PlacidoDomingo Zaragoza 2018 

Un adiós que duele

Ayer apareció en varios medios la noticia de la disolución de la asociación operística que llevaba el nombre del gran Miguel Fleta y que desde su fundación se propuso como objetivo dinamizar el mundo de la lírica en esa tierra de polvo, niebla, viento y sol, que diría José Antonio Labordeta, que es Aragón. Y también en esa tierra ingrata con tanta gente que ha querido cambiar las cosas, que no ha venido recomendada por nadie, ni ha nacido su proyecto al amparo de algún personaje con poder provinciano. Gente como la que unió hace diez años con el nexo de su amor por la ópera y la zarzuela y que pensaron que en una Comunidad que no tiene oficialmente ni una orquesta propia, podría crearse algo así como una temporada lírica que nos equiparara a ciudades como Bilbao, Oviedo o Sevilla, que no están tan lejos en número de habitantes ni en renta per cápita de Zaragoza. Aunque desde el principio hubo trabas: recuerdo en la primera asamblea informativa donde se dio a conocer la asociación a dos “melómanos” de esos que lanzan flores a los cantantes en el Auditorio proclamar, con voz alta y clara, que este grupo no tenía ningún futuro –sólo les faltó decir: de eso nos encargaremos nosotros–. Se equivocaron, lo tuvo, lo ha tenido. Eso sí, no sin dificultades y sobre todo por el empeño, tan aragonés, de Sergio Castillo y Alejandro Martínez, los verdaderos paladines y artífices de que la Asociación haya resistido con éxitos y muchas alegrías en estos diez años.

Porque aunque no ha habido, ni mínimamente, los apoyos que uno piensa que es lógico lograr cuando tiene un excelente proyecto que presentar, siempre se han enfrentado a todos los impedimentos con ánimo, alegría y arrojo. Y pese al nulo respaldo de, por ejemplo, el gobierno municipal de Zaragoza en varias legislaturas (especialmente en la última, aquella llamada “progresista”, pero que, paradójicamente, en el apartado de la música clásica, se echó en brazos de las formaciones más clasistas y en “los de siempre”, olvidando, incluso boicoteando, iniciativas innovadoras y que no fueran por caminos ya muy trillados) han sacado adelante hitos que no se olvidarán fácilmente. También es justo reconocer que sólo el Gobierno de Aragón (y puntualmente alguna otra entidad) ha respaldado bastantes (no sin las “luchas” lógicas de la brega con la Administración) de las iniciativas de la asociación, como el concierto de Plácido Domingo o las exposiciones de Pilar Lorengar o Miguel Fleta, por citar tres actividades punteras en estos años. Tampoco el público aficionado de la ciudad ha respondido y quizá esto sea lo más vergonzoso. Como se decía en la entrevista de Heraldo de Aragón, existe gente que es abonada del Real o del Liceo (o de los dos a la vez) que ha mirado por encima del hombro a la asociación; o melómanos que recorren Europa y que cuando han ido a alguna de las actuaciones programadas se ha congratulado de la calidad de la propuesta pero sin ninguna intención de asociarse para que esto pudiera seguir. Somos un país poco asociativo, dicen. Yo diría que somos, desgraciadamente, unos aficionados sin nivel.

Pero la actitud de Sergio y Alejandro es la correcta, y aunque me duela que desaparezca la asociación, vamos a quedarnos con lo mucho bueno que ha traído: el poder escuchar voces de talla internacional, muchas españolas, aragonesas, que hemos tenido la oportunidad de apreciar y que están triunfando en muchos teatros; disfrutar en una ópera escenificada del debut en su tierra del gran Carlos Chausson, un bajo-bufo de referencia mundial acompañado de esa joya que se llama Ruth Iniesta; el estreno escenificado en España de Der kaiser von Atlantis de Viktor Ullmann dirigida por José María Sánchez-Verdú. Y tantas y tantas iniciativas (me viene a la memoria por ejemplo el libro sobre El trovador de Verdi preparado para niños) que se han ido desarrollando en estos años.

Zaragoza, Aragón, pierde una oportunidad. Espero que otros que lo intenten tengan más suerte que nosotros, de verdad lo deseo. Más que nada que por egoísmo, siempre es más cómodo ver a los más grandes sin coger el AVE y el avión. Y contamina menos.

Foto: © Carlos Gil