Arabella TeatroReal 2023 a 

De maestro a maestro

Madrid, 28/01/2023. Teatro Real. R. Strauss. Arabella. Sara Jakubiak (Arabella), Josef Wanger (Mandryka), Sarah Defrise (Zdenka), Matthew Newlin (Matteo), Martin Winkler (Conde Waldner), Anne Sofie von Otter (Condesa Waldner), Elena Sancho Pereg (La fiakermilli) Coro y Orquesta del Teatro Real. Dirección de escena: Christof Loy. Dirección musical: David Afkham

Ha tardado demasiado pero, como dicen, nunca es tarde si la dicha es buena. Por fin se ha estrenado en Madrid una de las obras maestras de Richard Strauss y la última de su larga y fructífera colaboración con el poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal. Se ha hablado largo y tendido sobre una relación que ha producido monumentos musicales como Elektra, El Caballero de la rosa, Ariadna en Naxos o La mujer sin sombra y ocuparía mucho más del espacio del que dispongo analizar someramente como dos caracteres tan distintos formaron el que seguramente sea, con permiso de Mozart-Da Ponte, el tándem operístico más importante de la historia de la ópera. Simplemente comentar que esta relación acaba con Arabella, ya que Hofmannsthal muere bastante antes de que se estrene la ópera en Dresde en julio de 1933. 

El libreto de Arabella podríamos decir que es una carga de profundidad que aparentemente ataca a la sociedad aristocrática de la Viena del siglo XIX pero que dado el tratamiento del libretista, con una directa intervención del compositor, puede extrapolarse a cualquier otro tiempo donde el aparentar, el fingir tener una vida que realmente se sustenta en la nada, al final, por cualquier motivo, explota y deja expuestas las miserias de cada uno. A la Arabella del XIX la intentan casar con un hombre rico para que consiga salvar a una vieja familia noble que está en la ruina por la ludopatía del padre y la falta de seso de la madre. Fingen una posición que no tienen, dedicando sus últimos recursos a “vender” a su hija mayor con ropas lujosas y paseos por el Ring vienés para que cace a una buena fortuna y salve a todos. Pero aunque al principio ella parece seguir el juego y ser solamente una bella muñeca, enseguida nos damos cuenta que es una persona de un alma romántica, con unos principios firmes y limpios, abocada a un destino que no desea por sacar a su familia de la pobreza. La aparición de un rico terrateniente de uno de los territorios que domina el Imperio Austriaco hace que todo cambie, porque ambos se enamoran, y después de las típicas intrigas y desencuentros, triunfe el amor y, de paso, se salve la economía familiar. ¿Y no se fingía también cuando se estrenó la ópera? ¿Y no se finge ahora? La crítica social de Arabella trasciende el tiempo y pese a su envoltura de bombón vienés con final feliz, deja un regusto amargo, de fracaso de un tipo de ambiente social.

Pero Strauss fue capaz de crear, una vez más, una música que resume, condensa y transmite todo lo que Hofmannsthal escribe. Y lo hace de esa manera magistral tan propia, mezclando lo camerístico con lo sinfónico, los momentos más expresivos con los más líricos, creando finalmente una partitura completamente arrebatadora. No es nada fácil recrear esos ambientes desde el foso. Contener a la orquesta, crear ese oleaje, a veces leve, a veces arrebatado, que contiene la partitura. Afortunadamente en esta ocasión el maestro Strauss (reputado también director de orquesta en su tiempo) tuvo un intérprete que entendió perfectamente su música, su alma, su esencia, el maestro David Afkham. El director, titular de la Orquesta Nacional de España, baja al foso del Teatro Real y crea con la Orquesta del Teatro, un armazón musical perfecto sobre el que se levanta toda la representación. Afkham nunca intenta ser el protagonista. Controla su orquesta, consigue sonidos maravillosos y sirve en bandeja de plata una dirección musical que facilita el trabajo de los cantantes. Pero indudablemente el director alemán es el gran triunfador de esta representación, porque desgrana de una manera bellísima todo el potencial de la música, manteniendo siempre un pulso firme pero no tiránico, llevando a una excelente Orquesta del Teatro Real a momentos memorables como la introducción del tercer acto o el final. Todo funcionó a la perfección y los aplausos fueron calurosos para un trabajo impecable de director y orquesta.


Arabella TeatroReal JavierdelReal

En el aspecto vocal el nivel general fue alto y muy homogéneo. El papel de Arabella tiene el sello inconfundible de las protagonistas straussianas. El maestro muniqués mimaba la escritura vocal de sus heroínas y conseguía momentos de una extraordinaria belleza. Sara Jakubiak estuvo a la altura de lo esperado y tuvo momentos verdaderamente destacados como en el famoso Mein Elemer… del primer acto, toda una declaración de intenciones o la escena final con Mandryka. La voz, de un timbre bello y redondo, tiene un volumen amplio y expresivo, seguridad en toda la tesitura y un agudo que convence. Jakubiak utiliza sus recursos con inteligencia y nos brinda una Arabella canónica. Actoralmente fue de menos a más, destacando en el tercer acto. Una excelente cantante.

Excelente también el trabajo de Josef Wagner como Mandryka, el potentado rural que enamora a Arabella y de paso salva a la familia del Conde Waldner. El barítono austriaco estuvo segurísimo en toda la representación, con una dicción perfecta y una caracterización a la que ayuda una voz de gran proyección, peso y de un color atractivo. Impecable en su entrada del primer acto Mein Sind Die Wälder, toda una demostración del canto straussiano, nada fácil en este pasaje, por cierto.

Sarah Defrise fue una convincente Zdenka, la hermana de Arabella que se trasviste en jovencito por la familia Waldner no se puede permitir el tren de lujo que supone el promocionar a dos hijas. Estuvo muy convincente en todas sus intervenciones, pero habría que destacar, como no, el dúo con Arabella en el primer acto, uno de los pasajes más bellos (y mira que hay bastantes) de la escritura de Strauss: Es ist der Richtige nicht... Aber der Richtige, wenn's einen gibt für mich auf dieser Welt. De lo más destacado de la noche el Matteo (enamorado de Arabella y del que está enamorada Zdenka –sí, un lío–) de Matthew Newilin, poseedor de una voz de excelente calidad, potencia y volumen y que llegó  con arrojo y seguridad a los agudos que Strauss le pide en su intervención del tercer acto.

Quien tuvo, retuvo y Anne Sofie von Otter, ya en el ocaso de su exitosa carrera nos brindó una condesa Waldner llena de elegancia aunque la voz ya no sea la de antes. Queda el fraseo excelente, la intención, el agudo aún brillante, en fin la esencia, de una estrella. El Conde Waldner de Martin Winkler tiene tintes wagnerianos, y pese a un timbre al que cuesta acostumbrarse, demuestra ser un cantante con un instrumento de mucha prestancia, bien timbrado y de increíble sonoridad.

Strauss coló en Arabella sus amadas coloraturas, esta vez en la voz de la fiakermilli, la animadora del “Baile de los cocheros” donde Arabella se despide del mundanal ruido vienés. Elena Sancho Pereg estuvo a la altura de lo exigido y solventó sin problemas las terribles notas, pese a que la dirección escénica no colaborara precisamente en facilitar su trabajo.Muy profesionales todos los comprimarios y el Coro del Teatro Real en su corta intervención. 

La producción, procedente de la Ópera de Frankfurt, la firma el conocido director de escena Christof Loy. Fiel a su estilo personal su propuesta es básicamente austera y racionalista, traída temporalmente a unos indefinidos años 50 o 60, y que usa como elemento escénico básico un  prisma rectangular blanco, sin decoración, abierto al teatro, con un fondo móvil ( unos paneles que se mueven de vez en cuando, como también lo hace esa parte de la escena, y que le da a la puesta cierto un cierto aire japonés en lo que tiene de lentitud y juego de esos movimientos) que descubre los distintos lugares donde se desarrolla la ópera (especialmente en el primer y segundo), con una decoración muy somera pero muy significativa y totalmente unida al espíritu del libreto.

El espacio vacío y blanco va ganando presencia. Allí se produce la que quizá sea la escena más chocante de la visión de Loy sobre la historia que nos cuenta la ópera. En el segundo acto, en el baile de Martes de Carnaval, donde la joven se despide de su vida vienesa, se produce un malentendido entre los prometidos, y Mandryka se enoja con Arabella. Este suele quedar reflejado, en casi todas las producciones, como el brutote pero noble terrateniente que se siente engañado por los disolutos de la gran capital del Imperio.Loy va más lejos y convierte ese mal genio en brutalidad sexual contra la fiakermilli (una especie de animadora), que resulta violada mientras está cantando su famosa aria, llena de coloraturas estratosféricas. El director insinúa sin cortapisas que quizá el protagonista no sea tan noble como el libreto nos quiere transmitir y que el futuro de Arabella no será tan halagüeño como se nos prometeen el tercer acto.