Dudamel Mahler9 Liceu22 a

Danzad, malditos

Barcelona. 20/09/2022. Gran Teatre del Liceu. Mahler: Sinfonía no. 9. Orquesta de la Ópera Nacional de París. Gustavo Dudamel, dirección musical.

En la víspera del arranque oficial de la temporada del Liceu con Don Pasquale de Donizetti, el coliseo barcelonés ofreció una suerte de pre-inauguración de la mano de Gustavo Dudamel y su Orquesta de la Ópera de París, interpretando la Novena sinfonía de Gustav Mahler y ahondando así -tras Il trovatore y Otello- en la colaboración entre el maestro venezolano y el teatro liderado en lo artístico por Víctor García de Gomar.

No estamos, ciertamente, ante una orquesta singularmente bregada en las lides sinfónicas, si bien su anterior batuta titular, el suizo Philippe Jordan, se afanó por aumentar su desempeño en este sentido, consolidando con los años una importante propuesta de conciertos en la Ópera de París. Así las cosas, la formación es extremadamente solvente, capaz en lo técnico, pero adolece de falta de escucha, entre unas secciones y otras. Falta espíritu 'sinfónico', en el sentido literal del término.

En cuaqulier caso, la versión dispuesta por Dudamel fue clara, decidida y nítida. Si bien su batuta tardó un tanto en caldear la velada, con un primer movimiento a veces alicaido, caligráfico y sin vuelo. Dudamel, una vez más, hizo gala de un gesto entusiasta, enfático y elocuente, capaz de crear la ilusión de que la música se mueve incluso cuando en realidad no lo hace.

Lo mejor de la velada, a mi parecer, vino de la mano de los dos movimientos centrales, llevados por Dudamel con excelente tino en los tempi. Así, el segundo movimiento tuvo el aire exacto, insinuando el scherzo una danza mortecina pero grotesca, recreando y descomponiendo la forma del Ländler una y otra vez y parodiando el Vals en su justa medida. 

A continuación el Rondo-Burleske sonó casi al galope, con marcado virtuosismo en los atriles, con agitación bien entendida, casi sin aliento en algunos pasajes. 'Danzad, malditos', parecía ser el grito de guerra de Dudamel a la batuta, a tenor de cómo sonó la incontenible stretta final.

La sinfonía encontró su broche en un Adagio un tanto complaciente, emotivo aunque liviano, seguramente calculado en exceso. La formación parisina dio lo mejor de sí en este tramo final, espoleando Dudamel a sus cuerdas, en la búsqueda de un mayor color y un mayor relieve, ahondando así en un fraseo ciertamente esmerado.

Así las cosas, a la postre disfrutamos de un Mahler elegante, decidido, enérgico, quizá poco trascendente, pero de agradable escucha. Un concierto único en España y por ello un lujo y un acierto en la propuesta artística del Liceu, se mire como se mire.

Dudamel Mahler9 Liceu22 b

Fotos: © Paco Amate