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Panteismo espiritual 

Berlín. 14/10/23. Großer Saal. Dvorák: Stabat Mater. Corinne Winters, soprano. Marvic Monreal, mezzosoprano. David Butt Philip, tenor. Matthew Rose, bajo. Rundfunkchor Berlin. Berliner Philharmoniker. Jakub Hrůša, director.

A pesar de su calidad y compromiso con la búsqueda de un repertorio siempre a caballo de la tradición y de las obras más innovadoras o de nueva creación, la Berliner todavía descubre tesoros orquestales y vocales como este Stabat Mater del último gran sinfonista checo. Se da la circunstancia, en forma de feliz coincidencia, que la Berliner Philharmoniker, no interpretaba la partitura religiosa de Dvořák desde 1981, el mismo año del nacimiento del director Jakub Hrůša.

Hrůša, seguramente el director checo más demandado hoy en día por las salas de concierto y los teatros de ópera mundiales, se presentó para trabajar con la Berliner en su cuarta visita dentro de los anales de la prestigiosa orquesta alemana. Si hay un sello que impregna esta preciosa obra del compositor de Rusalka, es una intensa espiritualidad y un sentimiento de trascendencia que va más allá de la religiosidad de un devoto creyente. Dvořák compuso una obra que remite a un panteísmo evocador, donde el naturalismo emocional del coro y los solistas se construye en diez movimientos impregnado por un conmovedor lirismo introspectivo.

Es cierto que la obra nació en los años en que el compositor perdió a tres de los nueve hijos que tuvo, y este dato biográfico marcó el nacimiento de su primera gran obra religiosa. Un magnífico Rundfunkchor de Berlín, unos solistas de adecuada vocalidad y la batuta siempre inquieta y sensible de Hrůša, regalaron a los oyentes noventa minutos de una profunda comunión emocional. El maestro profundizó los aspectos contemplativos de la obra, la intensidad emotiva y remarcó con majestuosa elegancia los tempi. Especial atención tuvieron las secciones viento-maderas, donde la filigrana de la escritura compositiva brilla con especial color.

En los movimientos del coro como protagonista, como en el Eja mater,  o el Tu nati vulnerati, el Rundfunkchor de Berlín demostró la calidad de sus voces y secciones, de una riqueza tímbrica y homogeneidad impecables. Tanto en el primer movimiento, donde un sentimiento in crescendo de intenso poder evocativo se corona con un tutti coro-solistas, extático y monumental, como en el último movimiento, un evanescente Cuando corpus marietur, rubricaron un trabajo coral excelso. El trabajo del director del coro, Gijs Leenars, subrayó los colores, expresión y dinámicas de la escritura de la obra. Un resultado orgánico donde un expresivo humanismo latió en las voces del coro como un pálpito continuo.

Los solistas destacaron cada uno en sus cometidos con especial mención al timbre potente e incisivo del tenor David But Philip. El británico demostró un estado de forma vocal óptimo. Potencia, matices y una colocación-proyección tímbrica llamativa que coronó de manera inapelable en su solo con coro Fac me vere tecum fiere.

La otra voz que llamó la atención fue la de la joven mezzo maltesa Marvic Monreal, a quien Dvořák le regala el penúltimo movimiento de la obra, un Inflammatus et accensus de intenso carácter eslavo. Monreal demostró frescura, tersura y el dominio de un registro redondo, de bonitos matices azabaches con un temple interpretativo notable. El bajo británico Matthew Rose, de reconocida facilidad y potencia vocal, pareció algo más distante a nivel interpretativo. Con un canto de notable presencia, pero con una gris austeridad en los colores e intenciones de su solo con coro Fac me vere, le faltó riqueza en la expresión y una mayor implicación emocional. Siempre impecable y profesional, sello personal de la soprano Corinne Winters, la única voz protagonista sin número solista. Solventó su duo con el tenor: Fac, ut portem, con una mórbida emisión y una notoria elegancia en el fraseo.

Una feliz velada que reivindicó una obra religiosa de hermosa escritura sinfónico-coral, todavía poco conocida e interpretada solo con asiduidad en la República Checa.