finto sordo 2019

Una iniciativa a impulsar

Bilbao. 22/05/2019. Sala BBK. García, Manuel: Il finto sordo. Cristina Toledo (Carlotta, soprano), Francisco Fernández-Rueda (Capitán, tenor), Damian del Castillo (Francuccio, barítono), César San Martín (Pagnacca, barítono), Carol García (Lisetta, mezzosoprano), Gerardo Bullón (Pandolfo, barítono) y Riccardo Benfatto (conserje, actor). Dirección de escena: Paco Azorín. Dirección musical: Rubén Fernández Agirre (piano).

Dentro de la presente temporada de la ABAO, ya pronta a terminar, esta organización ha tenido a bien incorporar un título de ópera de cámara, eligiendo para esta primera propuesta, en colaboración con la Fundación Juan March y el Teatro de la Zarzuela, una obra del compositor sevillano Manuel del Pópulo García (1775-1832). Para ello se abandona la gigantesca sala del Palacio Euskalduna donde el concepto de cámara quedaría diluido como azucarillo en vaso de agua y se apuesta por la acogedora Sala BBK, sita en la céntrica Gran Vía Diego López de Haro y que puede reunir, si se me permite el cálculo a simple vista, unas quinientas personas. La sala presentaba una entrada sobresaliente.

Manuel García y su obra parecen estar viviendo un relativo renacimiento al que no son ajenas las aportaciones de cantantes como los tenores Ernesto Palacio antaño o Javier Camarena en la actualidad. Ahora tres organizaciones musicales estatales de relevancia y seriedad reconocidas apuestan por el trabajo en común para la puesta en escena de un título de cámara de este compositor que, además, exige piano en lugar de orquesta, lo que facilita su presentación y posterior movilidad por distintos escenarios.

Il finto sordo (El sordo fingido) es un vodevil en el que se recurren a los estereotipos más habituales de las óperas de enredo de la época: confusiones de identidad, matrimonios concertados y no deseados, amores repentinos y soluciones felices. También a la hora de construir los  se recurren a los tópicos más habituales: el maduro gruñón rechazado, el joven enamorado casi temerario, la señorita casadera echada para adelante en esto del amor, los criados abrazados en las esquinas del hotel, el padre perplejo y resignado a los deseos de su hija, etc.

Todos estos tópicos tienen la virtud de estar presentados con inteligencia en una puesta de escena plena de ingenio y que firma Paco Azorín, trasladándonos de una hospedería del siglo XVIII a un hotel actual donde tres ascensores colocados frente al espectador sirven para dar paso a cada uno de los personajes en el trepidante desarrollo de la dramaturgia del título. Junto a los ascensores el mostrador del recepcionista que se traslada de un lado a otro según conveniencia y que es elemento de apoyo importante junto a eventuales como la mesa de la cena o el sofá, que se colocan y se retiran en un abrir y cerrar de ojos.

Una puesta en escena inteligente requiere, así mismo, de cantantes entregados actoralmente y válidos vocalmente. Y también aquí se ha acertado. Se ha contado con un grupo joven perfectamente ensamblado y que permite dotar a la escena del dinamismo y la credibilidad necesarios. Así, Cristina Toledo nos dibuja una Carlotta reclamante de su libertad con una voz ancha y de agudos brillantes. Su padre Pandolfo es un Gerardo Bullón de imponente presencia escénica y voz de bello color oscuro, dotando así al padre de la autoridad exigible junto a la necesaria flexibilidad de quien acabará atendiendo los deseos de la hija.

El pretendiente rechazado es un papel bombón para cualquier cantante con dosis de humor y César San Martín, además de cantar muy bien, nos hizo sonreír en más de una ocasión. El pretendiente aceptado es el tenor Francisco Fernández-Rueda, quizás no muy favorecido por el vestuario pero atendiendo con suficiencia a su partitura.  Los dos criados que nos sirven la historia de amor paralela son el barítono Damian del Castillo, de voz bien timbrada y emitida, con la que llenaba la sala y la mezzosoprano Carol García, de graves sonoros y voz amplia, bien proyectada. Al actor Riccardo Benfatto tengo la sensación de que no se le sacó todo el jugo posible.

Desde el piano Rubén Fernández Agirre asumió la dirección del espectáculo y fue recibido, al final de la función y tras subir al escenario, con demostraciones de fervor de un público que es consciente del relevante papel que ha asumido este artista en la vida musical de estos lares.

La ABAO ha acertado plenamente con la iniciativa. Esto no nos hace olvidar que solo contamos con cinco títulos en la temporada ordinaria pero propuestas así nos permiten descubrir joyas musicales que, de lo contrario, seguirían permaneciendo ocultas a los oídos de muchos aficionados. Es de esperar que en futuras ediciones se siga apostando por esta idea porque esta iniciativa merece el impulso del aficionado a la ópera.