Liceu Davidsen Meier i Theorin 008 

Una noche emocionante

Barcelona, 13/10/2022. Gran Teatre del Liceu. Obras de Wagner y Richard Strauss. Lise Davidsen, Waltraud Meier e Irene Theorin. Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu. Josep Pons, dirección musical.

El mundo de la ópera vive en ocasiones inmerso en una especie de bucle melancólico (por citar la expresión de un autor de infausto recuerdo) ligado a los recuerdos en el teatro pero, sobretodo, a las vivencias discográficas, al prinicpio centradas en las grabaciones de las grandes casas y después en la espléndida proliferación de registros en vivo. En ellos conocimos casi todos a Kirsten Flagstad. Algunos todavía tienen el honor de poder contar que un dia vieron a Astrid Varnay o a Birgit Nilsson. Tal es el peso de esa cultura, que es seguro que la tres artistas que monopolizaron el escenario el otro dia en el Liceu han escuchado a las mencionadas, y tal vez las han utilizado como apoyo para su estudio  de los personajes en que centran, han centrado o centraran sus carreras. Eso no tiene nada de extraordinario. Lo que es extraordinario es que uno pueda por un momento liberarse de la melancolía y sentir que lo que está viendo en el escenario es exactamente eso.

No es que no se vean cantantes excelentes hoy en día. Pero el tipo de exhuberancia vocal, capacidad musical, detallismo tímbrico y virtuosismo vocal de Lise Davidsen tienen algo de otro tiempo. La exactitud de sus ataques en zona alta remiten claramente a las cantantes mencionadas porque se realizan desde una opulencia de proyección y armónicos fuera de lo común. Canta piano cuando se debe con un dominio de la entonación y el apoyo indiscutibles. Hace “bel canto” con Wagner como las más grandes siempre hicieron.  Manteniendo la expresión y la distancia que se le debe a un autor que no tiene nada que ver con el verismo. El sonido, sobre cuyo volumen no creo que haya ningún presente que se atreva a cuestionar, ¿mantendrá la calidad en tesituras más graves y orquestas más agresivas (Brünnhilde, Isolde, Elektra)? Esa es la cuestión, sobre la que espero que Lise Davidsen no tenga ninguna prisa, aunque todos deseemos escucharla en ciertas cosas. 

Liceu Davidsen Meier i Theorin 005

Lo curioso es que la espectacular actuación de Davidsen no lo fue todo ni mucho menos. De entrada, la orquesta apoyó el gran momento (los dos solos de Tannhäuser por Davidsen) con el decoro habitual en los últimos Wagner dirigidos por Josep Pons. En realidad todo había empezado al inicio, como suele suceder, cuando el director artístico Víctor García Gomar notificaba la buena nueva de que no había bajas en la tropa aunque sí una jubilación: ni más ni menos que la retirada de Waltraud Meier, artista merecedora del máximo respeto.

En condiciones vocales limitadas Meier pronunció expresivamente su texto, que aunque a veces se hable poco de ello, es lo primero que hay que hacer. Dijo con mucha habilidad el relato de Waltraute sin entrar en grandes dificultades y actuó con una concreción teatral que Davidsen no había tenido antes (será la edad, o el talento, o la partitura, ya se verá). No hubo nada de decadente en ello. Una artista brillante mostrando que la voz se pierde pero hay cosas que no. 

Y la orquesta como un cómplice muy afortunado de todo ello. Lo primero que hay que decir es que la orquesta mostró virtudes que ya hemos conocido con las mismas obras que hacían de programa y eso es de celebrar. No fue, sin embargo, el espacio dedicado a Tristan und Isolde el más virtuoso. El preludio empezó con escasa tensión y el largo crescendo hacía el clímax del mismo preludio no fue todo lo ordenado que uno hubiera deseado, al menos en lo que concierne al balance entre secciones. El público, sabio, estuvo disperso sólo por un ratito. Cantaba, en esta sección, Irene Theorin en la Muerte de Isolda. Por orden de edad se trataría de la cantante en plenitud (en contraste con la estrella emergente y la leyenda dimisionaria). Pero Theorin es en realidad una cantante veterana. Ello no le impidió estar a la altura, aunque su voz haya sonado más refulgente en otras presencias en el Liceu, óbviamente anteriores.

Donde Theorin recuperó su brillo junto con el de la orquesta fue en la segunda parte: una Elektra entregada, muy interiorizada como personaje y muy punk convenció claramente en un terreno más pantanoso que el Liebestod. Cuando Davidsen (Crisotemis) se añadió a la fiesta la velada dio otro zarpazo dentro de la excelencia general. Es cierto que Meier estuvo más convincente en la primera parte que en la segunda (en la cual, por cierto, ya la habíamos visto en el Liceu), pero no hubo nada que pudiera quebrar la sensación de euforia. No sólo vimos a Lise Davidsen en plena emergencia, si no también a dos artistas enormes y de dilatada carrera como Waltraud Meier e Irene Theorin dejando muy claro, cada una en su situación, por qué son quien son.

Liceu Davidsen Meier i Theorin 014

La orquesta, como diría un pedagogo, “progresa adecuadamente”  y ofeció unas prestaciones que bien valdrían un DVD, más que nada por ostentar. Probablemente lo más importante que haya pasado en el teatro en los últimos años sea la progresión de su orquesta, aunque tampoco habría que perder la “tensión competitiva”, como dicen los periodistas deportivos. Y eso es muy importante para que el conjunto prestigie al teatro, que en esta ocasión, se ha “marcado un tanto” no solo por la proyección de la imagen del teatro que pueda obtener de ello si no también por la cohesión del liceísmo que vivió una de esas noches que a un servidor le recuerdan a su infancia no sólo por la calidad del producto si no también por el apoyo concentrado de un público que parecía saber a lo que iba y reaccionó como merecía la ocasión. Y más allá de todas las concreciones explicitadas hasta el momento, fue una noche emocionante.