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Resucitarás

San Sebastián. 02/05/2022. Kursaal. Mahler: Sinfonía no. 2. Euskadiko Orkestra. Orfeón Donostiarra. Justina Gringyte, mezzosoprano. Sarah Fox, soprano. Robert Treviño, dirección musical.

Como un mantra premonitorio, como una constación aplastante, así resonó en el Kursaal el 'Auferstehen' que abre la intervención del coro en la Sinfonía no. 2 de Gustav Mahler. En las voces del Orfeón Donostiarra, que cumple 125 años de historia, una palabra bastó para el escalofrío.

Y es que se antojó inequívoco el simbolismo de esta 'Resurrección' de Mahler que se vio truncada por la pandemia y que ahora por fin ha podido ponerse en pie. Casi 250 músicos en el escenario del Kursaal, sumando orquesta, coro y solistas. Monumentalidad, grandiosidad, grandilocuencia... y emoción, mucha emoción tanto por parte del público como por parte de los intérpretes.

La muerte acompañó siempre a Gustav Mahler como un insistente y retirado leitmotiv, marcando de principio a fin toda su biografía y por ende su creación sinfónica. Y sin embargo esta segunda sinfonía trae consigo un indudable mensaje de optimismo, vista la obra con los ojos de nuestros días: hay vida después de la muerte, hay un mundo que nos espera después de la pandemia, una realidad que nos urge a resurgir de las cenizas, sea cual sea nuestro credo.

Bajo las órdenes de Robert Treviño, su director titular desde la temporada 17/18, Euskadiko Orkestra ha confirmado que no tiene ahora mismo un límite manifiesto en cuanto a su proyección. La evolución del conjunto es palmaria y admirable, temporada tras temporada. El sonido es rotundo, los ataques son firmes, hay empaque y consistencia en todos sus atriles, la formación se muestra confiada y precisa. Realmente, Euskadiko Orkestra está en la mejor senda posible y este Mahler ha sido una nueva confirmación de su potencial. 

Robert Treviño apostó por un Mahler de costuras clásicas, honesto, directo, sin ambages. Cada vez que se escucha en vivo la Segunda de Mahler se constata nuevamente su complejidad, quizá no pareja en sublimación expresiva y estética a las sinfonías que vendrán después, pero con una arquitectura sumamente dificil de mantener en pie sin caer en el mero efectismo Treviño supo distinguir planos y administrar volúmenes, abundando en un fraseo ciertamente intenso ya desde el mismo arranque de la obra. De la versión de Treviño escogería el delicado Ländler del Andante moderato y el apoteósico final, capaz de poner un nudo en la garganta a cualquier ser humano.

Quizá sea la ocasión en la que he escuchado al Orfeón Donostiarra en mejores condiciones: intensidad, belleza, flexibilidad, color... Absolutamente irreprochables en su exigente y esperada intervención. La Segunda de Mahler es, no en vano, una de sus especialidades. Todos recordamos su intervención con esta obra en el Festival de Lucerna a las órdenes de Claudio Abbado, allá por 2003. Pues bien, el escalofrío de entonces sigue intacto.

Completaban el cartel las voces de la mezzosoprano lituana Justina Gringyte y la soprano británica Sarah Fox. La primera exhibió un material contundente, denso y bien proyectado. Y la segunda hizo gala de un sentido bien aquilatado del estilo mahleriano, con una emisión más liviana.

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