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Extraordinarios

Barcelona. 15/07/2023. Gran Teatre del Liceu. Sondra Radvanovsky, soprano. Piotr Beczala, tenor. Sarah Tysman, piano.

Programado como broche a la temporada del 175 aniversario del Gran Teatre del Liceu, y coincidiendo con las representaciones de L´incoronazione di Poppea, este recital de la soprano Sondra Radvanovsky y el tenor Piotr Beczala ha servido para cerrar el curso con buen sabor de boca. Y es que ambos intérpretes, de carismático vínculo con el público liceísta, se presentaron en plenitud de facultades: ella mucho más en forma que en su Tosca de hace unos meses y él recuperado ya de la afección que le forzó a cancelar buena parte de sus representaciones como Calaf en Zúrich, donde compartió escenario precisamente con la soprano norteamericana. 

Como decía, en el Liceu reinó un ambiente propio de las grandes noches: había grandes expectativas y se cumplieron con creces. Conversando en el descanso con Oriol Aguilá, responsable artístico del Festival Castell de Peralada, me decía que el ambiente reinante en el teatro recordaba, por el afecto del público hacia los artistas, a los días de Caballe y Carreras en este mismo coliseo. Palabras mayores, pero lo cierto es que fue una gran noche para el disfrute de las voces. Precisamente ambos intérpretes, conviene recordarlo, ya protagonizaron la reapertura del Liceu en septiembre de 2020, en el contexto de la pandemia del coronavirus.

El programa se había estructurado en tres grandes bloques: un primero dedicado a Giacomo Puccini, fundamentalmente a Tosca, aunque la velada se abrió con el 'Sola, perduta, abbandonata' de Manon Lescaut; después un bloque dedicado a Aida de Giuseppe Verdi; y un tercer y último bloque consagrado a Rusalka de Antonín Dvorák. En todo el programa, hay que decirlo desde ya, destacó el comprometido desempeño de la pianista Sarah Tysman, con el nada fácil cometido de suplir la ausencia de una orquesta, algo que se dejó notar especialmente en la escena entre Tosca y Cavaradossi. Curiosamente, la escritura verdiana pareció encontrar mejor cauce en su versión pianística, sorprendiendo para bien en el caso del dúo final de Aida.

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Sondra Radvanovsky volvió a exhibir esa voz única, a la vez mórbida y dúctil, amén de esa capacidad extraordinaria para crear un sonido que flota con densidad, como desafiando las leyes de la física, abundando además en filados y medias voces de exquisita factura. Se desquitó ciertamente con un 'Vissi d´arte' bien rematado, mucho más redondo que el que pudo ofrecer en las representaciones del mes de enero, antes mencionadas. Y lo dio todo en uno de sus mejores papeles, Aida, con un 'Ritorna vincitor' de los que hacen historia, fraseando con autoridad y buen gusto.

Como me decía Piotr Beczala en su reciente entrevista para Platea Magazine, para un solista como él, que se está bregando ya con un repertorio cada vez más dramático y pesado, es importante mantener la flexibilidad del instrumento. Y buena prueba de ello fue su versión de 'E lucevan le stelle' en Tosca, paladeada con dinámicas bien medidas, sin cargar las tintas, buscando la palabra y cuidando la expresión. Qué pocos cantantes hay hoy en día con esa mezcla tan genuina de naturalidad y elegancia. Su instrumento reina hoy con una sonoridad amplia y hermosa, con apenas cambios de color, firme a su manera en el agudo y realmente grata cuando se escucha en vivo.

Ambos intérpretes, por cierto, se esmeraron todo el tiempo en crear un ambiente teatral, quizá un tanto sobreactuada Sondra Radvanovsky al principio, en su hacer como Tosca, pero no importó demasiado, el rol y las circunstancias se prestaban a ello. El azar quiso, por cierto, que estuviera dispuesta en el Liceu parte de la escenografía prevista para la produción de L´incoronazione di Poppea, a cargo de Calixto Bieito. Así, el recital tuvo lugar sobre la plataforma que alberga el foso, lo que brindó a los cantantes una posición más aventajada y próxima al público, amén de una iluminación muy atinada, con un halo ambiental muy grato y distinto al de otros recitales al uso en esta misma sala. Quizá podría tomarse nota de esta opción, o alguna alternativa semejante, para futuros recitales de este perfil.

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Del programa presentado destacaría especialmente la compenetración entre ambos intérpretes en el dúo final de Aida, desde 'La fatal pietra...' hasta el postrero 'O terra addio', desgranado este con una mezcla de intensidad y contención realmente digna de elogiar. En el 'Celeste Aida' con el que se abrió esta primera parte, cantado por Beczala con insultante aplomo y desbordante expresividad, el tenor polaco optó por rematar en falsete, obviando el morendo prescrito en la partitura y que tan complicado resulta ejecutar.

Finalmente, espectacular el broche al programa con sendas arias de Rusalka, además del dúo final de esta extraordinaria ópera de Antonín Dvorák. Ambos intérpretes han sido ideales en sus encarnaciones de estos roles, la ondina y el príncipe, y ciertamente sus timbres cuadran a la perfección con el carácter de esta pieza. Es curioso, por otro lado, escuchar esta música tan colorista sin el respaldo de una orquesta sinfónica. En este sentido, una vez más, hay que elogiar el esmerado trabajo de Sarah Tysman al piano, afanándose por generar un sonido con empaque, supliendo en la medida de lo posible el irresistible vuelo sinfónico de las melodías de Dvorák. 

A modo de propinas, el recital se completó con 'La mamma morta' de Andrea Chénier, 'Dein ist mein ganzes Herz' y 'Lippen schweigen', ambas de Léhar, la primera de El país de las sonrisas y la segunda de La viuda alegre. Inmejorable sabor de boca el de este recital, con dos intérpretes carismáticos en la cima de sus respectivas trayectorias. 

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Fotos: © A. Bofill