo por el personaje, la partitura y el estilo.
Creo que su forma de interpretar es muy honrada, en Il Pirata por ejemplo, con lo exigente que es, al menos no parece que usted esté forzando en ningún momento la situación.
Es que si te fuerzas, en este o en cualquier rol, estás perdido. Siempre sin forzar, siempre. El canto es siempre bel canto. El bel canto ha de ser la base de todo y aunque esté cantando verismo, desde mi punto de vista, yo estoy cantando bel canto. Desde ese punto de vista. Ahora cuando debute Andrea Chénier también mi base será esa. El verismo no es ninguna escuela de canto, es un estilo, la verdadera escuela de canto es el bel canto.
¿Ha dicho ya muchas veces que “no”?
He dicho que no, pero no me he arrepentido de ello. Dije que no a debutar Lady Macbeth ahora, pero en cambio la debutaré el verano que viene, cuando creo estaré más preparada y ya que será en un lugar de acústica privilegiada como es Macerata y con un director como Francesco Ivan Ciampa, que es fantástico y tiene una gran intuición con los cantantes y con lo que sucede sobre el escenario. Con Il Pirata en mente, Aida o Un Ballo in Maschera como tenía en ese momento, lo veía demasiado arriesgado. Y el año pasado, de pronto, me ofrecieron como tres o cuatro producciones distintas de Turandot, pero es que es un rol que… en fin… no conecto con ella. Imagino que con el tiempo nos iremos acercando, pero de momento, no.
Haciendo un poco de abogado del diablo, con el arte como concepto universal, ¿no estamos un poco obsesionados con ser profetas en nuestra tierra?
A mí personalmente se me tergiversó una respuesta que di en una entrevista hace tiempo. Personalmente, lo de ser profeta en nuestra tierra es algo a lo que realmente no le doy tanta importancia. Ante todo somos cantantes, llamémosle freelance, que cantamos donde nos llaman, donde nos quieren. Tienes que intentar tener una agencia, un nivel vocal y escénico (y no hablo de físicos) y ver dónde encajas. Ver cuál es tu mercado. A lo mejor mi mercado son determinados roles y determinadas regiones, donde a lo mejor mi voz encaja más con los gustos de cierto público. ¿Debería haber cupos de cantantes españoles en los teatros? No, yo no estoy de acuerdo. Creo que podría haber otras soluciones. Veo más interesantes por ejemplo los ensambles en los teatros, las compañías de teatro fijas para determinados roles. Por una cuestión de gusto o de roles he encajado bien en el mercado italiano, pero no echo de menos cantar en España. ¿Que me gustaría? ¡Claro que sí! Una cosa no quita la otra. ¡Me encantaría cantar ópera en Madrid! ¡Especialmente en Madrid! Y me gustaría también cantar en Barcelona, que es una ciudad que me ha dado mucho. En cualquier caso, es algo que no me obsesiona. Apoyar a una persona sólo porque es de un lugar… no lo veo. Tendemos además a compararnos con otros países, como Italia, cuando es un imposible. En Italia la ópera es mucho más, no podemos querer ser lo que no somos. Si generamos cantantes pero no les damos escenarios, es lógico que la gente salga fuera a buscarse la vida.
Dicho esto, ¿la escucharemos próximamente por aquí?
¡Pues sí! Está previsto mi debut en el Teatro Real en 2022 como Abigaille de Nabucco. ¡Estoy encantada! Para entonces ya lo tendré deutado, pero es curioso que antes de haberlo hecho ya tenga varios compromisos con ella.
¿Su voz ahora mismo es Verdi?
No me gusta mucho clasificar, pero sí… ¡Y ya era hora! En realidad había cantado muy poco Verdi hasta el momento y creo que mi vocalidad es esencialmente verdiana. Hasta ahora sólo había hecho Traviata, Gilda en Rigoletto y Luisa Miller, que fue un rol que me encantó cantar y que haría con gusto muchas más veces.
¿Y unas reinas de Donizetti?
Esas son las que siempre digo, desde hace mucho, que me encantaría hacer. Anna Bolena me gustaría; me gustaría mucho hacer la Lucrezia Borgia y me fascinaría hacer Roberto Devereux… pero de momento no hay planes por delante. Me da miedo, tengo que decir, que aunque me encante Verdi, me encasillen en sus óperas porque hay cosas como estas que me gustaría muchísimo poder llegar a cantar.
He visto que está usted muy al día en redes sociales… ¡incluso he visto cómo le ataca un tiranosaurio en pleno escenario!
(Risas). Aquello fue en Lisboa, durante la producción de El gato montés, donde se creó una magia muy especial. Mi marido y yo somos un poco frikis, primero de todo por el canto, porque vivimos por y para lo que hacemos, pero también somos muy fans de la tecnología. Yo misma llevo mi web porque me gusta y me encanta hacer vídeos, grabarlos, editarlos… Siempre llevamos la cámara con nosotros… Youtube, Facebook, InstaLive que está empezando ahora… ¡me lo paso en grande!
He de decir que Spotify me ha chivado que le gustan las Spice Girls, ¿Hay vida más allá de la clásica?
¡Claro que sí! En realidad en mi casa nunca hubo una afición definida por la ópera. No se escuchaba clásica, pero cuando era adolescente, mi madre hizo una colección de quiosco de óperas y esa era la única lírica que yo conocía. Eso sí, en cuanto me quedaba sola en casa, desde los 10-11 años, cerraba puertas y ventanas y con un micro que me compré en Madrid Rock, lo daba todo con Rosana, Mari Trini, Laura Pausini, Whitney Houston… ¡de todo! ¡Y las imitaba a todas! Incluso me gusta también escuchar la música que entonces escuchaba mi hermano mayor... ¡En el instituto, decir que te gustaban los Red Hot Chili Peppers era lo más!
Si tuviera que decirme: con la carrera que llevo, esto es lo que he aprendido, ¿qué sería?
(Piensa y se emociona). Mire, me emociono y todo. ¿Sabe?, como en toda carrera, he pasado por momentos muy malos. He aprendido que tengo el mejor compañero a mi lado y, hablando de canto, he aprendido que siempre hay que tener los pies en el suelo siendo uno mismo. Yo siempre he sido muy vergonzosa y de hecho me planteé alguna vez dejar de cantar por el gran esfuerzo que me suponía subirme a un escenario para cantar sinfónico, que era lo que al principio yo hacía… y fue cuando conocí a Francesco, mi marido, cantando en el coro de una gira por Francia con Traviata. En ese momento supe que eso era lo que realmente quería hacer, interpretar un personaje. ¡Y no será porque no haya probado a hacer cosas! Lo que a mí me atraían en la vida son cosas que o las pruebas desde dentro o nunca vas a saber realmente si son tu vocación. Yo estaba estudiando Derecho para ingresar en la carrera militar cuando entré en un coro por primera vez. Al mismo tiempo siempre he sido muy espiritual y de un modo u otro estaba buscando mi lugar, por lo que en ese momento di un giro a mi vida y decidí ingresar en un convento. Allí estuve dos años, hasta que me di cuenta que tampoco era lo que terminaba de llenarme. Al salir finalicé mi carrera de Magisterio musical y daba clases en un colegio, con algunos conciertos puntuales, hasta que llegó la ocasión de participar en la gira por Francia que le comentaba. Al volver decidí dejar todo y dedicarme al canto. De 2005 a 2009 hice giras con José Luis Moreno, la Antología de la Zarzuela en las Ventas, canté en su producción de Carmen, participé en las óperas que se programan en Moncloa y Gran Vía… Allí cante Così fan tutte, Il Barbiere di Siviglia, Suor Angelica, Madama Butterfly…
Y de ahí a abrir la temporada de La Scala de Milán.
Todo eso me ha servido para abrir La Scala, sí, pero también para quitarme muchos miedos. Toda mi historia, la que le estoy contando, se la cuento porque yo siempre llegaba a las producciones con muchísimo miedo. Llegaba a los ensayos aterrada y me ponía muy nerviosa. Me costaba mucho, además, abrirme a gente nueva. No sé interpretar un personaje delante de otra gente y en ocasiones, en este mundo de la música, parece que nos veamos obligados a ello. Cierto es que cuanto más profesional es el círculo, menos se da esta situación. Y esto era algo que no me gustaba nada. No me sentía cómoda. Hasta que aprendí que no tengo por qué ser alguien que no soy. Es algo que me costó mucho aprender, pero cuando aprendes eso, el cambio es increíble. No me preocupa lo que piense el que esté a mi lado. La confianza en ti mismo genera seguridad a tu alrededor y eso te repercute de nuevo a ti. Soy consciente de quién soy y por eso digo que me encuentro estupenda. Me he aceptado a mí misma tal y como soy. Eso es lo importante para cualquier artista y para cualquier persona.
Foto: Lourdes Balduque.