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A la jota, jota de los estudiantes

Madrid. 17/12/21. Fundación Juan March. García: Un avvertimento ai gelosi. Rosa María Dávila (Sandrina). Marcelo Solís (Berto). Jorge Franco (Il conte di Ripaverde). Don Fabio (Carlos Fernando Reynoso). Laura Orueta (Ernesta). Xavier Hertherington (Menico). Bárbara Lluch, dirección de escena. Rubén Fernández Aguirre, piano y dirección.

Un avvertimento ai gelosi supone la cuarta ópera de salón, de las cinco compuestas por Manuel García, que la Fundación Juan March sube a su (renovado) escenario. En esta ocasión, en una producción del Festival de Ópera de Oviedo, a donde viajará próximamente, y el Palau de Les Arts Reina Sofía, de cuyo Centre de perfeccionament provienen sus protagonistas. 

Es esta una circunstancia sobre la que han de pivotar estas reflexiones sobre lo escuchado y visto en la Juan March. No sería justo si filtrase la prestación de estos jóvenes cargados de ilusión y esfuerzo, que aún se están formando académicamente, con los mismos baremos que solemos juzgar a cantantes profesionales con años de carrera a sus espaldas. Injusto para ellas y ellos... y un absurdo por mi parte. La cuestión de fondo que me planteo con este Avvertimento es si este puede ser el título idóneo para formar a jóvenes cantantes y si resulta acertada la decisión tomada por un teatro como Les Arts. Quiero decir, seguramente haya quien me quiera lapidar en la plaza del pueblo, pero a mi entender, la compleja factura de Manuel García atiende mucho mejor a la de cantantes con años sobre las tablas, especialmente si están experimentados en nombres como los de Mozart o Rossini. Por la estructura y fuerza (o nula fuerza) dramática de la obra que sostiene las notas... y por las notas propias de García. "Demasiadas notas"... y contestarán, con razón: "Sólo las precisas". En cualquier caso, extremadamente expuestas en un cantante que enseñaba su propio método pedagógico, con sus propias formas, sobre el gusto del momento. En García hace falta ingenio y técnica... y a todo ello se le saca punta siendo eso, un genio, o a través de la práctica. ¿O a caso no es maravilla escuchar a Teresa Berganza con esos caprichos como Riqui-Riqui o Bajelito nuevo, dándole nueva expresión a cada frase, a cada palabra? O, por supuesto, también desde el piano que guía esta música de salón, con la versión colorista, variada, dramática y diría, virtuosística de Rubén Fernández Aguirre.

Su trabajo, así se recibe, se sustenta más en el abrigo a los cantantes, al estar situado en un lateral del escenario, fraseando con gusto en los recitativos, coloreando en la obertura, cohesionando en los números de conjunto. Por cierto, a Fernández Aguirre no tuvo que ir a buscarle nadie en los saludos. Y ese es un mensaje vital para los estudiantes, para los jóvenes, ¡para todas y todos nosotros!. Nadie tiene que rendir pleitesía a nadie. ¡Bravo por el acierto! En ese acercamiento a la realidad de los jóvenes, resulta especialmente acertada la visión de Bárbara Lluch, quien estos días se encuentra en Uruguay, firmando una nueva producción de La del manojo de rosas. A la historia un tanto insulsta que plantea el libreto, la directora de escena catalana suma algunos personajes no hablados, figurantes, para hablarnos de metateatro (¡Y con todo el tino! ¡Cualquiera que ame el teatro verá con claridad agudos reflejos en el ficticio director!), contando con un estupendo vestuario de Clara Peluffo y sencilla, acertada escenografía de Daniel Bianco. Lluch lleva una obra a la actualidad... y a la realidad que van a vivir estos jóvenes cantantes durante sus próximos años. Hay patatas fritas, hay flirteos, hay abuso de poder, hay camisetas de algún equipo de fútbol (suficiente para mí haber reconocido ropa de deporte)... y hay amor libre, que es lo fundamental a la hora de ofrecer este título con estas premisas y características pedagógicas.

Como decía al principio, obviamente a los seis artistas que dan vida a los protagonistas de la obra aún les queda mucho por andar, por aprender (¿y a quién no?), pero muestran ya lo elemental: las ganas, la ilusión, el intentarlo con todo lo que tienen de sí mismos. Y mucho, mucho esfuerzo. Sentir eso, vislumbrando el buen hacer de María Bayo, directora del Centre de Perfecionament de Les Arts a sus espaldas, es maravilla. Quedémonos con eso, con un espectáculo solvente y bien presentado, tanto en lo escénico como en lo vocal... y con los nuevos nombres de cantantes como la mezzosoprano Laura Orueta, el barítono Carlos Fernando Reynoso o la soprano Rosa María Dávila. Y disfrutemos con ellas y ellos.

Foto : María Alperi.