© Elena del Real.

Caminar

Madrid. 11/11/23. Teatro de la Zarzuela. Usandizaga: Las golondrinas. Gerardo Bullón (Puck). Raquel Lojendio (Lina). Ketevan Kemoklidze (Cecilia). Jorge Rodríguez Norton (Juanito). Javier Castañeda (Roberto). Mario Villoria (Caballero). Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Juanjo Mena, dirección musical. Giancarlo del Monaco, dirección de escena. 

"Respiro, vivo, crezco
en mi verso, y en él tienen mis pies
camino y mi camino rumbo y mis
manos qué sujetar y mi esperanza
qué esperar y mi vida su sentido".
En mi verso soy libre. - Dulce María Loynaz.

Caminar, caminar y volar. Y volver. Como aquellas golondrinas, que nos marcaron el ayer. Serán, a buen seguro, las que nos enseñen también el mañana. La vida es circular. Hace siete años que colgaron sus nidos en el Teatro de la Zarzuela para, ahora, regresar al hogar. Entonces abriendo la primera temporada de Daniel Bianco al frente del coliseo, ahora dando la bienvenida a Isamay Benavente para tomar su relevo. Era Óliver Díaz quien se subía el podio como titular. Pronto se despide Guillermo García Calvo como tal y en breve llegará José Miguel Pérez Sierra. Esta revista no llegaba aún a su primer año de vida y quien escribe compartía sus valores e idas sobre la crítica, que tiempo después, quizá, de alguna forma se hayan diluido hacia una nueva forma, quién sabe si definitiva. "Cada día me interesa menos sentenciar, ser juez de las cosas, voy prefiriendo ser su amante", que decía Ortega. Idealizar el arte, sentirlo antes que llegar siquiera a analizarlo. Comprender su pureza - o su impureza - desde la subjetividad de la vida. Es así como recibo estas Golondrinas, quién sabe si en una última reflexión escrita en forma de crítica.

La vida ha cambiado mucho desde entonces, aunque hay cosas en las que no terminamos de avanzar. De nuevo, parece que hemos perdido la oportunidad de poner el foco en María Lejárraga, la libretista de este libreto maravilloso. En 2024 se cumplen 150 años de su nacimiento y 50 de su muerte. Quizá entonces podamos reparar, también en la música, lo que ya se ha conseguido desde el teatro de prosa. Su nombre. Resulta paradójico... desde la estantería me mira la primera edición de su Tú eres la paz (1906), donde el editor confundió el nombre de su marido, Gregorio, por el de Eusebio. Pareciera que el destino quisiese mostrarle que su camino debía ser sólo suyo. Bajo su pseudónimo firmó también esta obra que musicó Usandizaga y que supone un hito del catálogo operístico nacional.

Una historia que bebe de lo verista... o más bien de lo naturalista, sin renunciar a esa esencia de ensoñación e ilusión narrativa tan propia de la autora. Los puntos en común que son evidentes con Pagliacci de Leoncavallo, filtrados por el amor al circo y la pantomima que de siempre había mostrado Lejárraga. Ahí están sus Saltimbanquis. Porque sobre todo, Golondrinas es pura María Lejárraga. Desde su Margot de Turina, donde también muestra el universo de la farándula, así como personajes femeninos perfilados con maestría, que se encuentran, que hacen por entenderse de alguna manera, aunque sus sentimientos estén diametralmente encontrados, hasta el simbolismo y premonición de Jardín de Oriente o La adúltera penitente, ambas también del músico sevillano, o La llama del propio Usandizaga. Ese "niño" que "nos ha fastidiado a todos", tal como apuntaba María sobre la reacción de Gerónimo Giménez en sus memorias... y de tantos otros, ante una música tan propia y tan fascinante, surgida de un imaginario tan joven. Ni 30 años tenía cuando murió de tuberculosis.

golondrinas 2023 21© Elena del Real.

Juntos crean escenas maravillosas en sus Golondrinas. Se reía, página de Puck; Caminar, o la Canción de la primavera. Estremecedora y sobrecogedora se alza la escena del maltrato, en ese primer encuentro que se nos muestra entre el protagonista y Cecilia. "¡Fuego de paja en el viento... pronto se apaga la llama... pronto se muere la hoguera... fuego de paja en el viento!". No puede haber momento más representativo de Lejárraga y Usandizaga mano a mano. Sobre el escenario del Teatro de la Zarzuela, en una emocionantísima versión de la mezzosoprano georgiana Ketevan Kemoklidze, quien mostró en todo momento un natural fluir con el castellano, buscó acentos y colores en su decir y estuvo siempre en el personaje, con gran vis dramática. Y a su lado, un barítono monumental como es Gerardo Bullón. El público, los medios, creo que los colegas... el teatro y la zarzuela llevábamos con muchas ganas de disfrutar del barítono madrileño en un personaje protagónico, en un reparto principal, en la Plazuela de Teresa Berganza... y la espera ha merecido muy y mucho la pena. Su Puck es absolutamente magistral. De una fuerza y medios técnicos apabullantes, pero sobre todo de una verdad arrolladora. El drama está delineado en justa medida, con gran trabajo de Giancarlo del Monaco en la dirección escénica (esa mano temblorosa, la mirada vacía o la expresión inerte -. Uno puede llegar a empatizar con el personaje en sus primeros minutos, hasta que asoma la sinrazón de la violencia. La manera de cincelar acentos, de frasear, el timbre que es brillante y luminoso, claro, a la par que recio.

El resto del reparto se completaba en su trío protagonista con la Lina de Raquel Lojendio, quien realiza una prestación solvente, delineada en lo vocal y entregada en la actuación para dotar de realidad a un personaje joven e idealista que transita hacia su propia madurez, ante el horror ejercido por un mundo de hombres. Estupendo, como de costumbre, el Coro del Teatro de la Zarzuela, faltando un tanto de brillo, espacio y trabajo de planos por parte de Juanjo Mena al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, en una lectura correcta y compacta, que recordaba con mayor fantasía y color, en este mismo foso, en manos de Óliver Díaz hace unos años.